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Un puñado de narcisos, acompañados de un buen cava, unas fresas y una manzana que puede ser fruta pecadora –o no– ayudan al sosiego, a tomarse el tiempo necesario para comprender que en las noches o los días que disfrutes de este dormitorio, hay tiempo para apasionarte y saborear todo; respirar, admirar y comprender que estás en un cuarto con más de 500 años de historia. Reyes –los Reyes Católicos lo mandaron construir en 1499 como hospital de Peregrinos– presidentes, artistas, papas y genios de otras clases y latitudes, han paseado sus pies por este cuarto, ya fuera hotel –lo es desde 1954–, hospital o inclusa de niños huérfanos.
"Desde que se abrió, en 1511, nunca ha estado deshabitado. Eso le hace tan especial, tan único", explica el director del Parador, Santiago Carrera, que ha regresado a este lugar, al pie de la catedral, una de las cuatro grandes fachadas de la plaza del Obradoiro. Él ya había trabajado aquí hace 20 años, en sus primeros pasos en el noble oficio del turismo, que entraña el arte de saber recibir con nobleza, clave para un sitio como éste.
"En 1953, Pío XII anunció que venía a Santiago de Compostela el año siguiente, Año Santo. Entonces, el cardenal Quiroga –gallego– le explica a Franco que no hay un buen sitio en Santiago donde acoger al Papa y demás autoridades del Vaticano. Franco ordena que se haga este Parador –era hospital ya antiguo– y en nueve meses se transforma en hotel", cuenta con cariño el director.
Al final, el Papa no vino, pero "llegó el entonces cardenal de Venecia, Roncalli. Y resultó que cuatro años después fue nombrado Papa. Durmió en esta misma habitación donde estamos", acaba Carrera, que por prudencia, no da más nombres sobre los personajes que aquí se alojaron, más allá del conocido Mick Jagger.
En 1999, Jagger –que tocó en la Plaza con los Rolling– flipó en este dormitorio, con el artesonado mudéjar del techo y algunas de sus piezas, como el mismo sillón frailero del siglo XVII, con hilo de seda, que quita el hipo. Discreto, uno de los empleados más antiguos del lugar, relata cómo Jagger comentó que había visto muchos hoteles de lujo en su vida, pero algo como este, nunca. Lógico, es muy difícil encontrar un hotel, un hospedaje, con la portada renacentista increíble, de Martín de Blas y Guillén Colás.
Lo que no sabemos es si Janet Jackson, una de las últimas famosas internacionales que se alojó en este cuarto en 2004, reparó en el estupendo cuadro barroco de Santa Dorotea que hay sobre la chimenea. Lo que es seguro es que se tomó sus minutos de relax en el hidromasaje del cuarto de baño, tras el concierto en las escalinatas de Quintana. Llegó precedida del éxito y las críticas –que de todo hubo– por el pezongate. La hermana pequeña de Michael Jackson arrasó con su concierto y luego alucinó con lo que era este parador, este dormitorio.
Y eso que no hizo falta encender la chimenea, que hubiera sido el colofón a una de esas muchas tardes de lluvia que dan esa luz tan especial y única a Santiago de Compostela. Desde el mirador de la habitación, allá al fondo, el Monte Pedroso, que tantas historias milenarias puede contar, competidor con el Monte do Gozo para admirar las vistas y la belleza de la ciudad compostelana.
Y es que en esta habitación única tan especial, nada más entrar se respira el aire, las partículas de todos esos seres que han dejado su esencia flotando. E incluso se puede sentir el celo del gran Rostropovich –un amante de Santiago que inundó la plaza con su violonchelo–, a la poesía de Rosalía de Castro, cuya pila bautismal reposa abajo, en una esquina del Parador. Inolvidable.
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