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'Maquiavelo' bebe de la brisa del río junto al Acuario de Sevilla y el Puente de Los Remedios, pero al mismo tiempo crea un ambiente de privacidad tras la densa vegetación que la rodea. A modo de oasis, este restaurante está distribuido en terrazas en torno a una piscina en cuya isleta se sitúa un piano. “'Maquiavelo' nace como un concepto de restaurante ambicioso.
No es uno más, hablamos de un espacio que aúna una oferta gastronómica high level, una ubicación única junto al Guadalquivir, el ambiente de copas más divertido y sofisticado de la ciudad y todo ello maridado con la mejor música y artes escénicas”, explican los responsables del restaurante. El objetivo es que aquí no se vivan dos noches iguales y, desde su apertura el pasado mes de junio, se ha convertido en un lugar al aire libre en el que disfrutar de la gastronomía y la diversión en “un resort urbano que te transporta al Mediterráneo y a las costas mexicanas de Tulum”.
Desde el entorno de la cocina, se siente el crepitar de las parrillas en las que se derrite la grasa de chuletones de cinco centímetros de grosor. Al otro lado del cristal por el que se observa el trajín de los cocineros, un mostrador custodia las ostras. “Pretendemos que todos los ingredientes de la experiencia generen alguna emoción en nuestros clientes. Nuestra carta, los exclusivos cócteles, el showcooking, las brasas únicas en la ciudad, la música, la magia, el fuego… Tratamos que todos los visitantes salgan con una sonrisa y la sensación de haberse divertido. Siempre decimos que vivirán una experiencia única y les damos las gracias por venir a divertirse con nosotros. Porque en 'Maquiavelo' todo el equipo disfruta y lo pasa bien, y ese feeling se transmite”, explican desde el restaurante.
En una de las mesas, los comensales se sorprenden ante la llegada del Yakiniku, una barbacoa japonesa en la que los propios clientes se hacen el salmón sobre las brasas. En otra mesa, uno de los camareros hace el guacamole delante de los invitados en un tradicional molcajete (un mortero muy usado en México). De la cocina salen platos como stracciatella de búfala, lubina con salteado a la brasa de col china y tandoori masala o tomahawk de vaca gallega.
Conforme avanza la noche, un grupo de bailarines toman las escaleras del local y danzan alrededor de la piscina mientras la gente disfruta de la comida y del ambiente. Luego llegará el momento en el que la cena dará paso a las copas, y cada cliente tomará su bengala para iluminar la noche mientras la música domina por completo el establecimiento. “'Maquiavelo' cuenta con ocho espacios bien diferenciados en estilo y decoración. En todos ellos la diversión está asegurada.
Y no solo se puede cenar, la coctelería y la zona chill son exclusivas para aquellos que prefieran venir a disfrutar de una copa y terminar la noche en nuestro oasis. Para cenar, el Club, los jardines de La Mandrágora y El Príncipe, Bonsai Music y Pool Stage son los espacios destinados a la alta cocina de autor. Además, 'Maquiavelo' cuenta con un reservado, El Secreto, para ver sin ser vistos”, desvelan.
Al otro lado del parque, en una villa de detalles modernistas y regionalistas de 1912, se erige 'Casa Ozama'. Junto a la Plaza de América, este restaurante abierto la pasada primavera ha transformado lo que antes era un solar que servía de aparcamiento en un jardín encantador lleno de detalles que, sumado a una villa totalmente reformada, constituyen un espacio de más de 2.000 metros cuadrados.
Entre limoneros, olivos, buganvillas, palmeras centenarias y bancos de azulejos, 'Casa Ozama' ha configurado este espacio como un jardín andaluz. “'Casa Ozama' funciona como un punto de encuentro único y singular en un espacio igualmente excepcional. Una suerte de casa mediterránea abierta y siempre viva en la que sentirse de vacaciones nada más entrar en su jardín”, explican desde el restaurante.
La cocina de 'Casa Ozama' está comandada por Manuel Pabón, que ha pasado por las cocinas de 'Carme Ruscalleda' o del restaurante sevillano 'Abantal', además de 'Torres y García'. “Aquí hacemos una cocina tradicional basada en el producto, que cambia constantemente en función de las temporadas de los alimentos. Por ejemplo, los higos duran apenas 20 días”, explica el chef.
Uno de los platos que no cambia en esta carta “bastante extensa” son las ostras Gillardeau, solas o acompañadas de una salsa ponzu. La oferta gastronómica en 'Casa Ozama' es muy variada y cuenta además con unos 15 platos diarios fuera de carta que van rotando. “'Casa Ozama' es para venir varias veces, no solo para poder probar toda la carta sino porque hay platos que son demasiado grandes incluso para una pareja, porque están pensados para compartir en una mesa con más comensales”, cuenta Pabón.
Es el caso de los huevos fritos con bogavante, una versión de los huevos rotos en la que el crustáceo sustituye al jamón. Dentro de la cocina más tradicional y apegada a Sevilla, otro de los platos más demandados es la ensaladilla en su versión más clásica. Los pescados vienen directos de la lonja, por ello se va modificando la oferta. Uno de los bocados que también ha gustado mucho ha sido el tartar de atún rojo, aliñado de manera especial para potenciar su sabor sin esconder la calidad del producto.
Más allá del jardín, en la casa principal, la decoración es la reina. Los interiores han sido diseñados por Persevera Producciones, en algunos casos creando con artesanos piezas únicas destinadas a este inmueble. En sus cuatro plantas conviven piezas como la cebra a tamaño real que preside la barra de la planta baja o el elefante del bar de la planta alta, donde se puede tomar una copa con vistas a los edificios de Aníbal González de la Plaza de América.
“El interiorismo rescata y actualiza el glamour de la época con suntuosos tejidos, estampados florales, papeles pintados, materiales nobles, mobiliario contemporáneo… que se mezcla con piezas especiales rescatadas de anticuarios de todo el mundo y golpes de humor gracias a las esculturas de animales, que juegan un papel protagonista convirtiendo cada esquina en un divertido paseo por un parque”, explican desde 'Casa Ozama'.
Incluso cuentan con un rincón secreto tras una puerta que solo se puede abrir con un código: un bar subterráneo junto a la escalera de servicio con su propia barra y aires de pub clandestino. La guinda de un espacio configurado para dejarse sorprender y, también, para fotografiar.
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