Recetas de potajes para Semana Santa
Un puchero que devuelve la vida
Dificultad
Fácil
Preparación
30’
Cocción
150’
Dificultad
Fácil
Preparación
30’
Cocción
150’
Combinar leguminosas y cereales ha sido en todas las culturas la fórmula perfecta para los días de abstinencia de productos animales o para las épocas de penuria. Con carne, con pescado y sin carne, o viudos, te traemos una receta con posibles variaciones para que hagas el tuyo a tu gusto para estos días de Semana Santa.
Estos alimentos se encuentran siempre juntos en las bases de todas las pirámides alimentarias. Garbanzos y lentejas con trigo, cebada o arroz en el Mediterráneo. Lentejas, garbanzos y alubias de soja con arroz en Asia. Frijoles y porotos con maíz en América. Trigo y otros cereales, como el arroz con leguminosas, en África.
Por ello resultó aconsejable este tipo de preparados en momentos de penuria (la situación más habitual del ser humano a lo largo de la historia) o cuando las poblaciones, por motivos religiosos, se sometían a la abstinencia de productos animales. En la dieta mediterránea es el pan el cereal que siempre acompaña al potaje de garbanzos y completa los compuestos de la leguminosa. También es el caso de las clásicas alubias pintas con arroz, en las que leguminosa y el cereal están juntos en el mismo plato, uno de los preparados que algunos de los lectores recordarán de su niñez.
En la doctrina cristiana de la abstinencia y de vigilias, que a finales del siglo XIX habían llegado a estar implantadas en más de 200 días al año, había jornadas en las que no se podía comer carne pero sí pescado. Para esa situación se diseñó el potaje con bacalao, el pescado más extendido entre los salados o los ceciales, y que se encuentra en la primera opción de terminación de este potaje.
Otros días no se podía comer ni carne ni pescado, pero sí lo que se conocía como lacticinios, leche y huevos, para los que se ha incluido el potaje con las pelluelas o rellenos pequeños de pan, leche y huevo, o el potaje con los huevos duros picados por encima. En otros no se podía incluir en la dieta ni carne ni pescado ni lacticinios. En esos días se servía el potaje viudo, sin nada, que tampoco está nada mal.
Las opciones hasta ahora descritas son todas exquisitas. Pero si, según indica la última, se le quiere dar marcha al potaje con el mordiente de la guindilla, poco o mucho según el gusto de cada cual, es conveniente la terminación al estilo turco, con el picante de estos frutos americanos que, el yogur escurrido, como todos los lácteos, matiza a la perfección.
En cuanto a la elección de la verdura que se le añade, y que hace esta plato aún más sabroso y alimenticio, se puede optar por las espinacas o por las hojas verdes de las acelgas, por lo que las pencas se reservan para otro preparado.
Picar la cebolla y los tomates. Picar también, no demasiado finas, las espinacas ya lavadas.
Escurrir y dejar en el mortero. Luego echar en la sartén la cebolla y la guindilla (si se le va a poner).
Esperar a conseguir un sofrito bien cremoso y agregar el tomillo y el pimentón, si se quiere poner. Apagar el fuego.
Es el momento de añadir las espinacas picadas.
Si el potaje se va a terminar como sería el de cuaresma más clásico, añadir en estos últimos minutos de cocción el bacalao bien escurrido y un poco desmenuzado. Con un hervor será suficiente.