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Competir en el universo gastronómico barcelonés es siempre una locura. Cada mes abren una docena de restaurantes nuevos, en ocasiones con inversiones estratosféricas, y los poderosos grupos hosteleros no dejan barrio sin gentrificar (hablando de manduca, ojo). Un día es el Raval, otro Poble Nou y al siguiente el Born.
Sin embargo, la batalla del litoral es mucho más compleja. Por un lado, se bate el cobre la industria inclinada hacía el turista, negocios dedicados al volumen en los que puede comerse bien a precios, digamos, poco barceloneses.
Al otro lado del espectro, casi como un unicornio que duda de su naturaleza, se encuentran los clásicos de toda la vida, los restaurantes que toda su vida han coqueteado con el local hasta acabar conquistándolo. En esa categoría, y con una unanimidad ciertamente curiosa, el 'Xiringuito Escribà' ha reinado en la playa de la capital catalana desde tiempos inmemoriales.
'Escribà' abrió en la playa del Bogatell, delante de un paseo que da una arena siempre a rebosar (cuando el tiempo es el propicio, por supuesto). Su ubicación es perfecta, pero lo era menos en el 92 cuando este chiringuito empezó su carrera hacia el pódium de los establecimientos playeros. Por aquel entonces, el barcelonés no miraba demasiado a las olas y la vida gastronómica se basaba en el centro de la ciudad y en algunos rincones de l'Eixample.
Los Juegos Olímpicos rotaron la brújula y de repente la ciudad entera se encontró preguntándose por qué no habían pasado más tiempo cerca del Mediterráneo. Seguramente, aquella fue la clave del éxito del 'Escribà', pionero al apostar por el binomio que representan una posición privilegiada y una comida excelente, y no dejar nunca de insistir en lo segundo, a pesar de tener lo primero ya atado y bien atado.
La madre del asunto en el 'Escribà' son los arroces. Hay hasta una docena y –muy importante– no hacen falta dos para pedir uno. Si alguien desea ir en solitario hasta el Bogatell para tomarse un arroz frente a la playa podrá hacerlo sin ningún tipo de problema: aquí todos los arroces se sirven en cómodas raciones individuales.
Pero a pesar de que no haya chiringuito sin arroz, en este de la Ciudad Condal también pueden optar por empezar la comilona con un buen montón de tapas (la carta es ancha y larga). Para arrancar es muy recomendable el gazpacho, fresquísimo y meloso, muy adecuado para las temperaturas altas y la notable humedad del verano barcelonés.
No defraudan tampoco ni el festín de tomate y ventresca (aunque ya no estemos en temporada, en 'Escribà' se apañan para entregar un plato excelente), ni los calamares a la andaluza, una fritura ejecutada a la perfección y que sirve de contraste a los platos anteriores, ideales como telonero del arroz.
Una de las cosas más bonitas de este chiringuito es que los encargados de hacer el arroz y sus fogones correspondientes, se encuentran a plena vista. Así uno puede ver cómo se manejan estos con los fuegos y los puntos de cocción, porque una de las cosas que hay que decidir de entrada es si uno se sienta mirándolos a ellos o a la playa. Para los habituales, la primera opción es también muy agradecida.
Nos vamos a permitir recomendar tres arroces. El primero es el negro. Probablemente, uno de los mejores de Barcelona. Delicado, sutil, con el punto de sal idóneo y una consistencia perfecta. Decir que es la especialidad del local sería injusto con los otros platos, pero no andaría muy lejos de ser una afirmación cierta.
Otro clásico del chiringuito es el arroz de bogavante. Aquí lo hacen con un marcado del bogavante seguido del flambeado del arroz, para finalmente servirlo en paella como si fuera un collar de diamantes. Una auténtica joya en la que el bogavante transmite toda su esencia al arroz y en el que brillan todos y cada uno de los ingredientes. Este plato es uno de esos que no se le olvidan al paladar, por mucho tiempo que transcurra.
Para aquellos que deseen algo más tradicional (o simplemente distinto) que el arroz negro o el bogavante, la paella Escribà es una magnífica opción. Alejada –eso sí– de los protocolos de Valencia en cuanto a la elaboración del plato, esta receta tiene en su base de cebolla y en un sofrito en el que se marca el sabor de la sepia, sus grandes 'secretos'. Además, para su elaboración se utilizan sartenes de gran circunferencia y se trabaja con una finísima capa de arroz, dándole a cada grano su justa dosis de cariño. El resultado es una paella excelente, muy rica en matices, en la que destaca el sabor intenso de la base y la cocción perfecta del arroz.
Por cierto, y aunque parezca mentira por la terrible fama que arrastra la bebida, es muy buena idea acompañar el tiberio con una jarra de sangría al cava, que en 'Escribà' resulta notablemente refrescante y poco cabezona, por decirlo con palabras entendedoras. Naturalmente, hay una carta de vinos (no demasiado extensa), pero sería sabio no descartar esta opción, sobre todo si uno viene con un presupuesto ajustado.
Si alguien se queda con hambre siempre puede tirar de postres, presentados en grupo y bastante ligeros. Para los que no, nada mejor que esperar a que baje un poco el sol y darse un garbeo por el paseo que recorre el litoral barcelonés desde los territorios de la Barceloneta hasta el Forum. La idea resulta incluso mucho más tentadora después de cenar y en verano, cuando la arena se llena de música, comida y gentes de mil nacionalidades distintas.
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