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Es ingeniera agrícola, sumiller de La Terraza del Casino desde 1999 y Premio Nacional de Gastronomía al Mejor Sumiller en 2003.
Porque no deja de ser algo muy artístico. Cada vino es un mundo, cada productor es un mundo.
Siempre le digo a le gente a mí me pagan por beber y dar envidia. Nuestro trabajo consiste en la gestión de la bodega (saber lo que compras, a quién y cómo conseguir el mejor precio) y, lógicamente, somos vendedores de vino en sala.
Siempre decimos que tenemos que tener bastante sentido común y ser algo psicólogos. Debemos intentar interpretar bien qué está pasando en una mesa.
Creo que sí. Al final, ninguno de nosotros es perfecto, pero estamos muy expuestos y tenemos unas opciones altísimas de meter la pata. Uno bueno es alguien que tiene formación, está siempre al día, cata vinos (cuantos más, mejor), es responsable, serio y sabe mantener la bodega de su restaurante. Malo es el que va dando charlas, vende vinos caros, no es discreto, no tiene buena formación y no conoce los vinos. Tampoco hay que olvidar que el protagonista de la mesa no es el sumiller, ni el maître, es el cliente.
No, mi forma de ser sigue siendo la misma. Sí es verdad que he ganado experiencia. Cuando empezaba creía que sabía muchísimo, después de un montón de años empiezo a ver que entiendo algo.
Ha dejado de serlo, afortunadamente. Antes no, pero hoy en día en los cursos de especialización hay mitad chicos y mitad chicas.
Es sumiller del restaurante Mugaritz, recibió el premio al Mejor Sumiller de España en 2014 y en abril de este año representará a España en el Concurso Mejor Sommelier del Mundo (en Argentina).
Eso dicen. Al final soy uno más, un gran apasionado de mi trabajo. Por suerte, vivo de lo que es mi pasión.
La emoción y la pasión en una botella se pueden sentir y degustar. Cuando un productor tiene un cariño especial por sus viñas y las cuida, tatúa a fuego la emoción y eso se percibe. En una copa hay más que uva fermentada: hay sentimiento, pasión y ganas reales de querer transmitir.
Tiene un poco de las dos y, aparte, algo pasional. Al final, tiene que ser algo que realmente ames y sientas hasta con el último latido de tu corazón. Es parte de mi forma de ser, es un mundo maravilloso. Nuestra forma de vida es muy bonita.
Es parte esencial de mi día a día. En vacaciones, en vez de irme a la playa me voy a conocer viñedos, si tengo un finde libre viajo al Douro a conocer sus viñas y probar añadas viejas. No me escapo de la sumillería ni aunque quiera.
Lo primero es conocer qué es lo que tenemos en España, su geografía, zonas y uvas. Después, hay que probar vinos de aquí y de otros países, de otros estilos. El mundo del vino es inmenso e intenso. Es como si fuese un océano gigante que nunca termina. Todos los días se puede aprender y esa es una de las cosas que te dan una cura de humildad.
Debe existir en nuestra vida porque es la base del conocimiento. El sumiller debe ser humilde, tener pasión y unas ganas infinitas de nunca parar de descubrir.