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En el año 2003 Luisa Lorenzo estaba tranquilamente en Brasil, donde vivía en ese momento, planteándose seriamente quedarse para siempre y coqueteando con la idea de montarse algún tipo de pensión idílica por allí. Unas habitaciones, el mar... Otro way of living.
En esas estaba cuando recibió una llamada de sus padres: "¡Hola!, acabamos de comprarnos una antigua fábrica de papel del siglo XVIII al borde de un río, prácticamente derruida, y queremos hacer un hotel. ¿Te vienes?".
Ese fue el germen de 'A Quinta da Auga'. María Luisa García, arquitecta especialista en restauración y José Ramón Lorenzo, filósofo y pedagogo reconvertido en promotor inmobiliario –y que hasta ese momento hacían obras pequeñas y detallistas– se metieron, en una edad en la que muchos ya piensan en bajar el ritmo, en una obra tipo la del Escorial.
La Naturaleza se había comido el edificio prácticamente, una enorme fábrica de papel a las afueras de Santiago de Compostela, construida en el siglo XVIII, que también acogió una fábrica de tela, un aserradero, una fábrica de cerveza y otra de hielo.
Quedaban poco más que unos altísimos muros de un metro y medio de ancho, los canales que desviaban el agua del río y el depósito de esta. A pesar de ello, o por ello mismo, le vieron potencial. Querían hacer un hotel y no uno cualquiera.
El trabajo fue titánico, con seis años de obras que concluyeron justo en 2009, en plena crisis. "Es un edificio protegido y fue complicado", reconoce Luisa. "Querían hacer un hotel diferente. Mi madre tiene formación francesa y viajaba mucho con mi padre. Habían estado en hoteles de la marca Relais & Châteaux y sabían lo que querían durante la obra", nos cuenta.
Parece que hicieron sus deberes porque, un año después de abrir, lograban entrar en este exclusivo club que aglutina a hoteles independientes entre sí pero que comparten cualidades, como su amor por los edificios históricos, la gastronomía o lo que ellos mismos definen como el saber vivir.
Sus cinco máximas serían charme o encanto, cortesía, gastronomía, carácter y calma. 'A Quinta', único establecimiento de este selecto club en Galicia, no esconde lo que es. Un lugar bello y de lujo, no vamos a engañarnos, pensado para el relajo del respetable.
Quien se acerque a 'A Quinta', escuchará agua a borbotones. Del río que rodea el hotel, de los canales que caen en cascada hacia donde antaño estaban los molinos y de las fuentes distribuidas por los exteriores.
Uno puede pasearse por la hectárea de campo y bosque, atisbar los destrozos de algún que otro jabalí en el terreno al borde del río, donde suelen celebrarse las ceremonias matrimoniales e, incluso, subirse al pequeño puente y ver el agua discurrir con fuerza entre los árboles.
Siguiendo en modo acuático, una de las alas nuevas está totalmente destinada al spa del centro, que combina un piso con saunas –seca y húmeda–, piscinas con jacuzzis y hasta siete chorros distintos bajo un techo acristalado, con otro destinado a las cabinas de belleza, masaje y relajación.
Además, cuentan con un spa privado para parejas o familias con niños –los más pequeños no pueden pasar al spa de los adultos– y una pequeña piscina con una alta concentración de sal para cerrar la puerta y quedarte 20 minutos flotando. "Nuestro pequeño mar Muerto", lo llaman. Al spa se puede acceder desde la calle, ya que no hace falta hospedarse en el hotel para disfrutarlo.
Al restaurante, llamado 'Filigrana' y ubicado en otra de las alas de nueva construcción, le sucede lo mismo. La cocina es de Km 0, de productores locales, siempre que pueden, y de temporada. A los mandos está Federico López Arcai, que acompaña a la familia desde los inicios. "Queríamos una cocina basada en el producto, bien presentada pero sin experimentos", dice Luisa.
Como muestra, la Crema de centolla de la ría, las Zamburiñas en su concha al aceite de ajo y perejil o la Merluza de pincho al vapor con cremoso de guisantes y agridulce de tomate, que son algunos de los platos de su menú degustación.
