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Los inventos de la agronomía moderna, la instalación de invernaderos y de otros artefactos, como las cubas de cultivos hidropónicos y, más modernos aún, los cultivos aeropónicos, el transporte aéreo, marítimo y terrestre, la conserva al natural, la refrigeración, los congeladores y hasta la comunicación mediante las redes sociales y la compra en línea han conseguido que sea normal adquirir y cocinar espárragos, tomates, pimientos, berenjenas o calabacines en otoño o pleno invierno, mientras cada día nos resulta menos extraño encontrar naranjas o mandarinas, remolachas, zanahorias, chirivías o pastinacas, batatas o boniatos, repollos o coliflores, nabos o puerros y hasta setas al final de la primavera o en pleno verano.
No es que yo me empeñe en denostar los inventos de la ciencia y de la técnica, que son una maravilla y nos permiten hacer nuestra dieta cada vez más variada durante todo el año. No estaría de más, sin embargo, recordar que las verduras, las frutas, los productos vegetales –y muchos animales– tienen sus temporadas en cada continente y en cada hemisferio, durante las cuales su calidad es más esplendorosa y están más ricos, además de que es cuando son más baratos, o debería ser así, aunque no me atrevo a afirmarlo.
Las verduras son los alimentos más extendidos en todas las cocinas del mundo. En primer lugar, resultan los menos costosos en general; segundo, satisfacen la alimentación de los adeptos al vegetarianismo; y, por último, con ellos se pueden preparar platos sabrosísimos y alimenticios combinados con otros ingredientes vegetales o animales.
No hay duda de que en todos los platos de estas verduras otoñales las especias y aromas que se les añadan tienen una importancia fundamental, pues pueden cambiar el color, el aspecto y el sabor de todas ellas y, además, hacerlas más fáciles de digerir. Pero en el caso de las de invierno son casi imprescindibles. Granos o mezclas de especias, hojas o flores que perfuman, vinos o vinagres y lácteos pueden reforzar sus sabores y refinar sus texturas.
La coliflor es, como su propio nombre indica, la flor de una planta de la familia de las Brasicaceae, cuyo nombre es Brassica oleracea var. Botrytis. Los capullos de esta flor se encuentran mucho más apretados y con un sabor más refinado cuando hace mucho frío y la cabeza de la flor está muy blanca, en otoño e invierno. En cuanto sube el calor en la primavera los capullos comienzan a abrirse, pierden esa característica apretada, adquieren un color amarillento y se agudiza el olor propio de las coles hasta hacerse muy intenso, aún cuando esté cruda la verdura.
En las cocinas de los continentes europeo, euroasiático y asiático se cultiva y se come desde los tiempos más antiguos, como todas las demás plantas pertenecientes a esta familia amplísima. Fue verdura muy apreciada en la Grecia clásica para acompañar pescados, combinada con los ramitos de la flor del brécol, de la misma familia. De esta verdura hay variedades de distintos colores, como la morada, y de aspecto muy diferente, como el romanesco, y aún otras.
El bahjí es como una especie de curry indio o, al menos, lo que los europeos consideramos un curry de verduras con patata. Suele ser un plato muy apreciado por los vegetarianos que comen lácteos aunque, si se desea, se puede eliminar el yogur.
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y COCCIÓN: 35-40 minutos
NOTA: Cuando no se sea gustoso de los aromas orientales, este mismo plato de coliflor y patatas se puede cocinar eliminando la mostaza, los granos de cilantro, el cilantro fresco, la lima o el limón y el yogur y sustituyendo la guindilla y la cúrcuma en polvo por pimentón dulce y picante de la Vera o de Murcia, además de añadir orégano y vinagre de Jerez. Otra opción deliciosa para paladares amantes de los sabores peninsulares, porque el pimentón le va a la coliflor y a las patatas como anillo al dedo. No en vano hay muchos platos de las dos verduras, juntas o separadas, con este polvo de pimientos secos rojo carmesí delicioso.
La espinaca, Spinacea oleracea, es otra de las verduras que está mejor en tiempo no muy cálido, pues en momentos de calor tiende a endurecer los tallos y nervios de sus hojas y a absorber más cantidad de los nitratos del suelo que la hacen más indigesta, sobre todo si se come cruda. Pertenece a la familia de las amarantáceas y llegó a la península junto con su nombre persa desde Irán, aunque no está muy claro si esto ocurrió en tiempo de los visigodos o ya en el de los hispanoárabes.
