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Pilar Gracia y Ernest Guasch son los osados enólogos que hace diez años decidieron transformar una intuición en un proyecto de vida. “Cuando estudiábamos ya se hablaba de que los viñedos iban a tener que crecer en altura y que, a altitudes de mil metros, se obtienen vinos muy frescos”. El cambio climático les está dando la razón y aquella apuesta arriesgada hoy se parece mucho a una bodega consolidada. Pequeña, sí, pero con los cimientos asentados. ‘Bal Minuta’ se llama.
Hay que llegar hasta Biescas y continuar por la N-260a hasta Gavín donde, a la derecha, está el desvío a Barbenuta. Es un tramo de apenas ocho kilómetros por una carretera de montaña. La bodega no tiene pérdida. Está unos metros antes de llegar al pueblo.
A mitad de la subida, los árboles desaparecen. A la izquierda se dibuja una pared estratificada de piedras, una especie de sándwich de losas y arcillas. Llegados a este punto, se puede dejar el coche a la derecha en un aparcadero. Merece la pena parar un momento y asomarse con cuidado para contemplar la profundidad del barranco.
A criterio del visitante queda cómo organizar la ruta: si antes naturaleza y luego viticultura, o al revés. En cualquier caso, tal vez lo más recomendable es conocer primero el proyecto bodeguero más alto de la Península Ibérica. Más que nada porque las visitas están programadas de jueves a domingo a mediodía (12:00 horas).
No hace falta que sean grupos grandes. Pilar y Ernest atienden igual a una pareja que a 15 personas. No es habitual que los propietarios y enólogos hagan los recorridos enoturísticos, pero ellos son así, multifunción. El proyecto lo han dimensionado para llegar a todo con sus cuatro manos, salvo en momentos puntuales como la vendimia.
‘Bal Minuta’ se inauguró el año pasado, aunque en 2015 empezaron a elaborar vino en una nave compartida en Biescas. Está excavada y enterrada bajo tierra en una zona con una pendiente de más del 20 %. Desde la carretera casi no se ve. Está totalmente integrada en la montaña y la crianza del vino se hace a una temperatura estable todo el año. “No estamos conectados a la red, el 100 % de la energía es fotovoltaica y el frente acristalado nos permite tener mucha luz, sobre todo en invierno, cuando el sol va más bajo y calienta la bodega”, comenta Ernest.
“Mi familia es de Barbenuta; tenemos campos a una altitud de hasta 1.350 metros”. Eso sí, estaban abandonados. “Hicimos algunas pruebas y nos lanzamos a la aventura plantando tres viñedos”, recuerda Pilar. Lo dicho, los más altos de España.
Apostaron por variedades de ciclo corto, “que brotan más tarde y maduran antes”. Y lo hicieron basándose en los vinos del mundo que más les gustan: riesling, pinot noir y chardonnay. Hace unos años adquirieron unos viñedos viejos de garnachas centenarias en el Valle de Hecho y su última apuesta ha sido una pequeña parcela en Rapún, cerca de Sabiñánigo, de merlot y tempranillo. En total, tres hectáreas. Es todo su patrimonio terrenal.
“¿Da para vivir?”. Es otra pregunta recurrente. “En España somos grandes productores mundiales de vino a un euro el litro. Esa no es nuestra guerra”, comenta la pareja. “Nuestros vinos son muy especiales y diferentes, y cuando lo explicas, la gente entiende que su precio sea más elevado”.
‘Bal Minuta’ está dimensionada para que la producción máxima sea de 18.000 botellas, una minucia para cualquier bodega mediana. “No queremos crecer de forma desmesurada; este es un proyecto profesional pero también familiar y ahí nos vamos a quedar”. Paseando por los viñedos, llama la atención que estén cubiertos con mallas. “Desde junio a octubre -cuenta Pilar-, para proteger los racimos de las heladas en primavera y de las pedregadas en verano”. Pero los problemas climáticos no son los únicos. “Hemos tenido que vallar los campos a conciencia; incluso poner pastor eléctrico en la vendimia porque los jabalíes son insaciables”, explica Ernest.
Corzos y zorros también son visitantes asiduos. Estos últimos, con ganas de hacerse con alguna de las ocas que pasean por las viñas como apreciado botín. “Nos gusta que estén las ocas porque se comen la hierba y es bonito verlas entre las parras”, asegura la pareja.
El Vino de las Nieves. No podían tener otro nombre sus criaturas. Una de ellas, tinta, ha ganado una medalla de oro en el Concurso Mundial de Vino de Bruselas, “así que muy mal no lo estaremos haciendo”. También hay una versión en blanco, y el aromático, floral y elegante pinot noir. Hasta un espumoso se han animado a elaborar con el nombre de sus hijos, ManelMía.
Pinot noir es una variedad típica de la Borgoña, que en España es difícil replicar si no se hace a cierta altitud y frescura. Algo parecido sucede con la riesling y la chardonnay que emplean para el espumoso. “Buscamos que tenga buena acidez para que sea más fresco y aquí la conseguimos. Podemos hacer largas crianzas y mantener una buena fruta gracias a la climatología de la zona”, apunta Ernest.
La visita da mucho juego y tras estas explicaciones, como que apetece probarlos. Así termina el recorrido: catando tres vinos y degustando quesos y embutidos del Pirineo. Por la tarde, coincidiendo con la puesta de sol y el crepúsculo, merece la pena volver a ‘Bal Minuta’ para poner el lazo a esta ruta viviendo otra experiencia mágica. Pero antes, llega la hora de comer y dos opciones muy interesantes son los restaurantes ‘Vidocq’ (1 Sol Guía Repsol), en Formigal, y ‘El Montañés’ (Recomendado Guía Repsol), en Biescas.
El sonido del agua al romper en las piscinas naturales del entorno invita a relajarse y prolongar la sobremesa, pero queda disfrutar de la última propuesta de la ruta: volver a la bodega. De jueves a domingo, a media tarde durante el verano, se activan las iniciativas culturales: cine al aire libre, monólogos de humor, talleres de pintura, paseos interpretativos, conferencias o conciertos.
El día de la visita, los artistas locales Miguel Lardiés y Jaime Gabarre ofrecieron un animado repertorio de temas propios y versiones maridado en las pausas con dos vinos de la bodega. En el interior hay una pequeña sala de exposiciones donde se muestran obras de artistas locales. “Además de la vertiente vitivinícola -cuentan Pilar y Ernest mientras llenan las copas de sus invitados-, nos hemos propuesto dinamizar la cultura en el medio rural y en ello estamos”.
Acaba el concierto pero no termina la experiencia. Cae el sol, se acerca el crepúsculo y es el momento de subir al tejado de la bodega, a la era de las viñas. En esta pradera natural hay una especie de food truck que hace las veces de cocina donde se prepara el picoteo. Llega un grupo de amigos con ganas de probar todos los Vinos de las Nieves y Ernest ejerce de perfecto anfitrión. Una sencilla carta contribuye a que su degustación se alargue. Merece la pena que así sea porque lo que llega después, de noche cerrada, es sencillamente increíble.
El patrimonio intangible de la humanidad que son las estrellas se muestra en todo su esplendor. La bodega está en una zona protegida del barranco, así que no hay contaminación lumínica: ni del cercano pueblo de Barbenuta, ni de las localidades más grandes del valle. No puede haber mejor colofón a esta jornada pirenaica que tumbarse en la hierba a contemplar el cielo.
‘BODEGAS BAL MINUTA’ - Calle Baja, 7. Barbenuta-Biescas (Huesca). Tel. 677 254 659.
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