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La herencia musulmana, tras 500 años de dominio árabe, se siente a cada paso por las callejuelas de Vejer de la Frontera. Solo hace falta pasear entre sus paredes blancas, impolutas, para entender la esencia del pasado: la historia permanece aferrada a cada muro; a cada arco. A cada patio colmado de flores.
Sin embargo, esas raíces permiten conectar mucho más con la localidad nada más alcanzar nuestro destino: a tan solo un puñado de metros del icónico Arco de la Villa, la que fue la entrada principal al recinto amurallado siglos atrás, se halla el portón de madera que nos da acceso a nuestro particular oasis. Casablanca, en el 8 de la calle Canalejas, es un alojamiento boutique compuesto por seis apartamentos y gestión similar a la de un hotel, que se alza entre las cuestas y calles vejeriegas dispuesto a sorprendernos. Dispuesto a seducirnos sin piedad.
Porque hablamos, no en vano, de un caserón del siglo XVIII que, un día, funcionó como una coqueta casa de vecinos. Entre sus muros hubo espacio para nueve habitaciones en las que convivieron nueve familias que compartieron zonas comunes. Hoy, dotado de todas las prestaciones que un viajero del siglo XXI puede necesitar, pero sin abandonar su distribución primigenia, deslumbra a los huéspedes desde el mismo instante en el que se adentran en su patio.
“Nuestra casa está catalogada históricamente y consta de seis apartamentos alrededor del patio”, nos comenta Curra Berrocal, una de las propietarias, junto a sus socios Genoveva Torres y Juanma García, de 'Casablanca'. “Estamos justo en el centro, pero también fue zona de calzada romana, está cerca de donde estuvo la mezquita, que hoy es la Iglesia del Salvador... Posiblemente debajo de los cimientos tengamos muchas ruinas, y por eso está protegida”, añade. Nos colocamos, mientras charlamos con ella, junto a la fuente interior, símbolo de abundancia ya en culturas como la romana o musulmana. Sus cuatro chorros aportan, con su sonido incesante, la banda sonora perfecta al escenario.
Miramos entonces a nuestro alrededor: toda la casa está distribuida en torno a su patio principal, un espacio de suelos empedrados decorado con decenas de plantas en el que la quietud, la paz, es la que domina todo. Bien: hemos llegado a nuestro nuevo hogar.
Nos cuenta Curra, sentada en una de las sillas en torno a la mesita de vidrio del patio, que lo suyo con Vejer fue un flechazo en toda regla. Ya había visitado el pueblo en su infancia, pero fue casada y con sus dos hijos ya crecidos cuando regresó. De aquello hace nueve años, pero la gaditana -autóctona de Algeciras, a 75 kilómetros de Vejer- lo tuvo claro desde el primer segundo: “Me senté en la plaza de España y miré a mi alrededor: a mí es que la belleza es una cosa que me encanta. Entonces dije: yo quiero una casa aquí. Mi familia empezó a reírse de mí, pero en cuanto llegué a mi casa me puse a mirar propiedades en venta. Al poco, ya pasábamos temporadas aquí”, nos desvela.
'Casablanca' vino después, porque no tardó Curra en darse cuenta de que, un lugar tan especial, debía de ser compartido con el resto del universo. Y es que Vejer se halla en el epicentro del jolgorio gaditano que, cada verano, recibe a miles de turistas llegados de todas partes, pero poco tiene que ver con el ambiente festivo y playero de localidades como Tarifa o Zahara de los Atunes, Conil o Barbate. “Para mí Vejer tiene el encanto de que todavía conserva la esencia de pueblo. Y es un pueblo con mucha identidad”, asegura nuestra anfitriona.
Decidió, entonces, junto a sus dos socios, adquirir la propiedad en la que se ubicaba 'Casablanca' para convertirla en hotel boutique. Un proyecto para el que se sumergieron en restauraciones y transformaciones varias que permitieron convertir el lugar en lo que es hoy: uno de los alojamientos más coquetos y adorados por todos en Vejer. “Los apartamentos están restaurados cuidando mucho lo que es la arquitectura vejeriega. Conservando los techos que ya tenían e intentado tocar lo menos posible”, asegura Curra.
Una arquitectura que va en consonancia con la decoración elegida. “Es bastante minimalista para darle importancia a la verdadera protagonista, que es la casa. Para ello hemos jugado con elementos como la madera, los tejidos -que buscamos que fueran naturales-, la vajilla, que es de Antonia Ruiz... Intentamos, en la medida de lo posible, que todo provenga de artesanos andaluces”, añade.
De esta manera, esos orígenes o raíces que se respiran en la casa, se mantienen latentes en cada rincón. También su historia, que Curra ha decidido recuperar para continuar dándole su espacio. ¿De qué manera? Charlando con los propios vejeriegos, que son quienes le han ayudado a reconstruir la narración de 'Casablanca'. “Yo quiero ponerle a cada habitación el nombre de la madre de familia, por así decirlo, y el apodo, de quienes vivieron en ellas en el pasado. En el apartamento 6, por ejemplo, vivía Brígida la costurera, que era famosa en Vejer. Cada persona que entra en la casa me cuenta siempre su historia”, cuenta Curra. Y esboza una enorme sonrisa en la cara.
