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Moulin chocolat (Madrid). Ricardo Vélez estudió en la Escuela Superior de Pastelería de Madrid, pasó por el obrador de Lhardy y en 2006 decidió abrir su propio negocio, que desde hace algunos años comparte con Sonia Andrés, nacida en Suiza y de madre pastelera. La influencia la reciben de la alta repostería francesa pero también dan sus toques personales, como en la creación de macarons salados. En verano, no hay que dejar pasar sus helados Crème Glacée, para llevar y degustar en El Retiro, junto a la pastelería.
Celicioso (Madrid). Todos aquellos que piensan que los productos sin gluten son más caros pueden ver que se equivocan en este local cercano a la Gran Vía madrileña. A Santi Godfrid le diagnosticaron celiaquía hace cuatro años y por eso decidió montar este local donde se pueden adquirir todo tipo de tartas, clásicas y modernas, también sándwiches, panes, lasañas, galletas y, por supuesto, tartas personalizadas.
Pomme Sucre (Madrid y Gijón). Los adictos al chocolate pueden satisfacer sus necesidades tanto en Gijón como en Madrid. Julio Blanco, Premio Nacional de Gastronomía Paco Torreblanca al Mejor Pastelero-Repostero 2011, prepara coulants, brownies, tartas, bombones, crema de chocolate para untar o las famosas milhojas de crema con merengue. También ofrece bollería tradicional como el croissant, las caracolas o el panettone. Destaca el diseño de sus locales, muy cuidado, tanto como sus empaquetados.
Pastelerías Martina de Zuricalda y Bilbao (Bilbao). La sexta generación de pasteleras regenta hoy un establecimiento que abrió sus puertas en 1830. Ya son todo un referente en Bilbao, donde nadie se queda sin probar sus bollos de mantequilla –el suizo relleno–, las Carolinas –una pequeña tartaleta de hojaldre rellena de crema y finalizada con merengue– o los pasteles de arroz –hojaldre relleno de crema, parecido al pastel de Belem, y que en un principio llevaba harina de arroz–.
Arrese (Bilbao). También en Bilbao se encuentra el que desde 1852 es el palacio de las trufas (dulces, claro). Son cremosas y recubiertas de crema y chocolate en polvo. Con el auge de la industria vizcaína de finales del siglo XIX proliferaron sus locales pero tras la Guerra Civil solo se mantuvo el de Gran Vía, abierto en 1923. Actualmente, son cuatro sus establecimientos en la ciudad donde se pueden conseguir trufas de nata, de chocolate, de naranja y de crema de café.
Mamá Fambroise (Madrid). Ha sido de las más recientes en llegar a Madrid, pero ya es conocida por todos los capitalinos. Fue ideada por el pastelero Alejandro Montes, que quería conseguir unos dulces de alta costura. Lo ha conseguido en sus dos espacios, el de Alonso Martínez y el de Platea, inaugurado este verano. Además de clásicos bizcochos o tartas, su punto fuerte son las especialidades francesas, como el macaron.
López Mezquita (Granada). El matrimonio formado por Cristóbal López y Dolores Mezquita inauguró su pastelería en 1862 y desde entonces han pasado por sus mesas ilustres como Federico García Lorca. Además de bizcochos y tartas tradicionales, su especialidad son los pasteles con raíces árabes como el hojaldre, la pastela moruna, los piononos (originarios de Santa Fe, el campamento base de Isabel la Católica durante la reconquista) o los felipes de merengue.
Gorrotxategi (Tolosa). Rafael Gorrotxategi es el maestro confitero de un obrador familiar que se surte de los mejores chocolates del mundo. El proceso de elaboración de sus dulces es principalmente manual y los métodos son totalmente tradicionales. De sus instalaciones salen hacia toda España los xaxus, las tejas, los cigarrillos o el turrón. Una vez en la tienda, no se olviden de visitar el Museo de la Confitería, en el edificio contiguo, con artilugios desde el siglo XV hasta la actualidad.