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En el jardín de 'Casa Solla' (Poio, Pontevedra) todo fluye. Llega un momento en que los clientes/espectadores ya no saben si están comiendo mientras suena buena música o escuchando un concierto mientras comen rico. Tampoco importa. De fondo, una playlist seleccionada por Pepe Solla que va saltando de James a Blur, Oasis, R.E.M. o Franz Ferdinand. En la mesa, un menú del chef 3 Soles Repsol que pasa de las conchas a las ensaladas y la carne a la parrilla. Y al lado, buena compañía.
¿Qué más se puede pedir? Pues aún puede mejorar. Pepe Solla ha ideado este planazo para los domingos de julio, agosto y septiembre y lo ha bautizado Un domingo cualquiera, pero la jornada de común no tiene nada y, para rematarla, la condimenta música en directo. El grupo es sorpresa y tanto puede tocar una banda emergente local como músicos consagrados. Nuestro “domingo cualquiera” sonó al ritmo de los acordes de Xoel López, pero la experiencia es tan redonda que ni preguntas qué comes ni quién toca. Confianza ciega en el chef.
La partitura que marca el ritmo la compuso Pepe Solla (3 Soles Repsol). Empezó a escribirla el pasado septiembre. Organizó un menú a cuatro manos con la cocinera Begoña Rodrigo de 'La Salita' de Valencia (2 Soles Guía Repsol) y, para rematarlo, invitó a su amigo Iván Ferreiro a tocar en el jardín. “Vi que la gente disfrutó tanto en el jardín y con la música que me dije: hay que hacer algo aquí”. Diez meses después, ya le había dado forma a la idea, aprovechando que 'Casa Solla' cumple 60 años y quería organizar algo especial.
La idea le salió redonda y con tal aceptación que en poco más de 24 horas se agotaron las plazas disponibles para todos los domingos de julio a septiembre. La clientela estaba deseosa de un plan diferente y Pepe Solla ofreció uno que alimenta todos los sentidos, el oído con buena música, el gusto y el olfato con su propuesta gastronómica y la vista y el tacto con el enclave espectacular, el jardín de su restaurante al que no suele darle uso público
En este planazo Pepe vuelve a dar rienda suelta a esa dualidad de músico-cocinero que le convirtió en comisario del Show Rocking Guía Repsol de PortAmérica y el cliente le responde con la misma entrega que en el festival de Caldas de Reis. Se pasa todo el día recorriendo las mesas con su perpetua sonrisa y nadie le pregunta qué les va a servir o quién va a tocar, tan solo le piden poder repetir.
“El feedback es que estoy por ahí y me dicen: ¿podemos reservar para otro domingo? Es los mejor, que estés aquí y digas: quiero otro domingo más”. Este año, ya no podrá ser, pues solo hay entre 50 y 56 plazas por jornada y no queda ninguna libre; pero no hay día que no le pidan que empiece a pensar ya en repetirlo el año próximo, y en sesión doble si es posible. Así haya que convertir el sábado en domingo.
En este domingo cualquiera todo es informal, pero nada desafina. Empieza a afinarse sobre la una del mediodía con la llegada de los primeros clientes, ya amenizada con la playlist ideada por Pepe. Muchos en pareja, otros en grupos de amigos y algunos en familia, se sientan en mesas repartidas por todo el jardín y protegidas por toldos que se funden con los árboles que dan sombra natural. Y nada más sentarse, empiezan el desfile de sabores.
Para elaborar el menú se inspiró “en lo que me gustaría a mí tomar un día así, un rollo más fresco; conchitas, ensaladitas, pulpitos y luego una parrillada de carne”. Y lo inaugura siempre con conchas, que para algo estamos en las Rías Baixas, capital del buen marisco. Navajas, berberechos y ostras que se van sirviendo con calma al tiempo que llega el buen vino o la Estrella Galicia.
Empanadas y pulpo no podían faltar y una mesa de quesos de la que te sirves a tu gusto Valdivieso curado, azul Savel de Airas Moniz y cremoso Cañarejal completan las dos primeras horas de experiencia, antes de dar paso a una tanda de tres ensaladas. César de sardina ahumada, ensalada de burrata, aceituna negra, tomate, rúcula y copa de Joselito y ensaladilla con bogavante para un mediodía refrescante de verano.
El viaje gastronómico no ha hecho más que empezar. Suenan The Cure, Pearl Jam o cualquier propuesta de rock o indie mientras desfilan atún picante con huevo frito y patata frita y un plato de merluza con salsa picante y todo alcanza los máximos decibelios con una barbacoa de carnes de cerdo ibérico de Joselito. Ventresca, mogote y chorizo cocinados a fuego lento en unas brasas que llevan dos horas afinando y nos ponemos en las cinco de la tarde.
Caña de crema, filloa con nata, tarta de Santiago y sandía, fresas y piña natural inauguran la sobremesa, que se adereza con cafés y se aliñan con licores, espirituosos o cócteles servidos por 'Hama Bar' mientras van afinándose las guitarras. Nuestro domingo cualquiera sonó a los acordes de Xoel, pero también de La Mosca Valiente y, para maridarlo todo, del propio Pepe Solla, que cada domingo no duda en coger su guitarra y sumarse a los artistas invitados.
Al anfitrión no se le escapa detalle, y tampoco pensar en la mejor forma de terminar un día redondo. Sus abuelos abrieron 'Casa Solla' hace 60 años haciendo tortillas y él cierra la experiencia enviando a todos a casa una mini tortilla, pan, chorizo y una cerveza. “¿Habría mejor forma de terminar este día?”, se pregunta. A las nueve de la noche las luces se apagan.
No es de extrañar que el primer aplauso de la tarde sea para él, hilo conductor de este plan de formato innovador e informal, y también el último, una aclamación por su buen hacer entre fogones y entre instrumentos y, sobre todo, por hacer sentir a todos que están en su casa, tan a gusto que lo único que no quieren es que empiece a ponerse el sol, la señal que marca la retirada.
“Gracias, Pepe, por invitarnos a tu casa”, le dedicó Xoel López, con el que compartió en medio del jardín, en acústico y a pelo, algunos de sus acordes más reconocidos. Una hora larga después, nos resume la experiencia: “Todo lo que sea tocar en casa de un amigo es algo maravilloso”.
Como todos los músicos que actúan cada domingo, tuvo la oportunidad de disfrutar del plan completo y la recomienda sin dudarlo. “Yo soy fan de Pepe de siempre y la verdad es que ser estar en mi tierra, en casa y comiendo rico, no sé qué más puedo pedir”.
Pudo dar rienda suelta a sus dos grandes pasiones, gastronomía y música, que ya ha probado con el anfitrión en muchas ocasiones. “Él me ha puesto a cocinar y yo le he puesto a tocar. Y es algo para nosotros muy natural. Ni siquiera hay que pensar nada ni hacer nada extraño, simplemente fluir y dejarse llevar”. En casa de Pepe no es un domingo cualquiera, al final no se hace honor al nombre.