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Julio Blanco, discípulo de Paco Torreblanca, y su equipo preparan artesanalmente todo lo que presentan, de manera exquisita, en sus establecimientos de Madrid y Gijón. Su croissant y el chocolate a la taza son sus dos productos estrellas, que en Navidad compiten con los turrones, los mantecados y los polvorones.
En plena judería toledana, un escaparate acapara la mirada de los viandantes. No es para menos, pues allí unas monjas de tamaño muñeca hechas con mazapán trabajan a destajo. Dentro el mazapán ya es comestible, en forma de pastelitos o tarta. También hay una gran variedad de tés. Otro de sus atractivos es la cercanía a la iglesia de Santo Tomé, donde reside El Entierro de Conde Orgaz de El Greco.
Para los que busquen una merienda algo más canalla, ¿qué tal acompañarla de un black russian, el cóctel de licor de café y vodka? De comer hay todo tipo de tartas caseras, muy recomendables la de zanahoria y el cheesecake de chocolate. Un local que podría denominarse hipster, pero con un servicio clásico, como si de un restaurante clandestino se tratase.
En la planta baja de la casa diseñada por Gaudí se ubica una cafetería con mobiliario sesentero y techo modernista. Su oferta es variada: frutas, tartas, muchos pasteles… pero sobre todo es un lugar donde sentirse de nuevo en la Barcelona burguesa de principios del siglo XX.
Cayetano Muñoz, como muchos profesionales cereros, fue mudando su oficio, el de hacer velas y cirios, al de la pastelería. El ingrediente principal era el mismo: la miel. Rondaba el año 1855 y ahora son sus herederos quienes continúan con el negocio en los tres establecimientos de la ciudad. No hay que dejar de probar su turrón de guirlache de Jerez con almendra marcona del Bajo Aragón o sus Besos de los Amantes.
Hija de italiano y alemana, Manuela decidió montar una pequeña pastelería en una de las calles más modernas de la Ciudad Condal. En lo que antes era una peluquería (todavía conserva su cartel) ahora se elaboran tartas de manzana, de queso o la famosa Sacher.
El apelativo granja no es casual. Así solían llamarse las lecherías, que fueron mudando su trabajo hacia el de local donde ofrecer un café o un buen chocolate. Es el caso de este local, lugar de nacimiento del famoso Cacaolat, y donde desde 1870 se sirven también chocolate caliente con nata (el famoso suizo), crema catalana, flan, churros e incluso embutidos.
Un clásico granadino, donde la tradición dulcera de los árabes está más presente que en ningún otro lugar. Es verdad que los Piononos auténticos son los de Casa Isla, en Santa Fe, pero los de López Mezquita compiten en la misma liga, como sus hojaldres, uno de los mejores compañeros del café de la ciudad de la Alhambra.
Un pequeño pueblo pontevedrés recibe al visitante con una merienda casera. En este pequeño establecimiento, que en realidad es el bar de una casa rural, se toman bizcocho de nueces, chocolates o embutidos. La mayoría de sus productos son caseros, pero ojo, en épocas de frío solo está abierto durante los fines de semana, ya en verano el horario se amplía a todos los días.