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Si te interesa el enoturismo, Alella podría ser tu próximo Valhalla vínico. Veinte minutos, según el cálculo más optimista de Google Maps. Este es el tiempo que se tarda en llegar desde el centro de Barcelona al centro de esta encantadora localidad que rezuma espíritu mediterráneo por los cuatro costados.
La Denominación de Origen Alella vive pegada al mar, ocupando 31 municipios de El Maresme, comarca que une la Ciudad Condal y el inicio de la Costa Brava en un continuo de playas. Las conexiones con la capital catalana son muchas y buenas, y el transporte público es tan eficiente que uno podría pensar que no ha salido de la ciudad si no fuera por el azul del mar y el verde de los pinos.
El plan perfecto empezaría un viernes de julio al atardecer en Mas Salagros. Se trata de un eco-resort con spa, confiado a Aire Ancient Baths y situado en un anfiteatro de pinos de la cara norte de la D.O., tan fresco como sus piscinas y tan íntimo como las espectaculares suites que dan al jardín. La tentación de no salir del hotel, perfumado con aromáticas y dotado de dos restaurantes y un wine-bar con una buena representación de vinos de la zona, es grande, pero mayores son las ganas de explorar un territorio disfrutón de vino y gastronomía.
Tras la inevitable piscina es recomendable acercarse a cenar a ‘Vilanova Casa de Menjars’, a tres minutos del hotel. Es un pequeño restaurante con trato muy profesional y una cocina formada en ‘Mugaritz’ (3 Soles Guía Repsol), en la aventura berlinesa de Paco Pérez y en el ‘Suculent’ (1 Sol Guía Repsol) del gran Toni Romero, ni más ni menos.
El Menú Festival es un ídem y sale a 36 euros, un chollo considerando la altísima calidad de sus elaboraciones, que son como fuegos artificiales en el paladar. Pero aquí hemos venido a beber. En la carta breve, pero muy bien seleccionada, aparecen varias de las bodegas de D.O. Alella, entre ellas la que protagoniza lo mejor de la oferta enoturística de la zona.
Es ‘Alta Alella’, la bodega regentada por Mireia Pujol-Busquets i Guillén, una joven y consolidada enóloga que, además, ha diseñado una oferta enoturística que ha merecido el premio de los sumilleres catalanes en 2022. La visitaremos a la mañana siguiente y nos convencerá de que los sumis no exageraban.
‘Alta Alella’ está situada en el típico valle del Maresme. La cima roza los 250 metros y las viñas descienden abruptamente hasta quedarse a treinta metros del Mediterráneo, que las marina con una salinidad que traspasa a los vinos. El suelo característico se llama sauló, es muy pobre y drena bien, algo adecuado para recibir las lluvias torrenciales de finales de verano
Otra característica de este suelo es su luminosidad, el cuarzo degradado del granito destellea y genera una luz especial. Lo mejor es empaparse de ella y alternarla con el brillo que devuelve el mar azul a la sombra del pabellón enoturístico de la bodega, centro de numerosas actividades: recorridos en 4X4 o excursiones en barco desde Barcelona que terminan en el viñedo; visitas teatralizadas para familias; catas -obviamente-; yoga, y sesiones de dj míticas en un wine-bar, donde pueden pinchar Delafé o Axel Pi (Sidonie). El espacio es espectacular, podríamos decir que es un state of the art chiringuito. Siento el esnobismo, pero no se me ocurre mejor descripción.
Cuando decidas abandonar ‘Alta Alella’ -te costará-, después de haber probado alguno de sus magníficos vinos tranquilos -no te pierdas Cau d’en Genís, una magnífica panza blanca; ni tampoco Merla, extraordinaria monastrell- o espumosos -sus refrescantes pét-nats o sus cavas de larga crianza son un espectáculo-, puedes acercarte al ‘Celler Jordana’, en el centro del pueblo.
Ahí encontrarás más de 500 referencias a la venta -no todas de la D.O. Alella, claro- que por las noches puedes descorchar ahí mismo mientras eliges entre un menú de tapas elaboradas con toneladas de ingenio y buen gusto, latas de calidad suprema y una simple salamandra como todo aparejo culinario. La ‘Compañía d’Alella’, la Compa para los amigos, es otra tienda imprescindible con un ambiente más popular y muy concurrida durante el aperitivo.
Llevas solo un día y medio aquí y no quieres irte. Cerrando el círculo, puedes volver a Mas Salagros para cenar en el elegante ‘Restaurant 1497’, que ofrece una cocina basada exclusivamente en productos ecológicos de productores de proximidad, o visitar ‘Can Poal’ (Recomendado Guía Repsol), una preciosa masía de cuya cocina salen platos de cocina catalana modernizada.
La D.O. Alella, una de las más antiguas de España y formada por tan solo siete bodegas familiares -en un fin de semana te da tiempo a visitarlas todas-, es uno de los destinos enológicos más prometedores del momento. Muy pocas áreas vitivinícolas cuentan con la proximidad de una puerta de entrada tan potente como Barcelona y ninguna combina lo anterior con la proximidad al Mediterráneo. La visita es un baño de vino, de luz y de un buen rollo exquisito.
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