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Vino, ajenjo, hierbas aromáticas y azúcar. Una receta, infinitas combinaciones. Así es el vermú, una bebida de larga tradición que vive desde hace unos años una nueva Edad de Oro. Quizás no goce del prestigio del vino o el cava, pero su consumo en los últimos tiempos ha crecido exponencialmente en nuestro país y su nombre ha adquirido un sentido genérico para definir el aperitivo. Tomar el vermú ya es parte de nuestro lenguaje y de nuestra vida, y es que el vermú es la nueva estrella del rock de las bebidas espirituosas.
La localidad tarraconense de Reus es considerada la meca del vermú y su proximidad con Barcelona ha hecho de esta uno de los mejores lugares de la península para degustar este licor. En los últimos años, Barcelona ha vivido un verdadero renacer de las bodegas y tomar el vermú se ha convertido en una actividad ineludible en la agenda social del barcelonés. Con o sin sifón, la preparación más clásica consiste en un vaso con hielo, una aceituna y una rodaja de naranja, aunque cada vez existen más variaciones. Lo que nadie discute es que el vermú se disfruta más si va acompañado de algún manjar y por ello, en Barcelona, las bodegas se esfuerzan por ofrecer también un amplio surtido de tapas y platillos que atraigan a los paladares más exigentes.
En una ciudad en la que los turistas ganan cada vez más terreno y el centro está cada vez más masificado, quizás la mejor opción para disfrutar del vermú pasa por barrios más periféricos.
En Sants, la mayoría de los establecimientos se concentran alrededor de la plaza Osca, en la cual se puede disfrutar del vermú al aire libre en alguna de sus numerosas terrazas. Sin embargo, una de las bodegas más genuinas de la zona no tiene y se encuentra a unas cuantas manzanas de la plaza: la 'Bodega Montferry' (Violant d'Hongria Reina d'Aragó, 105). Desviarse vale la pena y es que la 'Montferry' es la bomba. Como su plato estrella: una bomba que compite por ser de las mejores de Barcelona y que –¡quien avisa no es traidor!–, no es apta para estómagos delicados. Aquí, la contundencia está garantizada. No hay más que seguir su cuenta de Instagram y babear cada mañana con la imagen del bocadillo del día. Piel de bacalao con pimientos del piquillo y alioli o butifarra adobada con queso emmental son solo algunas de las sugerencias.
Hacia el extremo sur del barrio, en dirección a La Bordeta, se debe hacer una parada en la 'Bodega Salvat' (Andalucía, 2), un local cuya historia se remonta al año 1880 y que se ha ganado una merecidísima fama por unas anchoas preparadas con esmero. Para acabar de realizar una inmersión completa en el barrio, se puede visitar la 'Bodega Nadal' (Constitució, 130), un lugar detenido en el tiempo en el que rodearse de parroquianos longevos, a los que el vermú ha dejado secos.
Un poco más céntricos, y bajo la amenaza constante de la gentrificación, los barrios limítrofes de Poble Sec i Sant Antoni continúan luchando por mantener su autenticidad. Un buen ejemplo de ello es la 'Bodega d'en Rafel' (Manso, 52), muy próxima al mercado y que se ha convertido en un símbolo de la resistencia. Y es que, pese a la cantidad de locales pretenciosos que han abierto en la zona en los últimos años, este bar mantiene una clientela fiel que acude en busca de la familiaridad de las bodegas de antes. No es de extrañar ver al dueño invitando a algún cliente de toda la vida o perdonando unos céntimos al recién llegado. Pero de amabilidad no vive el hombre y el buen trato aquí se combina con un elemento que nunca falla: el jamón. Este y otros embutidos recién cortados son su gran baza.
A pocos minutos de la Bodega d'en Rafel, se puede también tomar el vermú en alguno de los bares de la animada calle Parlament. Siendo el 'Bar Calders' (Parlament, 25) el más reputado por su acogedora terraza y una sugerente carta de tapas.
Cruzando la avenida Paral·lel hacia Poble Sec, lo más socorrido a la hora de tomar el vermú es circular por Blai, una calle peatonal que atraviesa el barrio y alrededor de la cual proliferan locales. Uno de ellos, 'Quimet i Quimet' (Poeta Cabanyes, 25), puede presumir de ser uno de los más históricos de la ciudad, con más de 100 años de antigüedad y regentado por la cuarta generación de la familia. El lugar es pequeño pero compensan con la grandeza de sus montaditos hechos al momento (como el de salmón con yogur y miel de trufa), unas 400 referencias de vinos y uno de los mejores vermús de grifo de la ciudad.
No lejos de allí se encuentra el 'Bar Seco' (Montjuïc, 74), un paraíso para los amantes de la comida ecológica y las tapas km 0. También merece una visitar el 'Celler Cal Marino' (Margarit, 54), una bodega joven –abrió en 2009– decorada con barriles y cajas de madera, en la cual muchos días se puede bailar con música en directo para quemar sus maravillosas papas arrugás con mojo o su piruleta, una banderilla de langostino, aceituna y tomate seco.
En el lado este de la ciudad, hay un barrio que se está convirtiendo por méritos propios en el lugar de moda para tomar el vermú: el Clot. Buena culpa de ello la tiene la 'Bodega Sopena' (Clot, 55), un local regentado por madre e hijo que funciona más como tienda que como bar. Aún así, los clientes abarrotan la calle los fines de semana, vermú en mano, para deleitarse con alguna de sus tapitas, como la de chorizo picante. A ninguno parece molestarle que a veces el hijo amenice las veladas con un hilo musical a ritmo de heavy metal.
Otro santuario del barrio es el 'Celler Ca La Paqui' (Sant Joan de Malta, 53), una bodega en la que la dueña aún atiende a sus clientes enfundada en una bata blanca. Los boquerones en vinagre y los transformados en anchoas son el mayor reclamo de la casa y pueden pedirse para llevar.
Más cerca de la playa, en el barrio marítimo del Poblenou, pero alejado de su rambla y sus zonas más concurridas, se encuentra 'El Santet' (Icària, 215), un bar desde cuya soleada terraza se puede admirar el cementerio del barrio. Allí, yace un misterioso personaje que ha dado origen a múltiples leyendas y también al nombre del local. Parte del encanto del lugar consiste en escuchar su historia por boca de alguno de los camareros mientras acercan alguna de sus tapas estrella, como la de rabo de toro.
Para culminar la ruta vermutera de forma diferente, se puede acudir a la 'Bodega La Riera' (Vallcarca, 81), situada en el barrio de Vallcarca. Tras la jubilación del bodeguero de toda la vida, la asociación cultural Ateneo de Vallcarca tomó las riendas del espacio para darle un sentido cultural y de barrio. Exposiciones, presentaciones de libros y conciertos son algunas de las actividades que se organizan para darle un valor añadido a la hora del vermú.
Si, pese a todo, finalmente se opta por algo más céntrico, es visita obligada 'Morro Fi' (Consell de Cent, 171), un pequeñísimo local de marca registrada que se ha atrevido incluso a comercializar su propia marca de vermú. El barrio de Gracia cuenta, también, con multitud de locales en los que disfrutar de un buen vermú: 'Bar Bodega Quimet' (Vic, 23) es uno de los más recomendables.
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