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Un agradable olor a azahar recibe a todo el que traspasa la puerta acristalada de la 'Casa Palacio María Luisa'. Muchos jerezanos aún recuerdan este edificio histórico de la calle Tornería como el mítico Casino de la ciudad, uso que se le dió durante más de una década, tras ser Cámara de Comercio y casa de varias familias de la alta sociedad jerezana, como los Domecq Díez. Hoy, lo que alberga en su interior esta casa palacio del siglo XIX es algo muy diferente: un hotel de 5 estrellas Gran Lujo con 21 habitaciones que sumerge a sus huéspedes en un mundo que fusiona el pasado glorioso de la ciudad con un presente más eficiente y lleno de confort.
Con su chistera y su atuendo de principios del siglo XX, Miguel recibe sonriente a los recién llegados. En el hall, una palmera de hierro del sevillano Fernando Oriol preside un patio de suelos de mármol inundado por la luz natural. Un violín del artista jerezano de Bellas Artes Miguel Ángel Segura emerge de la pared, mientras una parra de hierro de Oriol decora otro de los rincones de este hotel donde el arte de hace 200 años convive con otros estilos de forma armoniosa.
La zona del lobby, más contemporánea, expone varios cuadros de pintores mexicanos y una obra de Rafael Macarrón colocada junto a la recepción. También hay sitio para unas meninas, antiguos libros encontrados en el Casino, un piano de cola, mobiliario y lámparas de los sevillanos Guardarte y una pared forrada con papel oriental de la casa inglesa Gourday, pintado a mano en Japón, y por el que esperaron más de 14 semanas.
Toda esta muestra de arte se debe a Marisa C. Azcárate, empresaria y gran coleccionista, cuyo sueño ha tardado tres años en hacerse realidad. Cuando esta madrileña vendió sus participaciones del Grupo Cuñado, negocio que dirigía su padre, su vida cambió por completo. Se mudó a Jerez, donde vivía su marido José Ramón Estévez (presidente del Grupo Estévez) y comenzó a buscar casa por el casco histórico de Jerez.
Fue entonces cuando descubrió esta casa palacio y decidió convertirla en un exclusivo hotel. "Siempre me he considerado muy buena anfitriona y en ese momento necesitaba una actividad empresarial, así que decidí profesionalizar lo que más me gusta hacer: recibir a la gente. El edificio me enamoró y con él nació Kaizen Hoteles", explica la empresaria.
El alojamiento abrió sus puertas en noviembre de 2018. El proyecto fue encargado al arquitecto Pedro Rodríguez de Pineda que, bajo la atenta mirada de Patrimonio, hizo todo lo posible por mantener los materiales originales de la casa y no cometer ningún error arquitectónico. "Se ha conservado todo lo que se podía conservar, sobre todo las antiguas molduras, pavimentos, solerías, escayolas y artesonados, como los del salón de actos. La fachada trasera, de Gómez Millán, ha sido restaurada con el trabajo manual de los canteros", cuenta Enrique Tiscar, buen amigo de Marisa y director de la cadena Kaizen, que gestiona también 'La Malvasía', un hotel rural con encanto en El Rocío, y que en 2021 prevé abrir nuevo alojamiento en Sevilla.
"La restauración no fue nada fácil", confiesa Marisa. "Uno de los grandes problemas que tienen los edificios en Jerez es la humedad. Cuando retiramos el suelo de mármol encontramos que solo había arena, de modo que instalamos grandes bañeras llenas de gravilla lo más profundo posible para que, una vez se llenaran de agua, pudieran drenar hacia la calle. También hemos cambiado todas las tuberías del edificio –antes solo había un único circuito– y todos los sistemas eléctricos, además de instalar un buen aislamiento térmico y acústico así como un sistema eficiente de aerotermia".
Son muchos los rincones que ofrece esta casa palacio para dejarse llevar: desde su bar inglés con sofás Chester y una carta que presume de sus brandys jerezanos, al salón de actos –al que llaman mozárabe– cuyo suelo perteneció al Teatro Villamarta y se ha "pulido hasta 15 veces" para recuperarlo.
