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Contestaba hace unos días David Lovering, batería de la banda norteamericana The Pixies, en una conocida publicación nacional dedicada al rock’n’roll, a la pregunta sobre el cambio del punto de vista que el tiempo causa en las letras de la banda (entre la visión del hombre joven y la del hombre adulto) que “ahora hablamos más de comida”. Los Pixies traspasaron las listas de éxito underground para llegar al gran público allá por finales de los años 80 y ahora, en su reunión de los últimos años, invocan a nuevas generaciones que comparten gusto con los fans de toda la vida.
Y es que más allá de poner voz al punto de vista de unos adultos que superan ya el medio siglo de vida, lo que hace David Lovering es certificar una idea que siempre ha estado presente en la evolución temporal del ocio: cuanto más joven, más preocupado por la bebida; cuanto mayor, más preocupado por la comida.
Si partimos de la base de dar por cierto este axioma, algo que con la proliferación de reality shows dedicados a la cocina, programas de recetas y el estrellato mediático alcanzado por no pocos chefs y la marabunta de televidentes juveniles que esto conlleva, no tiene por qué ser tan claro, podríamos extenderlo al mundo del rock. Son ya muchos años los que se llevan discutiendo sobre si el rock and roll está muerto o mantiene aún unas constantes vitales que, según quién las vea, son perfectamente viables. Pero lo que es indudable es que la música nacida durante la década de los 50 del siglo pasado a raíz de la fusión de diferentes tendencias culturales populares tiene ya una mayoría de edad que, según nuestras estructuras sociales, la acercan a la tercera edad. Vamos, que el rock and roll está viejo. Y sus seguidores, mayoritariamente, también. Así que tal vez sea esa la razón por la que, cada vez en mayor medida, proliferan garitos en casi todas las ciudades en los que, además de una cartelera de conciertos en directo ciertamente estimulante, unen un menú gastronómico de muy buen catar.
Así que, como ejemplo, visitamos cuatro garitos de la ciudad de Bilbao en los que podemos beber, comer y escuchar buena música en directo.
Como su nombre anticipa, el Coppola es un restaurante italiano. Pero seguramente sea en estos momentos “el restaurante italiano” de Bilbao. Su apuesta fue abrir un sitio de comida italiana de mucha calidad y personalidad, pero dotándole de un matiz musical, como casi todo en lo que está metido Ignacio del Campo, su propietario. Así que a una carta que destaca por su amplitud pero de la que el propio Ignacio destaca “la Pizza Seis Naciones, con un ingrediente de cada uno de los países del torneo de rugby (reducción de whisky por Escocia), los Fiocci rellenos de Pera con Salsa Gorgonzola, la ensalada Burrata o sus tarta de queso, tiramisú y panaccota”, unen el lema del propio negocio: “Coppola Bilbao Pizza & Music”.
Y así, justo delante de la cocina en la que trabaja un equipo comandado por Guillermo, los domingos ofrecen conciertos de 18:30 a 20:00 horas, “y durante la última parte del concierto los cocineros comienzan a trabajar la masa a la vista del público. Es algo bonito”. Llevan ya más de 200 espectáculos, entre nombres foráneos como Keegan McInroe o Ben Salter y nacionales, “como Los Zodiacs, que vienen todas las “tardes viejas”, Ricardo Lezón de McEnroe, The Frigolos, Gacela Thompson o gente de Last Fair Deal y Quaoar. Podríamos montar jams para llenar cada domingo, pero preferimos que venga gente diferente cada semana, gente que compone canciones, que cree en un sueño”, afirma. Ignacio deja un apunte que puede marcar la pauta en la disputa filosófica entre madurez, gastronomía y rock: “Pienso que a comer y a beber se aprende y se enseña en casa, aunque el tiempo y el dinero ayudan. Por ello, en general los jóvenes lo tienen más difícil”.
C/ Barriankua 6, Bilbao. Facebook. Conciertos los domingos de 18:30 a 20 horas.
Contiguo a la iglesia de San Antón y estableciendo un elemento de unión entre la orilla de la ría del Nervión y el Casco Viejo, con el redivivo barrio de Bilbao La Vieja justo enfrente, el renovado edificio obra de Pedro Ispizua que alberga el Mercado de la Ribera es algo más que un elemento de definición del carácter de Bilbao. Construido durante la década de los años 20 del siglo pasado bajo un aspecto funcional y un lenguaje racionalista acoge uno de los mercados de abastos más imponentes de la zona y paso obligado para cualquier amante de los productos frescos. Y justo en los bajos de dicho edificio, el establecimiento La Ribera ofrece la comunión de los cuatro pilares que tratan de identificar su esencia: Eat / Musika / Terraza / Bar. Como ellos mismos dicen, “los integrantes de la oferta son los magníficos productos de La Mayor despensa de Bilbao (el propio mercado), acompasados con toques tradicionales y revisiones arriesgadas que deleitarán los paladares más exquisitos”.
