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Al Priorat hay que ir expresamente. Hasta hace relativamente poco la conexión por carretera hasta aquí era tremebunda. Desde hace una década o dos la situación ha mejorado, pero esta sigue sin ser una tierra de paso y su mapa, arrugado con furia por un puño divino, está surtido de curvas pronunciadas, cuestas y descensos que conectan pueblos pequeños con otros, diminutos. Uno no se explica cómo, hace ya siglos, se establecieron aquí los Cartujanos. Aunque si buscaban blindar su eremítico estilo de vida, eligieron con mucho ojo.
Cientos de años más tarde, a principios de los 80 del siglo pasado, otra Orden se estableció en el territorio. Les llamaron los Cinco Mangíficos. René Barbier, Daphne Glorian Solomon, Álvaro Palacios, Josep Lluís Pérez y Carles Pastrana establecieron ahí sus proyectos vínicos y refundaron el Priorat. La nueva carretera es la muestra de que su apuesta triunfó. A nadie se le escapa que hoy esta comarca catalana bulle como mosto fermentando.
Desde hace tiempo, en paralelo al auge de las bodegas, la restauración de la zona ha vivido también una mayor proyección. Un ejemplo de los mejores restaurantes en el Priorat es 'El Celler de l’Aspic', un restaurante inaugurado en 2003 en la capital de la comarca: Falset. Toni Bru, propietario y cocinero, encarna este matrimonio entre lo sólido y lo líquido. Empezó a cocinar con 15 años y desde entonces vive ligado a los fogones, pero también se formó como sumiller. Su bodega no solo tiene una extensa variedad de vinos de la zona, también cuenta con referencias extranjeras de muchísima importancia –muy destacable la selección de Rieslings–.
En la cocina, se concentra en lo local. "Hago una cocina de producto y de temporada. Cambió la carta cuatro veces al año, coincidiendo con las estaciones", explica el cocinero. Toni se adscribe al movimiento slow food y está comprometido con los productores cercanos, a los que conoce y compra directamente. Con los vinos sigue la misma filosofía y eso le permite ofrecerlos a precios muy, pero que muy competitivos. La oferta sólida se centra en la carta o menú degustación. El día que le visitamos tuvimos la suerte de probar unos calamarcitos salteados con rebozuelos. Un plato sencillo, pero muy rico.
A media hora de coche, 30 minutos que transcurren por carreteras angostas sobre las que se precipitan, y que se precipitan, sobre viñedos de Cariñena y Garnacha, se encuentra Poboleda, uno de los pueblos minúsculos. Ahí decidió establecerse, en 2014, Pieter Truyts, un cocinero belga que elabora una radical cocina de autor en 'Brots'. Radical porque elabora todo lo que ofrece, desde embutidos y ahumados hasta el pan; radical también por dejar sentir la influencia nórdica y oriental en este contexto mediterráneo y radical por la puesta en escena: los aperitivos se sirven en una vajilla que emula la mano del cocinero. Pieter, exjefe de cocina de 'Can Bosch' (2 Soles Guía Repsol), conoció el Priorat de la mano de su mujer, Siliva Puig. Aquí la relación con el vino es aún más explícita, ella es enóloga y dirige su propio proyecto, 'Números Vermells' –nombre que alude al mal estado financiero de su bodega cuando la arrancaba–.
El día de la visita a su pequeño y personalísimo restaurante, Pieter no esconde su amor por esta tierra, de la que afirma que "es muy espiritual, aquí te encuentras a ti mismo". Quizá por eso sirve el aperitivo de su mano: son deliciosas y profundas las chacinas –lengua ahumada y fuet de elaboración propia–, untuoso el paté con vi ranci, adecuadas las olivas con su pipeta de vermú. Pero sobresale el tartar de lubina de Cambrils, con crujiente de lechuga de mar, salsa de remolacha, raíz de apio y wakame. La combinación de la mantequillosa textura del pescado y el sabor terroso de la remolacha nos hace trasladarnos a un viaje circular: volveremos, de nuevo a Falset.
Deshacemos el camino para llegar a 'Brichs'. Este restaurante, abierto en abril de 2019, es el proyecto de una enamorada de la zona, Sol Florença, médico pediatra retirada, virtuosa de la cocina y enamorada de la hostelería.
Sol decidió invertir su jubilación creando un restaurante moderno, con una sala diáfana y luminosa, que se extiende en una maravillosa terraza. La oferta culinaria es de corte tradicional, adaptada a las técnicas y tiempos contemporáneos por Josep Maria Pallejà, cocinero profesional que, hasta el momento de enrolarse dirigía el popular 'Celler de la Miloquera', hoy cerrado, de Marçà. La bodega es un reflejo de Montsant y Priorat en todos sus colores, más una selección de burbujas nacionales con toque francés.
Son sobresalientes el foie relleno de romero, al estilo de un queso Morbier, y los canelones con trufa de verano. Resulta muy golosa la carrillera de cerdo ibérico con salsa de vi ranci y melocotón. Es irrenunciable el huevo a baja temperatura con espuma de patata y trufa que figura como plato en el menú del día en el que, por 25 euros, se puede comer junto a alguno de los arroces que aquí se preparan con maestría, postre y copa de vino. Un pequeño gran homenaje cotidiano.
Estos son tres, pero la oferta gastronómica sólida del Priorat y el Montsant está despegando, siguiendo la estela carmesí dejada por el éxito internacional de sus vinos. Y es que esta es una zona a la que hay que acercarse a pesar de su tradicional aislamiento… o precisamente por eso.
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