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A unos 12 kilómetros de Sevilla y mirando al río Guadalquivir hay una localidad en la que el apellido Japón es muy común. Y no es un capricho, sino una muestra del pasado de Coria del Río en relación al país del sol naciente. Por las calles de esta población andaluza podemos encontrar rótulos en japonés no solo en las tiendas más modernas, sino también en el ayuntamiento o en las tradicionales abacerías y tiendas de ultramarinos. Y es que Coria del Río es un pequeño trozo de Japón a la andaluza en España.
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Cuando la bruma de la mañana flota sobre las aguas del río, en la ribera coriana se alza la figura enigmática de un samurái. Es la estatua en honor a Hasekura Tsunenaga, que recuerda el fuerte lazo de Coria con el país nipón y la visita de aquel samurái y diplomático en el siglo XVII, la cual la Prefectura de Miyagi regaló a la ciudad.
En el siglo XVII, Hasekura remontó el Guadalquivir tras un largo viaje desde Sendai y una parada previa en México. Según los historiadores, su labor era conseguir el favor del rey español Felipe III y del Papa Pablo V para que Japón tuviera acuerdos comerciales con América y el sur de Europa. Mientras Hasekura y otros miembros de la embajada visitaban al rey y al pontífice, parte de la delegación quedó en Coria del Río al cuidado de los barcos. Cuando Hasekura regresó para emprender el viaje de vuelta, muchos de ellos decidieron quedarse en España e incluso ya habían formado familias. Los Japón son los descendientes de aquellos que decidieron quedarse y el motivo por el que las visitas entre representantes corianos y japoneses son habituales.
Antonio Bizcocho, que era técnico de turismo del Ayuntamiento de Coria, tuvo una idea en una de las recepciones a japoneses en la localidad. “Cada vez que venía una delegación de Japón le ofrecíamos como presente lo que teníamos, que a veces era una Virgen del Rocío y otras algún libro que se hubiera presentado y que tuviera que ver con Coria. Aquello no creo que fuera representativo, lo aceptaban, pero no sabían lo que era”, explica. Por ello, en 2005 empezó a darle vueltas a la idea de crear algo genuino que uniera Japón con Coria.
Fue en 2017 cuando conoció a Enrique Sani, de las ‘Bodegas Árabe’, en cuyas instalaciones decidieron hacer el primer sake español. “Aquel sake estaba bueno, pero aquí no hay cultura de sake. Estamos en tierra de vino y la gente prefiere un tinto o un vino dulce”, argumenta el emprendedor sobre este licor de arroz tradicionalmente japonés.
Tras pruebas y errores, fue cuando decidieron hacer un licor que uniera los sabores de ambos países, el sake tradicional con el arroz con leche: Keicho Sake. Lo presentaron en Coria el día que se celebraba el cuarto centenario de la salida de Hasekura del pueblo de vuelta a Japón, y fue “una verdadera locura”.
“Dimos litros y litros y la gente lo iba probando y le encantaba. A partir de ahí llegamos a un volumen de ventas importantes y comenzamos a hacer una línea de licores”, rememora Bizcocho mientras observa las vistas del pueblo desde la singular Ermita del Cerro de San Juan, una joya del siglo XV que corona el cielo de Coria a la que se llega tras recorrer una larga escalinata. La tradición dice que Hasekura subió hasta esta ermita en su estancia en Coria, ya que en la travesía lo acompañaba el fraile Luis Sotelo, que era franciscano y en ese momento era la orden la que se encargaba del templo del cerro.
En la vecina provincia de Badajoz, Manuel Suárez enseña el proceso de fabricación en la fábrica de Almendralejo, donde también se embotella posteriormente Keicho Sake. Suárez explica el proceso industrial para transformar el sake en la crema de arroz con leche que comercializan en Coria del Río. Entre los ingredientes están la crema de leche, el arroz hidrolizado para elaborar el alcohol, el azúcar, la canela y el limón. Y un agua muy pura, descalcificada y desclorificada a cero grados, que no contiene ni cal ni impurezas. Con ello se crea en los enormes depósitos una mezcla cremosa y suave que acaba siendo el Sake de Coria. “Una vez terminada la receta, hay que dejar que se asiente 24 horas hasta el embotellado”, explica Suárez.
En la fábrica explican también la diferencia con el proceso tradicional de elaborar este licor. “El sake parte de arroz cocido al vapor, que nunca puede tocar el agua. Después se le echa una espora, llamada koji, que absorbe el almidón durante 48 horas y se mezcla este arroz con otra parte que no lleva la espora, y se deja unos meses”, detalla Antonio Bizcocho.
Tras ese tiempo llega el filtrado a través de una redecilla, o se puede hacer también a través del prensado, y llegaremos al ansiado líquido. En Coria del Río es un proceso que se ha dado a conocer a través de las semanas culturales japonesas que se organizan en la localidad, y el siguiente sueño para Antonio es crear una sakería en el pueblo en la que se pueda dar a conocer el proceso. Porque aquí el sake, sobre todo el que fabrica Bizcocho, no es algo extraño. “El sake es del pueblo, ya no es mío. Coria del Río es cabeza de comarca, pero nunca habíamos tenido vino. Sí caviar o una fábrica de hielo. El pueblo lo ha hecho suyo, y hay gente que igual va a pueblos cercanos a comprar vino, viene a Coria a comprar sake. El sake, Coria y nuestra historia han encajado perfectamente”, cuenta.
Pero, ¿qué piensan los japoneses de este licor con tintes de arroz con leche? “A los japoneses les encanta y cuando vienen se llevan botellas. Ayer mismo estuvo aquí un periodista japonés que viaja por todo el mundo y se llevó algunas”, cuenta Bizcocho, que antes de la pandemia estaba en conversaciones con un empresario nipón interesado en llevar sus cremas a Japón para comercializarlas allí.
Además del Keicho Sake, Bizcocho ha sacado una línea paralela de licores relacionados. Una es la ginebra Veracruz, con lima y regaliz, en honor a México, lugar de partida de la embajada japonesa hasta España; Sakura es una crema en la que los frutos secos y la cereza componen otro hermanamiento entre ambos países; Nuga es una crema con sabor a chocolate blanco, almendras y galletas, y Sakura Gin, una ginebra rosada ligera y con un sabor afrutado.
Mientras, las creaciones de Keicho siguen apareciendo en diarios de Japón que su creador guarda en casa como un tesoro y presume de una foto que le hicieron llegar de la tumba de Hasekura en Japón, sobre la que reposa, a modo de ofrenda, una botella de Keicho Sake. Un trocito de Coria del Río a los pies del samurái.
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