Desde un menú del día que puede combinar unas Vainas con Huevo a Baja Temperatura y unas Albóndigas en Salsa rellenas de Provolone, hasta una carta con, obviamente, productos de mercado, que lo mismo ofrece un Ceviche de Corvina sobre su Aroma, un Atún Rojo a la plancha con cous cous de Gazpacho y Mahonesa de Wasabi o el imprescindible por estas tierras Txuletón de Buey. Alternativamente, una suculenta oferta de pinchos, de raciones, de brunch e incluso la posibilidad de que cocinen los productos que hayas podido comprar en el mismo mercado completan la oferta gastronómica. Porque la musical, y teniendo en cuenta que la empresa Last Tour, organizadora de los festivales Bilbao BBK Live, Azkena Rock Festival o BIME, entre otros muchos eventos, es quien está a cargo del local, está más que cubierta. Así que desde leyendas del rock más exquisito aunque underground como Sylvain Sylvain, Walter Salas-Humara o Clem Snide hasta nombres de plena actualidad como Monte del Oso, Cabezafuego o The Milkyway Express han pasado por su escenario o su terraza, además de programar con asiduidad conciertos de jazz y blues.
Erribera Kalea 20, Bilbao. www.lariberabilbao.com
“Arte y Restaurante” describe el logotipo del Ambigú de manera fidedigna los galones de un local donde es habitual encontrar a la hora del almuerzo a buena parte de la escena musical bilbaína, lo mismo que a la hora de los tragos nocturnos. Cuando Andeka y Ritxi se decidieron hace ya trece años a montar el Ambigú, tenían una idea muy clara: “Siendo cocineros los dos, y enfermos de la música y el arte en todos sus contextos, queríamos crear un espacio donde todas nuestras pasiones tuvieran cabida y pensamos que la gastronomía, la música y el arte podían estar unidas en un solo lugar”.
Admitiendo que hoy en día la gastronomía está de moda, ellos ya introdujeron la multiculturalidad en sus fogones desde el principio, “apostando por un acercamiento a productos internacionales mezclado con la cocina tradicional autóctona. La gente ya no se conforma con el típico menú de lentejas y filete con patatas, hoy se tienen más conocimientos y se es más crítico”.
Por ello, a nadie extraña que en su menú del día pueda aparecer Tataki de atún, caldo nipón, alcachofa de Tudela y wakame, o Sashimi refrito de anchoas, salsa ponzu y puré de cereza. Al fin y al cabo, “nuestra generación, los que estamos entre los 35 a 50 años, nos hemos criado en los bares, garitos o antros y por supuesto nos sigue gustando la cultura de bar. Las nuevas generaciones vienen del botellón y los 40 Principales (la mayoría) y les cuesta más entrar en un bar, pagar por un concierto o gastarse 15 € en comer. Aunque poco a poco se van concienciando de que esta cultura de bar no es cosa de viejos”. Y a ello también ayudará que las paredes del Ambigú hayan soportado los atronadores sueños de grupos de valor incalculable como Screamin’ George & The Hustlers, Señores, Yellow Big Machine, Rubia, Los Paniks o sesiones golfas de dj’s, convirtiendo el local en parada obligada, por ejemplo, durante la Semana Grande bilbaína.
San Vicente 5, Bilbao. Facebook
Si un domingo al mediodía pasas sobre el puente de Deusto y ves ribera abajo un enorme grupo de gente en la terraza de un local que bajo el nombre de Satélite T lleva la inscripción “Bilbao Kosmik Bar” no pienses que son únicamente un grupo de rockerillos tomando el tradicional vermú. Porque lo más seguro, si son las 13 horas, es que dentro esté atronando el mejor garage-rock, power-pop, raw-punk de la temporada, y sobre su escenario estén Los Chicos, Sonny Vincent, los Barracudas o Eddie & The Hot Rods. Sus sesiones Rabba Rabba Hey (maridaje perfecto entre el grito ramoniano y los calamares fritos al estilo bilbaíno) son ya históricas y parte de la leyenda, diurna en este caso, del rock’n’roll de la Villa. Pero la locura musical de Txarly Romero le ha llevado a convertir su local del barrio de Deusto junto a la ría en la meca de los sonidos más rasposos del rock, y varias noches a la semana programa actuaciones de postín, de nombres históricos de la escena internacional o de bandas nacionales con las que muchos hemos crecido, desde La Granja a Los Hermanos Dalton.
Pero claro, qué mejor que demostrar esa locura igualmente en los fogones. Así que de la mano del chef Sergio Rodríguez, la barra de pinchos es simplemente apoteósica, y los platos del día incluyen creaciones como el Kabratxo plancha marinado con vinagreta de frutos secos, salsa verde o peluca bicolor, el salpicón de pulpo con mojo rojo, el moflete de cerdo con verduras asadas y puré de apionabo o un aperitivo a base de Buñuelo de bechamel suave de puerro y champi. Y no contentos con haber puesto patas arriba la escena rock bilbaína, se atreven también con los show cooking. Impagable ver sobre el escenario, después de su concierto, a Steve Wynn, el legendario, pero muy cercano, líder de los americanos The Dream Syndicate, asistiendo a la elaboración in situ, con una cocina portátil, de unos pinchos que acompañarían el resto de la noche.
Ribera de Botica Vieja 3, Bilbao. Facebook
No. El rock and roll y el comer no es de viejos. Hay mucha vida ahí.