La reestructuración de 'Casablanca', con sus paredes encaladas y sus tejas de barro cocido, se ha adaptado a la distribución original. Las nueve viviendas -o habitaciones- originales han dado paso ahora a seis apartamentos, además de a un par de salas de uso privado para quienes trabajan cuidando del lugar. El resto ha debido ceñirse a los desniveles propios de las casas vejeriegas, que se aferran a la ladera de la colina en la que asienta ayudándose de escaleras para sortear las diferencias. Por eso, se trate del apartamento que se trate, será muy probable que el dormitorio se halle a dos escalones del baño, o la cocina a un doble desnivel del salón. “Ahí está el encanto de cada apartamento”, asegura Curra. Y prosigue: “Es esa forma un poco extraña que podría resultar incómoda, pero que respeta la esencia de Vejer”. Cada uno, nos advierte, cuenta con una dimensión completamente distinta: no hay dos apartamentos iguales.
Una vez en la intimidad de cada uno de ellos, las comodidades, eso sí, son similares, y llegan dadas desde todos los frentes: cada cocina cuenta con olla eléctrica, frigorífico, cafetera, microondas o tostador. Todo para que quienes disfruten de una estadía puedan tener la opción de cocinar en ellas sin necesidad de salir a almorzar o cenar. Además, muchos de los apartamentos cuentan con sofá-cama, además del dormitorio.
En la planta baja, oculta tras una puerta de madera y para sorpresa -y disfrute- de los huéspedes, la joya de la corona: “La terma es el gran reclamo y lo que nos diferencia de otros alojamientos. El tener una cueva natural transformada en una piscina climatizada, la verdad es que es un lujo, y para nosotros un honor tenerla”. Un espacio extenso, amplio, en el que dejar las preocupaciones atrás y sumergirse en sus aguas, a 340, con el objetivo de relajarse. Con solo pulsar un botón, chorros de agua comenzarán a brotar con fuerza desde puntos concretos. Un pequeño paraíso dentro de otro paraíso mayor.
“Mi intención era gestionar un alojamiento donde pudiera aplicar también las cosas que hago. Que fuera un sitio de turismo bienestar”, nos cuenta Curra mientras subimos los últimos escalones que conectan el primer piso de Casablanca con la azotea. Al volver al exterior, el solárium se despliega ante nosotros: 100 metros cuadrados colmado de hamacas, mesitas y plantas desde el que los huéspedes pueden, además, disfrutar de las mejores vistas imaginables al blanco caserío de Vejer. De fondo, también, los paisajes infinitos de La Janda.
Es este uno de los escenarios elegidos por Curra para desarrollar, como ella misma define, “las cosas que hace”. Y con eso se refiere a una extensa carta de actividades dirigidas al bienestar, exterior e interior, en las que lleva trabajando muchísimos años. Clases de yoga, al amanecer o al atardecer, desde esta plataforma incomparable es solo una de las opciones. “También estoy enfocada al masaje ayurvédico y a la meditación con mindfulness”, nos comenta, para después narrarnos su íntima relación con India, país al que lleva viajando desde hace décadas.
Otra de las propuestas suena algo más desconocida: “También hacemos en la terma, aprovechando la temperatura y las características del lugar de recogimiento, biodanza acuática. Es una actividad en la cual el nivel de estrés baja mucho, tanto por la temperatura del agua, como por el agua en sí, y por los ejercicios que practicamos”, añade.
Con la intención de devolver la gratitud que Vejer ha demostrado siempre por este hermoso proyecto, Curra siempre ha tenido algo muy claro en la mente: abrir las puertas de Casablanca también a la gente local, compartir con ellos las bondades de este enclave tan especial. ¿Y de qué manera lo hace? Llevando a cabo iniciativas con cierta repercusión social que abarcan desde ofrecer los espacios comunes como escenario para lecturas de poesía, para presentaciones de libros o conciertos íntimos, a organizar en ellos representaciones teatrales. Lo recaudado, en muchas ocasiones, va destinado a proyectos sociales con los que la anfitriona tiene algún vínculo. “Me gusta participar con asociaciones de aquí. Ser mediadora entre gente que quiere venir y actuar de forma solidaria con la gente que lo necesita también. Y en eso estoy ahora”, nos desvela.
Un capítulo más con el que seguir escribiendo la historia de 'Casablanca'. Un alojamiento singular, que defiende sus raíces con orgullo, abierto a todos aquellos huéspedes que deseen conocer Vejer de la manera más emocional. No se nos ocurre mejor opción de disfrutar de un enclave único y especial como este.
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