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El entorno difícilmente podría ser más natural y bucólico. Al recinto no entran los coches y en los alrededores hay apenas un par de casas y mucho silencio. Está rodeado de un pinar de árboles altos y frondosos, a 80 metros hay una playa, a 100 metros otra y, en siete kilómetros cuadrados a la redonda, nada más que una isla. Solo queda entrar y empezar a relajarse en una de sus 17 bell tend: por fuera, una tienda de campaña más; por dentro, todo lujo. Pasen y vean el ‘Glamping Illa de Arousa’.
La propia palabra ya lo dice todo. Glamping, combinación de glamour y camping. Disfrutar de la libertad y la aventura de acampar sin renunciar a ningún lujo. Está de moda y suma cada vez más adeptos en todo el territorio nacional. Sin embargo, cuando Pablo Rodríguez Fontenla empezó a diseñar el proyecto por el que dejó toda su vida anterior, no sabía que el concepto que le rondaba en la cabeza ya tenía nombre y que, para cuando lo pusiese en marcha, estaría en pleno apogeo.
El ‘Glamping Illa de Arousa’ abrió sus puertas en 2021, cuando la pandemia ya había llegado para revolucionar nuestra relación con la naturaleza y nuestros planes vacacionales, enfocados hacia experiencias al aire libre y cada vez más conscientes y sostenibles, pero había empezado a gestarse mucho antes, en 2016. De la mano de varios socios, Pablo es el actual gerente y fue en su día la cuna de la idea.
Él mismo lo diseñó tirando de su experiencia de ingeniero técnico y técnico superior de proyectos, una profesión que acabó dejando en el año 2019 para acabar dedicándose al 100 % en el proyecto. Cambió un despacho de ingeniería en el que se encargaba de gestión de herencias, temas de arquitectura o informes judiciales para hacer realidad un proyecto que creía que faltaba en A Illa de Arousa.
“Llevaba 12 o 13 años viviendo aquí y veía que no había una infraestructura hotelera para pernoctar. Había algún hotel, pero no lo suficiente, y hacía falta más. La gente venía a la playa y luego no tenía donde pernoctar”, recuerda. Se lanzó a cambiar la situación y, de paso, su vida. “Ahora, estaría en un despacho”, reflexiona, charlando al sol y empapándose de la experiencia en la naturaleza que ofrece a toda la clientela.
Su primer propósito fue poner en marcha un camping, si bien “la idea fue evolucionando” y, cuando se dio cuenta, lo que tenía en mente era “un camping con las comodidades de un hotel en la naturaleza”. O, lo que es lo mismo, un glamping que, además, suma al atractivo de todos los establecimientos de estas características el extra de hacerlo en una isla con 36 kilómetros de costa, de los que 11 son calas y playas, y que ha sido declarada Reserva Natural por la Unión Europea.
A tan solo 80 metros de sus instalaciones está la cala de Punta Quilma, pero muy cerca están también las playas de As Aceñas (a 100 metros), Espiñeiro (a 450 metros) o A Lavanqueira (a 900 metros) e incontables calas y zonas de rocas en las que disfrutar, por ejemplo, de “uno de los mejores atardeceres de la isla”, en el que el sol se pone sobre el Atlántico con el istmo de O Grove al fondo y observando la duna de O Areoso. Belleza máxima rodeados de tranquilidad y que, además, ellos mejoran ofreciendo al cliente la opción de contratar un pícnic.
En su página web presumen de tener un entorno único en plena naturaleza con 17 bell tends diseñadas para satisfacer todas las necesidades. Tiendas de campaña fabricadas ad hoc ayudan a cubrir todas las demandas y a lograr lo que les gusta llamar nature experience, experiencia de la naturaleza completa sin renunciar al confort de un hotel, ni a su servicio de limpieza y atención 24 horas.
En el interior, 15 metros cuadrados en los que la clientela acampa con estilo, duerme en camas de 1,5 metros y, en función del tipo de alojamiento contratado, cuenta con una o dos supletorias de 90 centímetros. La comodidad la garantizan la calidad de los colchones, dotados prácticamente todos con canapé para que la maleta no reste espacio dentro de la tienda, así como el aire acondicionado que aísla el frío y el calor exteriores, enchufes, conexiones USB e, incluso, una nevera.
