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Callejeando por el colorido casco antiguo de La Vila Joiosa, pueblo mediterráneo y marinero, llegamos a 'Vilamassalia': el único old town resort en forma de hotelito boutique que encontramos en este centro histórico con vistas al mar. Nos recibe su pulcra fachada de color amarillo pastel, que juega al arcoíris con las aledañas: color teja, verde parchís, azul ultramar y gualdo de nuevo, que se entremezclan con otras desconchadas de estética decadente. Muchas de ellas tienen andamios, porque La Vila está en auge. En el camino, nos acompañan el olor a sal o a chocolate, y los sonidos típicos de cualquier pueblo: es otoño, pero el templado clima de esta zona hace que haya niños correteando o vecinos sentados en la puerta de sus casas charlando a la fresca.
'Vilamassalia' está junto a la iglesia de la Asunción, pegado a la fortaleza de La Vila Joiosa: un conjunto defensivo amurallado del siglo XVI declarado Bien de Interés Cultural, con la calificación de Monumento, en 1985. Aquí es donde han rehabilitado varios edificios de principios del siglo XX para crear este alojamiento singular: techos altos, vigas de madera a la vista, piedra recuperada de la muralla, amplios ventanales en los tradicionales balcones o la decoración minimalista crean un ambiente acogedor.
“Nuestras 17 habitaciones están dentro del Bien de Interés Cultural, lo que confiere mucha exclusividad y personalidad al establecimiento. Ha sido un proyecto complejo, porque hemos tenido que trabajar conjuntamente con el servicio municipal de arqueología”, nos cuenta Marcos Zaragoza, uno de los propietarios. 'Vilamassalia' es un recién llegado y algo pionero en 'La Vila'.
“En torno a una escalera con aspiraciones de escultura se desarrolla el proyecto, resultado de un continuo diálogo con el edificio existente. Los refuerzos estructurales, los hallazgos de elementos formales y materiales originales con una buena dosis de cariño y esfuerzo han generado un edificio lleno de matices y sorpresas para el visitante”, explica Tomás Ingelmo, arquitecto de 'Vilamassalia'.
Alfredo Mondéjar ha sido el diseñador de interiores. “Es un proyecto pequeño pero sumamente especial y por eso hay que tener cuidado a la hora de diseñar y poner en valor el edificio. Aquí es fundamental percibir esa sensibilidad que se tiene por el diseño”, reflexiona Zaragoza. “Por la fisonomía de la edificación, ya que eran antiguas casas de pescadores, hay habitaciones que tienen balcón y otras no, pero que son más grandes”.
Se nota que todo está pensado para respetar la arquitectura original del espacio, con resquicios para que la historia siga teniendo su necesario protagonismo. “Descubrimos que el paseo de ronda está en la muralla y hemos puesto un cristal para poder verlo. Somos afortunados porque tenemos el patrimonio dentro del hotel, incluso el estuco de la iglesia se mete dentro de la edificación, y por eso queremos conservarlo y darlo a conocer”.
Todas las habitaciones de 'Vilamassalia' son dobles, salvo una individual. Y hay una muy especial: la número 3, que tiene vistas al Mediterráneo. “Siempre hemos tenido mucha sensibilidad hacia el casco histórico. Somos de aquí y lo que queremos es construir la empresa en nuestro entorno. Tuvimos la suerte de conocer a Jon Larsen, que creyó en el proyecto y fue el motor para crear esto”.
El tridente lo completa Toni Mayor, chef de 'Taverna El Pòsit' (Solete Guía Repsol), que también es socio de 'Vilamassalia'. Él aporta su saber hacer gastronómico y coordina la carta del restaurante 'D-Roca', una de las apetecibles novedades de este año en La Vila, con una romántica terraza con vistas al torreón de la iglesia-fortaleza y un claro enfoque hacia la cocina internacional, con el albaceteño Leandro García como jefe de cocina.
“Aquí todo gira en torno a la experiencia como cliente: 'D-Roca' era algo que echábamos en falta en La Vila. Es un restaurante pegado a la historia donde comer un pichón perigourdine o un solomillo Rossini con Wellington de setas y foie caliente, donde recuperamos recetas clásicas que antes estaban en muchos restaurantes que querían despuntar. Pronto incorporaremos a la carta el hojaldre de pescado o la bullabesa, pero más mediterránea, en tres vuelcos. Queremos ser fieles a la filosofía que nos hemos marcado desde nuestro origen”, indica el hotelero.
También se atreven con otros platos que son poco comunes en la zona, como el caviar ruso, el brioche de rabo de toro guisado, la ensalada de bogavante con aguacate y kimchi o el magret de pato a la naranja con boniato, que demuestran que su estilo es muy diferente.
“A los restaurantes de cocina creativa te apetece ir una vez cada mucho tiempo, pero 'D-Roca' es un restaurante al que quieres ir todas las semanas. Tenemos ya mucho cliente asiduo, tanto villeros o turistas nacionales como residentes extranjeros, ya que el casco antiguo lo están poblando noruegos, belgas u holandeses a los que les gusta la cocina internacional”.
Apuesta por el producto de proximidad
Toni Mayor nos cuenta que, a pesar de sus escasos meses de vida, ya hay platos estrella: “El huevo cremoso con crema de foie duxelle de setas y trufa rallada, el king crab gratinado con toque asiático y, por supuesto, el pichón y el solomillo ya mencionados”.
En su carta de vinos, diseñada por Vicente Jiménez -el jefe de sala de 'El Pòsit'-, apuestan por el kilómetro cero y las pequeñas producciones “con espumosos como cavas de Utiel-Requena, pero también marcas más consolidadas para maridar con esa cocina del mundo”.
Para terminar, proponen postres como el refrescante Piña, coco y ron, una crème brûlée con nueces o, para los más golosos, Huesitos, helado de café y espuma de Baileys, en honor a la fabricación de la clásica chocolatina que desde hace una década se elabora en La Vila en Chocolates Valor.
Nos marchamos pensando que dentro de unos años este pueblo estará en boca de todos. De momento, proyectos como 'D-Roca' y 'Vilamassalia' nos permiten cenar -y dormir- en plena muralla para soñar con la historia de La Vila Joiosa, mientras otros proyectan su futuro sin olvidar la esencia de este privilegiado rincón mediterráneo.