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Desde la mimosa (champán con zumo de naranja) para acompañar la degustación de un brunch, al cosmopolitan o el Moscow mule (zumo de lima, vodka, ginger ale y hierbabuena) -bien frío para tomar en una calurosa noche de verano-, el universo de cócteles de trago corto, medio y largo puede ser tan grande como la imaginación de su autor.
En nuestro país no se suele comer o cenar con cócteles, pero en Estados Unidos, por ejemplo, es más habitual. En las celebraciones navideñas tampoco es lo normal, pero en ningún sitio está escrito que esté prohibido. ¿Por qué no incorporar uno cítrico para limpiar el paladar entre la carne y el prepostre, o incluirlo en la degustación de los turrones? ¡Claro que se puede! Lo atractivo de un cóctel reside en su degustación, pero tan sugerente o más es el momento de prepararlo. Invita a socializar y a compartir el instante de inspiración del autor. Lo mismo que cocinar para alguien, es una bonita forma de demostrar la amistad o el amor que se siente hacia las personas que lo van a probar.
Eso es lo que han hecho tres bartenders de Zaragoza: trasladar el cariño que día a día ponen en la coctelera a varias elaboraciones pensadas para el antes, el durante y el después de una comida navideña. Ellos lo tienen claro: se puede y se debe hacer y, además, es divertido. Y en el caso de los que proponen en este reportaje, fáciles de preparar.
Jorge Gómez es bartender de ‘Bloody’ (San Miguel, 38). Su Bahama mamma casi podría decirse que sirve para cualquier momento de una comida o una cena. Sus notas dulces invitan a pensar en el postre o a servirlo junto a los turrones, pero la fruta también sugiere su presencia antes de sentarse a la mesa. Incluso Jorge lo ve “maridando y equilibrando algún aperitivo salado o ácido”. En fin, que le ha salido un cóctel muy versátil, asociado a la cultura tiki, en la que rones y frutas tropicales van de la mano. Lo dicho, con la fuerza suficiente como para teletransportarnos a una playa paradisíaca de la Polinesia.
Tres uvas diferentes con el enlace de un cítrico. Esta es la propuesta de Borja Insa, de ‘Moonlight’ (Plaza San Pedro Nolasco, 2), para acompañar entrantes, marisco o pescado. Hay grandes vinos con mucha complejidad, pero los elegidos para este cóctel –Barolo, Sauterns y pisco– “la multiplican por diez”. Así de claro lo tiene su autor.
El amargor del Barolo con su punto dulzón; el goloso y aromático Sauternes, y el aguardiente peruano pisco aportan matices, muchos matices, para tomar en frío, “buscando, incluso, que funcione por contraste de temperatura junto a la degustación de un plato caliente”. Para hacer más sencilla su ejecución, Borja Insa sugiere que el vino Barolo se puede sustituir por un vermut “tirando a amargo”; el Sauternes por uno dulce como el moscatel y el yuzu por limón. El pisco es insustituible.
Grasshopper (saltamontes en inglés) es el nombre de un popular cóctel que se creó en Nueva Orleans en 1918. En la versión original lleva crema de menta, nata y licor de cacao. Roger Guevara, de ‘Mai Tai’ (centro comercial El Caracol, Paseo de la Independencia), ha transformado esta propuesta para darle un aire más tropical. Grasshopper tiki se llama. Roger tiene claro que casi podría funcionar como postre. “Es digestivo y aporta ese toque dulzón con el que tanto apetece terminar una comida navideña”, sugiere, mientras se relame probando el resultado final.
Al beberlo remite directamente al Trópico. El bitter elemakule tiki tiene la culpa, una mezcla de pimienta jamaicana, canela y varias especias que se utiliza mucho para estas bebidas. Es el producto más difícil de encontrar, pero se puede sustituir por unas gotas de vainilla o sirope de canela.
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