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La sangría parece llevar ese nombre por el color tinto del vino con el que se elabora, pero como vivimos en el tiempo en el que nada es lo que parece y las denominaciones se aplican con desenfado total, ¿por qué no vamos a llamar así a las bebidas frescas elaboradas con un líquido con cierto grado de alcohol, frutas diversas y un refresco o agua gaseosos? En eso consiste en realidad la sangría, una de las bebidas veraniegas clásicas. Con esas premisas y la osadía reinante, he aquí unas cuantas que, aunque no lo son en puridad, sí lo parecen.
Para servir estas bebidas frías sin que el hielo acabe aguándolas, sobre todo cuando tienen que esperar, con la consiguiente pérdida de aromas, alcohol y sabor, se pueden utilizar jarras que tienen un compartimento con salida al exterior que se llena de hielo, cubitos como los que se encuentran en el mercado de esteatita –un mineral bastante inerte, que también se utiliza para fabricar cazuelas– o cubiteras de plástico estancas que no dejan salir el agua cuando se funde. También se puede meter la jarra en otro recipiente mayor lleno de hielos.
Esta sangría –cierto pundonor profesional me obliga a buscar el color al menos rosado de este refresco– se basa en el famoso Bellini de paraguayas y prosecco, en el que la fruta se tritura congelada y el vino prosecco, que tiene aguja, se revuelve con esta especie de sorbete de fruta antes de verter en copas alargadas de champán. El nombre alude y homenajea al pintor Bellini, muy gustoso en sus pinturas de los colores rosados. Parece que surgió o se inventó en el 'Harry’s Bar', de Venecia.
En plan más refinado, sin gaseosa, se podría hacer con champagne rosé y el dulzor de la fruta en exclusiva, pero aquí viene a cuento, como en ningún otro lugar, aquel comentario, creo que de Eugenio D’Ors, Las experiencias con gaseosa, joven. Parece que estas palabras no se referían a tratar el champagne rosé de forma tan torpe mezclándolo con frutas, sino a la inexperiencia del camarero al descorchar la botella, pero sirve.
(para 1 litro y ¼ aproximadamente)
Si no se dispone de buenas paraguayas blancas –porque también las hay amarillas– se pueden sustituir por melocotones o pavías de pulpa blanca, que también tienen, como las paraguayas, tonos rosados cerca del hueso.
¿Por qué no aprovechar el trou normando, ese trago de calvados que limpia la boca entre platos de distinta naturaleza en Normadía, como inspiración para una "sangría" de limón?
Hasta hace relativamente poco en la cocina más refinada era normal servir un sorbete con algo de alcohol muy seco y zumo de limón en las comidas de muchos platos para "limpiar" el paladar de los primeros y entrantes, a veces con tonos ácidos, como ensaladas o verduras, y atacar los de carnes contundentes y salsas con cuerpo con las papilas gustativas a estrenar.
En este caso la inspiración se va a quedar en eso, porque esta especie de sangría de limón no será como uno de aquellos sorbetes, ni tendrá color de sangría ni nada por el estilo, pero será muy rica.
(para 1 litro y ¼ aproximadamente)
Esta sangría no es la clásica, pero, si se hace con brevas, tendrá un color púrpura cercano al del vino. Se puede preparar con vino rosado o un tinto ligero, para darle aún más color. El pacharán añade un poco más de tono tinto, pero se puede hacer con un orujo o destilado seco, si no se quiere añadir más azúcar que la que suministran las frutas y el azúcar del almíbar en el que se cuecen.
(para 1 litro y ¼ aproximadamente)
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