Se puede comer cruda, en ensalada, solo cuando las hojas son muy pequeñas. Pero, para mi gusto, está mucho mejor cocinada durante muy pocos minutos en agua hirviente salada y aliñada con un refrito de ajos, jengibre –opcional– guindilla y vinagre de Jerez, como en este caso, o con refrito en una mezcla de aceite de oliva virgen extra y aceite de sésamo -mejor crudo- de ajo, guindilla y jengibre, vinagre de arroz y salsa de soja. En ambos casos el plato se termina de forma inmejorable, bien con un huevo escalfado, bien con unas colas de gamba o unos filetes de lenguado salteados en un poco de aceite. El aliño los perfumará de maravilla.
En algunas fruterías de barrio, sobre todo ecológicas y asiáticas, se pueden encontrar las espinacas en ramo, de hojas más grandes, lanceoladas y muy sabrosas cuando son bien frescas y están tersas. Han desaparecido del comercio porque los tallos pesan más de la cuarta parte de las hojas y hay que tirarlos, suelen tener mucha tierra y son más incómodas de lavar. Pero son más sabrosas para servir cocidas, como en este caso, y absorben menos agua en la cocción y, por consiguiente, sueltan menos después de escurridas.
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y ELABORACIÓN: 25 minutos
NOTA: El microondas sirve para mucho más que para calentar la leche del desayuno o el agua del té, que no queda tan bien como parece. No hay que avergonzarse o esconder que se usa. Si todo o casi todo el mundo tiene uno en casa, por algo será. Es muy útil para asar berenjenas enteras, con la piel, o calabaza o batatas para hacer puré, sin que queden acuosas y para operaciones como la de este refrito y evita, en esta receta, tener una pequeña sartén con el aceite para hacerlo en medio de los fogones mientras se cuecen las espinacas y los huevos, que salpican agua. La variedad de tipos de estos hornos y sus potencias aconsejan hacer pruebas con tiempos y potencias distintas hasta encontrar la más adecuada en cada uno de ellos. Algunos pueden carbonizar el ajo y la guindilla en un santiamén y otros dejarlos crudos después de unos minutos. También tiene mucho que ver con el precio…
El repollo, Brassica oleracea var. capitata L., es la más extendida dentro de las especies de verduras de olor de hoja. Aparece en muchas de las cocinas de todos los continentes y tiene variedades características de los distintos países, algunas de las cuales crecen con las hojas muy separadas o algo separadas en lo que conocemos como berza –cuya variedad verde oscura o negra se suele llamar ahora con su denominación en inglés, kale– cuando el repollo propiamente dicho presenta las hojas muy apretadas en una especie de capullo muy cerrado. Como a todas las verduras del grupo le viene muy bien el escaldado previo a la cocción. Ayuda a la digestión y evita muchos de los gases intestinales que pueden formar todos los ingredientes vegetales con compuestos azufrados.
Su temporada ideal es el otoño y el invierno, es cuando está más suave y delicado. Sus hojas se prestan con facilidad, una vez escaldadas, a formar paquetes con rellenos de diversos ingredientes, de hoja en hoja o la col completa, como en este caso, que lo convierten en un plato único bastante completo.
La variedad de repollo rizado y un poco verde, con forma más globosa que el blanco, achatado y de hojas más apretadas unas contra otras, es mejor para este plato, porque se separan mejor una vez escaldado.
NOTA: Si no se quiere hacer el relleno con carne de salchichas o de butifarra, comprar carne picada de ternera, hasta de cerdo o de gallina, que tenga algo de grasa. Si la carne no es de las salchichas, habrá que especiar el picadillo con mucha cantidad de macis o nuez moscada, un poco de pimienta y sal al gusto. El macis lo forman la fibras secas, el arilo, que recubre la nuez de la nuez moscada bajo su carne y, ya molido, es la especia más abundante del picadillo de salchichas de toda Europa desde hace muchos siglos, pero se puede sustituir por nuez moscada, que es casi lo mismo, pero no es igual.
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