Gran parte de su clientela viene de fuera, especialmente de Estados Unidos y Brasil, gracias, entre otras cosas a la pertenencia a este exclusivo club. La otra parte viene de la tierra. Pero en general todos disfrutan de los 8.000 m2 de hotel distribuidos en una nave central y dos laterales de los siglos XVIII y XIX, respectivamente, así como de dos extensiones de nueva construcción, una biblioteca con mullidos sofás de cuero y una chimenea (encendida) del siglo XVIII, cafetería y varias salas y zonas internas y externas de reuniones y de eventos.
Aunque pueda sorprender, a pesar de las grandes cifras y los sellos franceses, 'A Quinta' es un hotel familiar y tiene las inquietudes y el carácter de sus dueños bien presentes en él. Hay recuerdos de esta familia por doquier. En los pasillos de las cinco plantas multitud de fotografías enmarcadas de puertas, balcones o farolas adornan las paredes. Son de Luisa madre, "doña Luisa" como la conocen por aquí, a quien le encanta inmortalizar estos detalles en sus múltiples viajes.
Ya en la entrada, gana protagonismo una pieza del último set de alfombras de flores incorporadas al hotel, y se encuentra la enorme mesa en la que el padre de doña Luisa, que era sastre en Madrid, cortaba las telas. En el cuarto piso, nos encontramos varios maniquíes antiguos que vienen del mismo taller y conforman uno de los muchos rincones que "las Luisas" han conseguido crear a lo largo y ancho del establecimiento.
"La decoración es mixta, antigua con un toque moderno", comenta Daniele Provezza, subdirector del hotel. "Da sensación de hogar. Es como la casa de uno. Se van uniendo piezas que al final cuentan una historia", señala Provezza. "Doña Luisa escoge personalmente las piezas del mobiliario", añade. De hecho, y no en vano, las propietarias tuvieron durante años una tienda de decoración y muchos de los muebles del hotel vienen directos de subastas.
En una de las suites descansa una alfombra de la Real Fábrica de Tapices, combinada con un secreter (restaurado) del siglo XIX, un mueble de acero moderno, una butaca art nouveau y, en otra esquina, una mesa de forja. "Queda bien, ¿verdad? –silencio apreciativo–. Hay que saber combinarlo", resume Daniele.
Las habitaciones, situadas en las alas laterales, espaciosas y muy distintas entre sí, mantienen el estilo del hotel. Muros de piedra antigua junto a diferentes tipos de papel pintado, muebles especiales que no se repiten y ropa de cama de blanco impoluto, uno de los pocos elementos –junto con los baños– que unifican las estancias. Por cierto, hasta tienen un aroma propio, el 'A Quinta da Auga', que lo envuelve todo sin resultar pesado, especialmente en las habitaciones.
"Cada estación tiene sus cosas. En invierno me encanta ver a los clientes junto a la chimenea y leyendo en una sala decorada con los muebles que tenía mi madre en su estudio de arquitectura", nos confiesa Luisa con una sonrisa imborrable.
En primavera, eso sí, le pierden las terrazas, tanto la trasera, la del restaurante, que da al río y se puebla de geranios, como la delantera, en la que han iniciado sesiones de DJ. Porque Luisa, a pesar de buscar el relax de sus clientes, concibe su hotel como algo vivo, con movimiento. Mucho movimiento. Organiza catas, participa en exposiciones y no pierde la ocasión para montar un buen sarao. Desde llevarse a parte de sus empleados de excursión sorpresa a un velero histórico –disfraces de marineros incluidos–, hasta montar en junio una fiesta de San Juan con cabrito al espeto, barricas de vino de Barrantes y agua de hierbas de San Juan. "Es un hotel destino. Queríamos poner en valor lo que tenemos aquí".
Este año, decidieron aportar su granito de arena a la Hora del Planeta, una iniciativa de WWF que se celebra cada año el último sábado de marzo. Por cada reserva de este mes, comprarán un árbol para plantarlo en sus terrenos y colaborar así a la reforestación tras los graves incendios del año pasado en Galicia.
Además, no será un árbol cualquiera, sino un castaño micorrizado criado por Hifas da Terra, un centro de investigación especializado en micología aplicada. Así, los super castaños de la Quinta serán resistentes al fuego, a la enfermedad de la tinta, crecerán más rápido, y además, darán castañas y setas que irán de cabeza al 'Filigrana', por supuesto.
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