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La casa que Paolo Benivento abrió en 2014 es un cofrecito donde refugiarse a descansar tras patear las calles del pueblo, visitar el castro El Raso o el santuario de Chilla. Al final de la tarde, las aventuras del día caen ante la enorme chimenea, con un Tom Collins, martini dry o un gin-tonic con limoncello –todos de la mano sabia del italiano– y esa grata sensación de día atípico con mucho de lúdico.
"Me gusta mucho la coctelería. Alrededor del fuego preparamos un martini, cosmopolitan, Tom Collins, campari. O un gin-tonic con un limoncello que tengo estupendo. Trabajé durante 13 años como director de un hotel cinco estrellas en la costa amalfitana. Llegué a Candeleda por curiosidad y aquí estoy", cuenta el italiano, que habla de 'Albarea' como una locura "pero muy ilusionante". Por ahora le funciona muy bien.
La viajada vida del dueño de la posada –"ojo, tengo la casa alquilada"– explica en cierto modo el buen gusto del lugar con toques en la decoración entre exquisitos y divertidos, ya sea en los siete dormitorios como en el salón comedor. Que las habitaciones no sean grandes está compensado con los papeles que decoran las cabeceras, las sábanas de aire exótico o bordadas con festón.
Pájaros multicolores, vacas sobre fondo de rosa fucsia, caballos enjaezados como en Las mil y una noches, plantas con loros de todos los colores. Los papeles llamativos personalizan los cabeceros. "Los compré en Madrid, en 'Gancedo', aunque de marcas diferentes (Tres Tintas, Marimekko). La verdad es que decidí decorar la casa como si fuera el lugar en el que yo vivo", confiesa el italiano.
Que en los detalles está el buen gusto y hacen la vida agradable, lo saben también Patricia y Laura, madre e hija empeñadas en no defraudar a los clientes ni a su jefe. Los desayunos –"algo imprescindible y agradable en un lugar como este", recuerda Paolo– son otro de los puntazos de 'Albarea'.
Entrar en el comedor por la mañana, donde aún se respira el olor a leña de encina de la chimenea encendida la noche anterior, es un placer. Las estanterías rebosan croissants y pastas de la zona para los golosos, de yogures o mieles para los sanos; y allí están o Patricia o Laura, dispuestas a preparar el zumo natural, el desayuno inglés o mediterráneo, lo que quieras. Y siempre con una sonrisa amable, con el menaje de Zara Home o Habitat –da igual– pero todo con gusto.
"También damos cenas y comidas en invierno, pero ahora José, el cocinero, se marcha a hacer stage y estaremos un tiempo sin él", añade el dueño. "Me obsesiona el trato personalizado, por eso decidí organizar aquí una casa privada con un servicio de hostelería. Aunque somos solo cinco, hacemos el checking las 24 horas del día si hace falta".
A Paolo, un experto en la costa amalfitana, Candeleda y el clima de La Vera, le resultan una joya que irá a más. Por eso tiene en mente otros proyectos, más que interesantes. Pero eso, para otro día; mientras la Santa y la Mala, así las llamo yo, la foto wharholizada que él robó en la madrugá de Sevilla, le observan preguntándose qué santo tuvo la idea de enviar a este hombre a La Vera.
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