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“Este albariño tiene su origen en nuestro amor por cuidar y mimar celosamente sus nobles cepas. La tierra y el sol de nuestros viñedos hacen que los enólogos más expertos lo cataloguen como el príncipe dorado de los vinos. Así reza la etiqueta del vino de Don Olegario, una bodega familiar que lleva tres generaciones mimando sus albariños y que permite al público probar sus caldos a la sombra de sus parrales.
María Falcón y sus cuatro hermanos se han criado entre viñedos. María y su hermano Fernando, sobre todo, han mamado el amor por el vino, por la tierra y por el albariño. Su abuelo, Adolfo Falcón, fue quién comenzó con la tradición en los años 50, y su padre, cuyo nombre ha heredado la bodega, fue quién levantó con mucho esfuerzo las casi 5 hectáreas que hoy rodean un pequeño edificio blanco de tejados rojos. En su interior se lleva a cabo toda la elaboración del vino, que desde 1988 cuenta con la D.O. Rías Baixas.
La bodega de Don Olegario está totalmente integrada dentro de los viñedos, un entorno privilegiado donde la familia Falcón fomenta el enoturismo desde hace unos años. No están interesados en recibir grandes grupos. De hecho, aceptan visitas de una sola persona, de parejas o de pequeños grupos de amigos con el fin de dar un trato más cercano e individualizado. Quieren hacerles sentir como en su propia casa.
Como buena anfitriona, María descorcha una botella de Mi mamá me mima, un albariño joven, fresco, desenfadado, informal, con toques frutales y muy goloso.”Es un vino perfecto para iniciarse en el mundo de los albariños y para tomarlo durante el aperitivo", explica María mientras llena las copas de sus invitados.
Ya van por su tercera añada y el vino en sí mismo es todo un homenaje a su madre, Encarna, cuya caricatura protagoniza una simpática etiqueta. “El carácter joven del vino se identifica también con unas alusiones a los antiguos cuadernos rubio y a la caligrafía infantil que aparece en la etiqueta trasera”, cuenta María. Además, este vino puede presumir de haberse llevado una Medalla de Oro en el VinoSub30 España 2016.
La visita continúa con un agradable paseo por los viñedos, por donde corretean varias gallinas a su antojo y donde, de vez en cuando, se deja ver Socio, el perro de la familia. Aprovechando la agradable sombra que dan los viñedos, María explica cosas interesantísimas como el funcionamiento del tradicional cultivo en parrales con postes de granito, muy típico de esta zona de Pontevedra. También habla de la sostenibilidad de la Finca, donde no utilizan químicos ni fertilizantes, de la selección manual de las uvas, y de cómo el mar, a tan sólo un kilómetro de distancia, aporta unos toques agradables de salinidad en el sabor de los vinos.
Tras los viñedos, se visita la bodega, una pequeña sala con grandes barricas de acero inoxidable donde se controla minuciosamente valores como la temperatura y la acidez de los vinos. Muy cerca, se halla la sala donde una pequeña máquina embotella con corcho natural el vino que procede de las barricas, para después etiquetarlo y colocarlo en cajas en su almacén.
Antes de salir de nuevo al exterior, hay otra sala con varias estanterías acristaladas llena de historias y anécdotas. Es su pequeño museo. Aquí guardan botellas de todas sus ediciones de vinos y aguardientes, como la Especial de Don Olegario, con un etiquetado muy floral preparado especialmente para el mercado de las islas Baleares, o las dos botellas de la añada de Media Pipa de Don Olegario, una producción de 2000 botellas de vendimia tardía envejecidas en barricas de roble francés durante 3 años. "Dos joyas que guardamos como sangre de unicornio”, comenta entre risas esta gallega.
La segunda degustación se hace en uno de los rincones con más encanto de la bodega: el Wine Bar. Es una pequeña terraza de sillas y mesas pegadas al viñedo. Hay incluso algún que otro banco colocado bajo las parras. “Hay pocas bodegas que ofrezcan un lugar así”, cuenta María orgullosa. Mires por donde mires, ves verdor, naturaleza… El atractivo del lugar lo aprovechan para organizar de forma puntual actividades como actuaciones musicales, comidas campestres y otras iniciativas como la que tienen preparada para el 14 de agosto, en la que un foodtruck servirá buena carne gallega entre viñedos.
Para terminar, llega la segunda degustación. María sirve una copa de Don Olegario, el rey de la casa, un fantástico vino “equilibrado, untuoso, redondo”, en palabras de su creadora. De apariencia, es un vino muy atractivo, de un amarillo pajizo con destellos verdosos, muy brillante. Envejecido durante 8 meses en barricas de acero inoxidable, es un vino muy noble que invita a seguir bebiendo.
“La temperatura ideal para tomarlo es de 11 a 12 grados. Si lo sirves muy frío ocultas todo el sabor”, cuenta María, al tiempo que aconseja dejar templar unos minutos el caldo en la copa. Para picotear, sirve un poco de jamón ibérico, paté de centollo (elaborado por unos amigos suyos); y varios trozos de empanada casera, cocinada por su madre. El entorno, la comida, la compañía y sobre todo el vino son razones más que suficientes para no querer marcharse nunca de aquí.
Dirección: Refoxos s/n – Corbillón, 36634 Cambados. Teléfono: 986 52 08 86
Precio botellas: Don Olegario (12 euros). Mi mamá me mima (8 euros)
Ofrecen varios tipos de visita, con o sin maridaje, que duran entre los 50 y 90 minutos y cuestan entre 6 y 26 euros por persona. Todas ellas incluyen una copa de vino.
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