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Fue todo fruto de una enorme tragedia. Esa es la verdad. Las erupciones volcánicas entre 1730 y 1736 parecían querer borrar del mapa Lanzarote y cubrieron de ceniza volcánica algunos de los terrenos más fértiles de la isla. Obligados por las circunstancias, los campesinos excavaron en la ceniza, buscaron el suelo fértil y cultivaron, sin saber la transformación que eso supondría en su paisaje y sus cultivos. Ese picón (como llaman a la tierra volcánica) les terminó casi demostrando aquel dicho de “no hay mal que por bien no venga”.
Y no es que el campo haya dejado de ser duro y difícil en la isla de los volcanes, más bien todo lo contrario, pero su esfuerzo desde el siglo XVIII hasta nuestros días les ha premiado con un tesoro de valor incalculable: La Geria, la zona vinícola por excelencia en Lanzarote, una campiña singular, que impacta porque resulta difícil creerse que una parra pueda crecer en un pozo negro y, sin embargo, lo hace.
“El antiguo campesino de la isla tuvo que hacer todo el sistema de hoyos y socos únicamente con sus manos o con la ayuda del camello, su principal herramienta agrícola”, según explican Rubén Acosta y Mario Ferrer en el libro Lanzarote y el vino.
El trabajo constante de los agricultores generó lo que ahora disfruta el visitante cuando llega al interior de la isla -entre los municipios de Yaiza y Tías-: un mar ondulado por agujeros negros y cónicos (algunos de hasta tres metros) hechos en la tierra con sus muretes protectores en forma de media luna. Hay otras zonas de cultivo vinícola lanzaroteñas, pero si existe uno que es conocido y emblemático es este, que además es Paisaje Natural Protegido.
Un gentío ruidoso y colorido ignora el calor y el viento para visitar la vendimia tradicional en esta tierra negra. Dos camellos caminan a paso lento hasta el viñedo, uno para cargar la uva y otro para pasear a los más pequeños. Se trata de la Fiesta de la Vendimia, que se celebra el 15 de agosto en las instalaciones de las Bodegas La Geria y Rubicón, ubicadas una enfrente de la otra, y aprovechando las fiestas de la parroquia cercana. “Quítame los zapatos que quiero entrar”, es el grito más repetido entre los niños que rodean el lagar, también disponible para aquellos que quieran triturar la uva con los pies.
La temporada de vendimia va desde mediados de julio hasta casi el mes de octubre. Todos los agricultores de la isla se movilizan para recoger el fruto de su trabajo y los turistas pueden verlo durante las visitas a las bodegas de la zona, que están abiertas durante todo el año. Sin embargo, para los más pequeños –a veces también para los mayores sorprendidos- la fiesta de la vendimia tiene el encanto del uso del camello, que como animal agrícola ha perdurado hasta hace tan solo unas décadas. Sustituido en el campo, hoy se dedica a pasear a los turistas en el Parque Nacional de Timanfaya.
Los pozos volcánicos con su coleta verde cargada de uvas se extienden hasta las faldas de los volcanes más próximos. Una imagen construida durante tres siglos por pura adaptación al terreno y hoy con unos beneficios que hacen del vino de Lanzarote lo que es. La ceniza volcánica que envuelve a la planta conserva la humedad del rocío, la protege del viento, evita la erosión de los suelos e, incluso, su color negro incrementa la temperatura de la tierra lo que afecta a la uva subiendo el nivel de azúcares y, por tanto, de alcohol, según se explica en ‘Lanzarote y el vino’.
Adentrándonos en las peculiaridades, hay que destacar que la isla cuenta con una variedad de uva propia, la malvasía volcánica, reconocida por el Organismo Mundial del Vino. Para los que se animen con los jugos de esta uva, el sumiller Gustavo Palomo recomienda en el mismo libro casi cualquier plato de la gastronomía de la isla para acompañarlos, especialmente, los quesos, las papas arrugadas, calamares o sardinas, entre otros.
Los amantes de los vinos tienen disponible un gran número de bodegas -hay 18 adscritas al Consejo Regulador de Denominación de Origen Vinos de Lanzarote- en las zonas vinícolas de la isla que se pueden visitar, conocer sus viñedos y catar sus caldos. Entre ellas, algunos de los ejemplos que citamos a continuación.
Como El Grifo, la bodega más antigua de las Islas Canarias y que data de 1775. Cuenta con el aliciente de poseer uno de los Museo del Vino más visitados de España con unas 60.000 personas anuales. En él se pueden ver desde materiales antiguos hasta una biblioteca con más de 5.000 volúmenes. Entre sus vinos, premiados a nivel nacional e internacional, destaca el Malvasía Canari y el Seco Colección.
Bodegas La Geria está ubicada en el corazón de la zona que le da el nombre. Se construyó a finales del XIX, aunque en 1993 cambió de propietarios a los actuales. Famosa por su fiesta anual de la vendimia, destacan entre sus vinos su Malvasía Volcánica Seca y el dulce. La finca tiene además otro atractivo: unas vistas de la zona espectaculares.
Justo enfrente de La Geria, se encuentra las Bodegas Rubicón y aunque correspondería hablar primero de sus vinos, a la que escribe le sale mencionar una curiosidad: entre la exposición de autógrafos de famosos se encuentra el de Pedro Almodóvar datado de la época en la que estuvo en la isla rodando Los Abrazos Rotos. Ahora sí, es interesante probar su moscatel, y no sólo porque sepamos que su vino Rubicón Moscatel 2016 ha sido premiado este año en Berlín y en Madrid. Sin embargo, para no quedarnos cortos con ninguno de los vinos premiados de Lanzarote, aquí pueden leer la lista completa de bodegas y galardones de 2017.
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