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Los acantilados de Cabo Tiñoso, además de esconder calas irresistibles y atardeceres de película, sirvieron hasta hace no mucho como posiciones de artillería por su excelente visibilidad y fácil defensa del área de influencia de Cartagena. Sus tropas se acuartelaban en unos barracones hoy reconvertidos en coloridos apartamentos rurales. Son solo parte de un ambicioso proyecto de ecoturismo que, inaugurado en 2019, ejerce de revulsivo económico y de referente gastronómico y cultural del cabo. Su ubicación es perfecta para lanzarse a conocer este espacio natural y su clima ideal para hacer planes de verano mucho más allá de los meses de temporada.
El alma que hay detrás de esta idea, Miguel Manuel Pérez-Guillermo, adora el campo, el silencio y la tranquilidad, pero se emplea a fondo en este, que es capricho y proyecto de vida a la vez. “Como no tengo tele en casa, saco mucho tiempo”, se justifica con modestia.
Tampoco hay tele en las casas rurales. Es la única comodidad de la que priva a sus huéspedes porque quiere que tengan una experiencia auténticamente rural. Lo que sí pueden es hacer su propia barbacoa. La idea es que vivan al cien por cien este cabo que conoce al dedillo, con sus olores, sus colores, sus sonidos y sus silencios. “Se ama lo que se conoce”, dice mientras presume del mosaico que da la bienvenida, donde puedes ver las especies endémicas de flora y fauna.
El ejercicio de sostenibilidad comenzó por restaurar y reutilizar el viejo acuartelamiento militar. Pero no solo sus estructuras, sino también tantas piezas de mobiliario como fuera posible. Por ejemplo, los cabeceros de las camas son puertas originales restauradas. Se respira romanticismo en cada rincón y prácticamente cada pieza tiene una pequeña historia tras de sí: los apliques de pared se han hecho con viejos atrapamoscas de vidrio soplado que Miguel veía en casa de sus abuelos, y las lámparas las rescató de su colegio mayor antes de que acabaran en la basura.
El paso siguiente es conseguir la emancipación energética. Por ahora se ha conseguido con la calefacción y el agua caliente, que ya funcionan con una caldera de biomasa. También con la piscina, que se depura por la acción del viento gracias a un peculiar molino que Pérez-Guillermo trajo desde Argentina y que le infunde a la finca ese aire de western. Una planta de paneles solares debería cubrir el resto de consumos -sobre todo los del aire acondicionado en los meses que será más productiva-, aunque la pandemia ha hecho que se retrase un poco su puesta en marcha.
Pero no todo es cuestión de emisiones y consumos, también hay que integrarse en el medio, proteger sus especies y formar parte del hábitat de la fauna. La finca es una especie de asilo de árboles: para crear el túnel de vegetación al que aspira Miguel rescata árboles endémicos que van a arrancar de cultivos y jardines cercanos. Otra pieza importante es el respeto por las aves. La piscina no es salina para que puedan venir a beber. Tanto se preocupan por los pájaros que, cuando se encontraron nidos de aves insertos en los muros de los barracones durante las obras de restauración, decidieron respetarlos, pero poniéndoles un cristal para que se puedan ver desde el interior de las habitaciones.
También se respira espíritu ecológico en la cocina que nutre al restaurante de estética retro y rústica. Aquí trabajan fundamentalmente con producto de kilómetro cero, de la huerta y la granja murciana, que incluso a veces crece en la propia finca. Y lo cocinan exclusivamente al calor de la leña o el carbón, en el horno moruno, la parrilla o una cocinilla de carbón. El kilovatio en la cocina es cero, aunque en este caso quizá no se busque tanto la sostenibilidad, sino "ofrecer producto fresco a leña que nos recuerde a los sabores de siempre". Misteriosamente los niños no suelen echar de menos las croquetas ni los espaguetis.
Incluso la leña es de origen sostenible: de la poda de los almendros de la familia de Miguel, que se ha criado entre estos frutales. Eso explica su obsesión por servir almendras de primera que tuestan a diario. Es una de sus dos exigencias impuestas en la cocina: la otra es que el menú incluya las patatas bocabajo como las hacía su abuela. Se entiende el capricho, pero seguramente muchos prefieran probar los platos de verduras de la huerta murciana preparados al horno; sería una lástima perderse una escalivada que, en esta casa, cobra una dimensión desconocida.
El horno moruno es el centro de la cocina. Es el cuarto que construye el capitán de este barco, que por fin está satisfecho con este traje hecho a medida. "He hablado con casi todo el mundo que ha hecho un horno en la comarca y cada uno me ha dado su truquillo". Necesitaba una herramienta de precisión para conseguir esos sabores de siempre y, sobre todo, para poder asar con maestría uno de los pocos productos que se permiten traer desde fuera: el cochinillo segoviano, que sirven perfectamente tierno y con la piel crujiente como una galleta.
La otra excepción se hace con los postres, que se preparan en un pequeño horno eléctrico del que salen auténticas joyas. Por supuesto hay tarta de almendras, pero la que deja con la boca abierta es la de algarroba, que bien podría pasar por una de chocolate suave. Miguel también se ha criado entre algarrobos, un árbol muy peculiar cuya semilla es inalterable y que necesita la brisa del Mediterráneo para crecer. Despreciado durante muchos años, ahora cotiza al alza por las propiedades de su fruto, particularmente interesante para diabéticos, pero en general para toda la industria alimentaria; se hacen incluso cervezas y mermeladas.
Las antiguas cocheras militares se han reconvertido en caballerizas para que, todo aquel que lo desee, pueda guardar su caballo durante los días de estancia. Pero no es solo un hotel de caballos, aquí también viven los animales de María López Mayol, terapeuta fundadora del proyecto Equynos, que se sirve de la gran sensibilidad de los caballos para desarrollar el potencial humano a nivel personal o profesional. “Por muy domésticos que sean, tienen un lado indómito. No son fáciles de condicionar”. Así, con una serie de ejercicios, es capaz de trabajar la autoconfianza, el liderazgo, los miedos, problemas de comunicación…
Miguel es una caja de sorpresas inagotable. Una de las salas de este complejo lleva el nombre de su antiguo profesor de inglés, Juan Carrión, que inspiró la película Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, galardonada con seis premios Goya. Carrión movió tierra y mar para contactar con el mismísimo John Lennon, con quien acabó teniendo cierta amistad, y le convenció para que incluyera la letra de sus canciones en las carátulas de sus álbumes; así sus alumnos podrían leerlas en clase.
Miguel, patrono de la fundación Juan Carrión, parece haber heredado el impulso de su profesor de inglés y se pone metas muy altas. Tanto que sueña con que, quizá algún día, sus huéspedes puedan disfrutar de alguno de los últimos conciertos de McCartney o Starr. Por ahora va organizando unas más que sugerentes noches de flamenco.
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