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Alzar una copa de fino para brindar por las cosas buenas de la vida es siempre una inmejorable propuesta para iniciar una aventura, sea esta cual sea. En nuestro caso, la historia es bien sencilla: es parte del ritual de hacer check in en Monbull El Puerto, una casa señorial con dos siglos de historia ubicada en el mismísimo corazón de El Puerto de Santa María. Un enclave de lo más especial que nos recibe dispuesto a hacernos entender en qué consiste la esencia de la hospitalidad por estas tierras.
Sobre nosotros, un techo pintado de un verde intenso, fresco, arriesgado, gobierna el salón principal y nos advierte de que las reglas de lo esperado se han roto en busca de aquello que sorprenda, que aporte carisma a la casa. Una vivienda que, desde que sus propietarios anteriores la compraran, no ha pasado desapercibida en este rincón de Cádiz. “Está inspirada en la casa de Luis Barragán en Ciudad de México, el único inmueble individual incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y esto es porque uno de los anteriores dueños, Sergio López, mexicano y también artista, adoraba esa casa”.
Quien nos habla es Marta Montoro, CEO de Monbull y actual dueña de esta propiedad en la que nos disponemos a disfrutar de los grandes placeres de la vida. Dotada de 5 habitaciones —o, lo que es lo mismo, espacio para 10 personas—, ‘Monbull El Puerto’ ha abierto sus puertas por primera vez en su historia como alojamiento para huéspedes. Un espacio único disponible para alquilar, ya sea por días o semanas, que atrapa no solo por su fascinante interior, sino también por su ubicación: nos encontramos frente a la Plaza de España, junto a la mismísima Iglesia Mayor del Puerto. Un enclave mágico en el que dejarse llevar.
Las campanas del templo vecino reclaman su protagonismo justo cuando nos proponemos explorar las diferentes estancias que componen la casa. Dejamos las copas sobre el office que preside la entrada y que comparte espacio con el salón principal. El suelo, ajedrezado, es original, nos avisan. Un guiño a las raíces del edificio que han sabido combinar a la perfección con el mobiliario y la decoración: el arte contemporáneo que gobierna las paredes, los textiles, los detalles... Todo irradia un carácter vivo, divertido, pero siempre con la elegancia por bandera.
Junto al salón, una serie de patios interiores hacen que la casa respire y, a la vez, conduzcan hasta tres de las habitaciones desplegadas en la planta baja. Plataneros que crecen hasta el infinito se alzan a un lado y a otro como buscando esa luz que tan bien defienden los cielos gaditanos. Las hiedras se hacen dueñas de las paredes y trepan junto las ventanas que comunican con los dormitorios, como otorgándoles cierta intimidad. Cada uno de esos cuartos, por supuesto, es diferente: tiene su propia personalidad. “La casa tenía muy buena base de decoración, que fue lo que a mí me gustó. Cuando la visité me dije que, como estaba ya, me la quedaría. Así que lo que hicimos fue mantener el tono que tenían sus antiguos propietarios —el chef sueco Peter Norman y el ya mencionado artista mexicano, Sergio López—. Cuando hablé con la decoradora que me ha ayudado, Elena de Meneses, le dije que lo que no quería era la típica casa tradicional en la que todo son colores neutros”, confiesa nuestra anfitriona.
Y lo comprobamos enseguida: no dejan indiferentes los detalles decorativos en amarillo de la habitación Oaxaca, presentes en la tapicería de los cabeceros y en cojines, pero tampoco el techo dorado de la bautizada como Mantón. La explosión sensorial llega con fuerza, eso sí, en Capote, donde el rosa colorea sus paredes en un claro homenaje a sus anteriores dueños, quienes apostaron por jugar con el diseño y la decoración. “Las dejé porque me parecía que yo en mi casa nunca pondría una habitación rosa, pero sí me apetece ir a un alojamiento y que haya una cosa que yo en mi casa no pondría, pero me gusta”, comenta Marta. Sobre el cabecero de esta última, una foto de gran tamaño nos traslada a las calles de India: exotismo al poder.
