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Su situación, en pleno corazón de El Ensanche y a pocos pasos del Paseo de Gracia, es ya una buena razón para visitar el 'Hotel Alma'. Dentro, su lobby, con sofás de terciopelo, libros de fotografía y paredes pintadas de estucado veneciano, te hace levantar la vista hacia la obra de Cecilia Bofarull, que emula un bosque de abedules -símbolo de la sabiduría y la luz- formado por 130 acuarelas que cuelgan del techo de cristal y que "redescubren la belleza de la naturaleza que nos rodea".
Para acceder al ascensor y a las habitaciones no hace falta tarjeta ni llave. Sólo la huella dactilar. Basta posar el dedo sobre el lector, para tener acceso a las seis plantas en las que se reparten las 72 lujosas habitaciones de este singular hotel que, a pesar de estar en pleno centro de Barcelona, es un oasis de paz y tranquilidad. "Todas las estancias están muy bien insonorizadas", explica Filipe Santos, Rooms Division Manager de este hotel que antes de convertise en un alojamiento de lujo, estaba destinado a un uso de oficinas.
"Hay varios tipos de estancias", explica el portugués: Deluxe, Gran Deluxe y Executives, además de las dos Suites más especiales: Alma y Eixample. Todas son muy espaciosas -van desde los 29 a los 120 m2-, diáfanas, con unos grandes ventanales que permiten la entrada de la luz natural y un espíritu contemporáneo presente en todas sus comodidades, propias de un hotel del siglo XXI.
"Aquí el lujo no es ostensoso, es más bien sobrio, un lujo que está en la armonía y en el equilibrio de los espacios, en el servicio y en esos detalles personalizados que dejamos en la habitación cuando llegamos a conocer mejor al cliente que repite, como por ejemplo, una botella de su bebida favorita en el minibar", apunta Santos mientras abre la puerta de la Eixample Suite (401), concebida como recuerdo a esas viviendas antiguas del barrio barcelonés, con sus techos altos, sus ventanas de marcos de madera, su suelo de parquet en espiga y sus toques neoclásicos.
En la 601 se encuentra otra de las joyas de este hotel: la Alma Suite, la más majestuosa de todas con sus 120 m2, sus dos baños -uno para invitados-, zona de trabajo, vestidor y una amplia terraza de 20 m2 donde deleitarte con las vistas de la ciudad mientras te tomas un vino o un cava sin mirar el móvil. "Las camas de todas las habitaciones son de 2 metros (son dos juntas), con edredones individuales y varios tipos de almohadas para elegir en el momento", detalla Santos, a la vez que destaca la gran comodidad de los colchones "producidos exclusivamente para el hotel".
En la planta -1, encontramos otra excusa para no abandonar el hotel: el spa con piscina. Un espacio para sumergirte en un baño relajante entre saunas, duchas de contrastes y hamanes. "La piscina climatizada, de 16 metros de largo y 90 cm de profundidad, tiene el alma de un onsen japonés y la paleta de un amanecer mediterráneo", comenta el portugués, que también destaca la amplia oferta de tratamientos y masajes que tienen, incluidas varias técnicas orientales como la acupuntura, la reflexología y el reiki.
Otro de los lujos del hotel 'Alma' está en su jardín mediterráneo. "Le transmite una singularidad muy notable al hotel", cuenta Joaquín Ausejo, caminando entre las encinas, abedules y arbustos mediterráneos que han conquistado este espacio de 1000 m2 que antiguamente sólo era un garaje. Joaquín lo tuvo claro cuando concebió el hotel sobre los planos y hoy es uno de sus grandes atractivos, un pequeño oasis vegetal que en otoño se tiñe de marrones y ocres, ofreciendo un escenario romántico para quienes se acercan a tomar un cóctel o a comer, junto al calor de las estufas, al restaurante del hotel.
Porque el restaurante es otro de los motivos en sí mismos por los que los barceloneses repiten en este alojamiento. Uno de ellos, el mismo Ferrán Adriá, cuyo plato favorito de la carta es la lubina a la sal que sirven con judía verde perona. "Nuestro pequeño secreto es envolver el pescado en un pan de merengue salado y ponerlo al horno entree 26-28 minutos a una temperatura de 180-190 grados", cuenta Giovanni Esteves, el chef francés al frente del restaurante.
El otro secreto: dar con el mejor producto, una máxima que se tiene que cumplir en todos los platos que salen de cocina, incluido el momento del desayuno, "primera apuesta gastronómica fuerte del hotel" con embutidos, quesos afinados y otros productos de calidad máxima. "Es importante conocer a la persona que está detrás de cada producto que te venden, al bodeguero, al payés, al productor... Cocino mucho a la minute y para mí lo más importante es el respecto al producto y a la técnica", destaca
Giovanni cuenta con orgullo que son muchos los platos que "han levantado el restaurante" en los ocho años que lleva trabajando aquí y que hace que la gente local vuelva una y otra vez a por esos platos: desde la croqueta de pollo ecológico que servían como aperitivo, al canelón de faisán, sus arroces de tres butifarras con alcachofas, o el pichón de Bresse e hinojo, "un plato muy delicado en cuanto a cocciones y técnica" con el que se ha ganado muchos clientes.
También destaca otras propuestas como la ensalada de colinabo rallada con granada, hinojo y filetes de anchoa "la sencillez total con productos ecológicos"; el carpaccio de langostino de Tarragona con su esencia, pimienta rosa y puntos de mermelada de tomate; la sepioneta de Tarragona a la brasa con cebolla encurtida; el bacalao confitado con romescu y espinaca que compran en el Mercado del Ninot; o el solomillo de vaca de raza Salers con topinambu, calabaza, champiñones laminados y salsa chateaubriand.
La tarrina de manitas de cerdo es otro de sus hits: las cocinan durante 8 horas a baja temperatura para fundir los cartílagos. Una vez deshuesada, la sellan con la plancha para que por fuera quede crujiento y melosa y suave por dentro. Acompañan con un cremoso de espinaca con garbanzos, praliné de piñones y crujiente de espinaca. "Es un plato que lleva en carta 5 años y no podemos quitarlo. La gente viene aquí sólo para comerlo", explica Giovanni, natural de Saint-Émilion, que llegó a Barcelona para trabajar junto a Ferran Adriá en 'elBulli'.
Los postres también tienen club de fans, sobre todo su jardín de fresas con cremoso de fresa, bizcocho de pistacho, helado de yogur, merengue, y milhojas de higos; el cilindro de chocolate con mousse ligero, crujiente de cacao, praliné y cremoso de avellana, y helado de fruta de la pasión; o el favorito de Giovanni, el flan -tipo crème brûlée- con sirope de caramelo, fruta de la pasión, nube de vainilla y crujiente de pistacho con caramelo y frutos del bosque.
En vinos, la carta del 'Jardín del Alma' propone de la mano del sumiller Ricard Amorós, más de 80 referencias que hacen alarde de los vinos y cavas catalanes -sobre todo vinos especiales del Penedés-, pero que también recorren otras zonas vinícolas como la Ribera del Duero, La Rioja, Riviera Sacra, Toro y Madrid, hasta cruzar la frontera con Francia. Una experiencia redonda en un oasis barcelonés donde siempre piensas en volver.
HOTEL ALMA BARCELONA. Carrer de Mallorca, 269. Barcelona. Tel. 932 16 44 90
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