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El gran vividor por excelencia no sólo vive de Martinis agitados. De hecho, James Bond es el personaje cinematográfico que más y mejor vino ha bebido en toda su historia (de mujeres, mejor ni hablamos).
Pero el 007 no se limita a beber grandes vinos. Es además un gran entendido, merecedor sin duda del título de Master of Wine por su gran precisión en la cata, y los vastos conocimientos que tiene en la materia, los cuales ha demostrado en un sinfín de ocasiones a lo largo de los 24 films que ha protagonizado, incluso salvando la vida gracias a ellos.
Ya en su primera película, el agente 007 se dispone a golpear al Dr. No con una botella de champagne, cuando éste le advierte que sería una pena romper una botella de Dom Perignom 55, a lo que Bond le contesta que él prefiere el 53 (que está considerada por los expertos mejor añada). Bond se quitó el disgusto del 53 dos películas después, en Goldfinger, cuando comparte una botella con la chica que asesinan a continuación (con un “champanazo en el cuerpo”, eso sí) pintando todo su cuerpo con oro.
Y es que Dom Perignom fue el champagne del Bond interpretado por Sean Connery, ya que lo bebió hasta en cinco ocasiones, con especial predilección por las añadas de los 50 y los 60, siendo la única excepción Desde Rusia con Amor, en la que tomó hasta en dos ocasiones Taittinger.
Curiosamente, éste era el champán favorito de su creador, Ian Fleming. De hecho, en la novela de su debut (Casino Royale) la primera vez que Bond sale bebiendo champagne es un Taittinger Blanc de Blancs del 43. En el cine, únicamente lo hizo en esta película. Es a partir de Vive y Deja Morir cuando Bond comienza a beber Bollinger. Inicialmente su Cuvee más alta, el R.D. y a partir de Goldeneye el Grande Anne.
Es también a partir de esta película cuando Bollinger utiliza el tirón del cambio de Bond (es el debut del mediático Pierce Brosnan) para usarlo como icono de la marca. Incluso llegando a sacar ediciones especiales con el estreno de alguna de sus películas. Aun sueño con poseer algún día la bala que sacaron con Quantum of Solace conteniendo un magnum de Grande Anne del 99.
En vinos tintos, Bond no tiene una marca fija. Pero si debe tener una zona: Burdeos. Y es que en la pantalla grande no nos consta que haya bebido tintos de otra procedencia. En Diamantes para la Eternidad, Bond llega a salvar la vida tras poner a prueba los conocimientos sobre Burdeos de un falso sumiller que le está sirviendo un Mouton Rothschild del 55. Prueba irrefutable de que beber vino alarga la vida.
En blancos no se le conoce a Bond orientación alguna, pero si bebió generosos en una ocasión, y demostró ser todo un experto en la materia. También en Diamantes para la Eternidad reconoce la añada de un amontillado como del 51, a lo que su superior M le corrige con el argumento de que un amontillado no tiene añada, a lo que Bond le apostilla que es correcto, pero que la solera con la que está hecho si la tiene, y esta es sin duda un 51. Lo dicho, un Master of Wine.
Con el mismo buen gusto (y presupuesto) que Bond a la hora de beber, y un enorme talento a la hora de cocinar -adquirido sin duda por la dificultad de encontrar restaurantes donde le preparen sus piezas de carne favoritas-, el Dr. Lecter es otro gran gourmet de ficción que nos ha deparado algunos momentos inolvidables en torno al vino.
Ya a los cinco minutos de su primera aparición en la pantalla grande sabíamos que se había comido el hígado de un inspector de Hacienda cocinado con habitas y acompañado de un buen Chianti (pongan ustedes el sonido de sorber que nos puso a todos los pelos de punta).
Y en la segunda película, la infravalorada Hannibal, asistimos perplejos a la cena que le prepara a Clarice Sterling en la que le cocina los sesos de su superior Paul Krendler (fresquísimos, todo hay que decirlo), acompañándolos de un Trimbach Clos St. Hune, para muchos el riesling más elegante del mundo.
No obstante, en las películas no nos han llegado a mostrar al Hannibal más hedonista que sí aparece en las novelas o en la fascinante serie de HBO, protagonizada por un no menos fascinante Mads Mikkelsen, recién salido de vérselas con Bond en Casino Royal.
A modo de ejemplo, en la novela Hannibal, Lecter le compra a Clarice por su cumpleaños una botella de Chateau D’Yquem de su año de nacimiento, y no los zapatos Gucci que aparecen en la película (guiño sin duda a El Silencio de los Corderos, cuando Lecter humilla a Clarice por combinar un bolso caro con unos zapatos baratos). De la serie basta decir que Hannibal pasa tanto tiempo cocinando y comiendo como asesinando. Si no más. Eso sí: jamás la carne humana lució más apetecible.
A diferencia de los dos personajes anteriores, éste seguramente necesite presentación para algunos: Mr. Creosote es el protagonista del sketch más bizarro y escatológico de los geniales e irrepetibles Monty Phyton.
Es en la absolutamente delirante El Sentido de la Vida. No sale más de 10 minutos. Pero en ellos come y bebe más que Bond en sus 24 películas. Así que no hay duda que por su intensidad, que no por su sofisticación, merece un puesto de honor en esta sección.
Apunten: El tipo pide la carta entera del restaurante (sin mirar), todo mezclado en un cubo y cubierto con huevos fritos. Para beber, 6 botellas de Chateau Latour del 45, un doble Jeroboam de Champagne (6 litros de nada) y 6 cajas de cerveza Pale Ale. Ante tamaña exhibición, ¿alguien pone en duda de que tenía que estar aquí?