Unas escaleras conectan un segundo patio interior con la planta alta de la casa, que puede ser alquilada de manera independiente durante temporada baja: con un acceso directo desde la propia puerta de entrada al edificio, dispone de todo lo necesario para asegurar el disfrute y el descanso si no se desea acceder a la vivienda completa. El resto del año, solo se halla disponible para reservarla en su totalidad.
“Esta es la primera propiedad que tenemos para alquilar como alojamiento”, nos confiesa Marta, que hasta ahora había enfocado la trayectoria de su empresa, Monbull, en la adquisición y creación de espacios únicos, cálidos y exclusivos dirigidos a los eventos y reuniones. Y siempre, curiosamente, ubicados en Madrid. “Esto fue algo que surgió un poco de rebote, de estas veces que te da el pálpito y te lanzas, porque a mí no me une tampoco nada a El Puerto de Santa María”, comenta, entre risas. “Acababa de adquirir un local nuevo y estábamos preparando una exposición con Sergio, su antiguo propietario. Un proceso que coincidió con cuando él y Peter estaban haciendo las obras de reforma aquí”, sigue narrando. El trabajo forjó una amistad que, cuando un par de años más tarde, la pareja decidió vender la casa, hizo que Marta no se lo pensara demasiado. Tras una visita que le permitió comprobar su potencial, se lanzó a la piscina.
Nada más alcanzar la primera planta, todo comienza a fluir: se hace difícil no caer en la tentación de sentarse en una de las banquetas que se disponen en torno a la barra de la cocina, un espacio destinado a concentrar toda la energía y actividad común del edificio. Amplia, luminosa, acogedora y, cómo no, colorida —solo hay que volver a mirar hacia arriba, al techo, para comprobar que el amarillo es aquí el protagonista—, cuenta junto a ella con una pequeña salita en la que las charlas y sobremesas se intuyen largas y amenas. También se sienten aquí las influencias mexicanas, que persiguen ese marcado estilo combinado con la serenidad y el confort que tan bien definen el proyecto. En las paredes, continúa el arte contemporáneo, ya sea en forma de pinturas o de fotografías.
Es la casa un lugar del que disfrutar de manera privada o en el que dejarse llevar permitiendo que Monbull organice diferentes tipos de experiencias. “Lo que queremos también es dar un servicio de conserjería”, explica Marta. “Preguntar a los huéspedes si necesitan algo, y organizarles, desde que venga un chef y les cocine una cena, a una ruta guiada por El Puerto o, incluso, la actuación privada de una cantaora. Iremos ofreciendo propuestas que hayamos probado nosotros mismos antes”, añade la anfitriona. “Al final lo que queremos es que se sientan un poco como en su pueblo. Que vivan la experiencia”, concluye.
Junto a la cocina, en la que cada mañana, si así se desea, Pepa —la persona encargada de cuidar durante todo el año de la casa— prepara un suculento y delicioso desayuno casero, se hallan las últimas dos habitaciones que suman las cinco. Una de ellas, Los Quillos —guiño a la guasa gaditana y pensada para los más pequeños de la familia— cuenta con dos camas individuales, mientras que la suite, un verdadero oasis, despliega todo su encanto con dos amplios e íntimos espacios entre los que se reparten un saloncito, una espectacular cama con dosel, y tres maravillosos balcones con vistas a la calle Palacios y a la Plaza de España que son su mayor reclamo.
¿El rincón más valorado de la casa? Pues, quizás, su azotea. No tardamos en subir las escaleras que la conectan con la cocina deseosos de admirar, una vez más, la estampa más auténtica de El Puerto desplegada a nuestros pies. Con las cubiertas de la Iglesia Mayor Prioral frente a nosotros, y la calidez de un otoño sureño como compañía, toca disfrutar de esta inmensa plataforma en las alturas que se nos desvela como el escenario ideal, ya sea para arrancar el día con una sesión de yoga, o para disfrutar de animadas veladas al caer la noche. “Esto tiene un valor muy importante, porque no existe una casa parecida aquí”, afirma, contundente, Marta. Una vez más, El Puerto de Santa María en todo su esplendor.
MONBULL EL PUERTO - Palacios, 66. El Puerto de Sta María (Cádiz). Tel: 675 056 877
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