Y el hechizo llega con la decoración, con suelo de ratán, en materiales nobles, con alfombras de yute, textiles de algodón, flores para embellecerlo todo y sin descuidar ningún detalle que se pudiera encontrar en cualquier hotel de lujo, amenities incluidos. Cepillo de dientes, champú, gel y jabón y, cortesía de la casa, un neceser de lino grabado con su logo y con un componente social, pues los elaboran los usuarios del centro de formación ocupacional de Saiar, en Caldas de Reis.
El pinar que rodea el recinto ayuda a desconectar de la rutina, del estrés, de un día a día hiperconectados. La ubicación resulta perfecta, resguardada de los temporales y del viento, ya sople del norte o del sur. Y, ya en el propio perímetro, más pinos, moreras que con el paso de los años darán sombra a las tiendas, un césped recién cortado y todo ornamentado con madera y piedra completan la experiencia de encontrarse en contacto con la naturaleza.
También la intimidad está garantizada, pues cada tienda cuenta con parcelas de 60, 90 o 120 metros cuadrados en las que este año, como novedad, se ha instalado un ducha y un aseo privados, en madera y armonía con el entorno. Y cada solar cuenta con una terraza con sillas y mesa de madera maciza llegada desde Estonia para sentirse como en casa, tomar el desayuno o la cena, o alargar las sobremesas dejándose mecer por el sonido de los pájaros o las hojas. El ruido exterior queda lejano y al recinto no acceden los vehículos para garantizar la burbuja de silencio.
La cocina está cerrada a mediodía porque la clientela suele aprovechar las horas centrales del día para salir a zambullirse en la isla o alguna de sus playas, pero todas las estancias tienen incluido el desayuno y ofrece servicio de cenas que, a petición del cliente, se sirve en la propia parcela, en cestas de mimbre estilo pícnic, que garantizan esa intimidad. Café, Cola Cao, infusiones, zumo natural recién exprimido, tostada con pan de pueblo, bollería y brochetas de fruta ayudan a empezar la mañana con buen pie.
El menú de las cenas es tan amplio y variado como el desayuno, picoteo en base a productos de temporada y kilómetro cero. No faltan los manjares de la tierra como mejillones al vapor, navajas, zamburiñas, pimientos de padrón o pulpo en elaboraciones tan diferentes como a feria, a la plancha con queso de Arzúa, en carpaccio o en tostas. Y, como producto estrella, conservas gourmet de una conservera local situada a escasos 500 metros, ‘Vengarco’.
Las zonas comunes tampoco descuidan ningún detalle. Parejas jóvenes, muchas de ellas con hijos pequeños, suelen ser su clientela más habitual y, para que la experiencia sea redonda y los más pequeños puedan disfrutar a su aire mientras sus padres descansan tranquilos en cualquier punto del recinto, hay una zona de juegos completamente equipada con columpios, cama elástica, porterías de fútbol o incluso bicicletas en alquiler.
El servicio de alquiler de bicicletas, estreno de esta temporada, permite a adultos y niños conocer cada rincón de esta isla paradisíaca y que, si se sabe recorrer, lleva a rincones todavía no masificados. Y si el mal tiempo hace acto de presencia e impide disfrutar de las jornadas de sol y playa, da la oportunidad de hacer turismo activo o acercarse alguna de las actividades que se ofertan sin salir de la isla, desde bike a paddle surf, rutas en kayak o snorkel.
En ‘Glamping Illa de Arousa’ lo ofrecen todo para resetear sin renunciar al confort, pero si una vez recuperadas las fuerzas se quiere disfrutar de lo que ofrecen las Rías Baixas, está estratégicamente situado a 28 kilómetros de Sanxenxo, a 33 kilómetros de O Grove y Pontevedra, o a 70 kilómetros de Santiago de Compostela. Una ubicación para coronar las vacaciones con visitas más culturales o dándose un homenaje gastronómico.
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