Fuera, el jardín del hotel invita a un paseo bajo la sombra de una enorme jacaranda que en primavera explosiona de color y la atenta mirada de la Virgen de Lourdes. "A esta casa también llegaron familias francesas. De ahí la escultura de la virgen, encontrada aquí mismo dentro de una media gruta en estado muy defectuoso. Ahora está restaurada y rodeada de naranjos", cuenta Enrique.
El donostiarra señala otro de sus lugares favoritos: la terraza de los desayunos, donde comenzar el día aprovechando los rayos del sol jerezano bajo un techo de vidrio que protege del viento. Una camarera vestida con delantal, cuello y puños de organdí sirve en mesa varias piezas de repostería artesanal, fruta de temporada, distintos tipos de pan, zumos naturales de frutas exóticas y varios sabores de mantequillas y mermeladas hechas por el equipo de cocina (precio: 18 euros por persona).
Con vistas a este jardín, se asoma la suite Maria Luisa, la mejor habitación de las 21 que ofrece el hotel. Y la más cara, su precio alcanza los 650 euros por noche (250 la más barata). Tiene 60 metros cuadrados: cuenta con un salón, el dormitorio, un baño con musgo natural liofilizado y un hamman ubicado en la antigua capilla de la casa. "Fíjate bien en el arco de la entrada a la capilla. Es una auténtica obra de arte hecha por Miguel Ángel Segura", comenta Enrique con fascinación. "Lo que ves no es piedra es pintura artística sobre escayola. Se ven hasta los agujeros de la piedra de lo bien hecha que está".
No hay una habitación igual a otra: cada una tiene una distribución diferente y una decoración tematizada. Unas se inspiran en la naturaleza, otras en el romanticismo, en lo exótico y lo oriental; unas son más clásicas y otras más contemporáneas o coloniales. Llaman especialmente la atención los papeles pintados (la mayoría de 'Gastón y Daniela'), las chimeneas de vapor de agua en los salones y los jardines verticales que adornan los pequeños patios improvisados de alguna de las estancias.
Las camas llevan sábanas de algodón egipcio de 400 hilos, las toallas son de rizo americano de 600 gramos y los amenities se pueden escoger a la carta en el momento de la reserva, entre marcas como Molton Brown, Nuxe o Álvarez Gómez. Todas las cortinas y visillos son automáticos y no hay carta de almohadas, directamente colocan sobre la cama todos los tipos que tienen, para que así el cliente pueda probar todas ellas antes de ir a dormir.
El arte también se cuela en las estancias con cuadros de artistas locales –como el jerezano Ramírez– o esculturas de Fernando Oriol. "Hemos decorado las habitaciones como si fueran una auténtica casa para hacerlas así más acogedoras", confiesa Enrique. En la parte más alta del edificio, está la piscina, encastrada en vidrio, con cascada y sistema de contranado para darle más emoción a los largos.
El restaurante del hotel, 'T22', es todo un homenaje a Jerez y su gastronomía. Con Ángel Taboada como chef, y Rafa Zafra como asesor (2 Soles Guía Repsol por su restaurante 'Estimar', en Barcelona), han conseguido elaborar una carta con toques gitanos que recuperan recetas casi olvidadas, inspiradas en el recetario del chef Manuel Valencia. "Es una cocina 'de pellizco' muy interesante donde hay mucho cuchareo y grandes postres", cuenta Enrique. Y todo servido en una delicada vajilla de la Cartuja sevillana.
En su carta destacan platos como la berza gitana con su pringá, el salpicón de cardos borriqueros y gamba blanca, el conejo en arroz de campo "pa" llorar, la ensalada de ajaña con jaramago y tallos calé, las tagarninas en tempura o el gallete de atún guisado en oscuritos de "jondo". En los postres, imposible resistirse a las torrijas caseras con miel y sorbete de naranjas "guachis" y al tocino de cielo de Pedro Ximénez, con leche condensada y albaricoque. El restaurante no es solo exclusivo a los clientes del hotel, está abierto a todo el público que quiera darse un homenaje.