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En la recepción del hotel ‘Almanac’, los grandes ventanales provocan la sensación de haber entrado de repente en un escaparate desde el que se puede observar la actividad de Barcelona mientras dentro el tiempo parece haberse detenido de repente. Las flores naturales que inundan la estancia junto al aroma con esencias mediterráneas diseñado por el perfumista Jimmy Boyd, que aporta esa fragancia constante en el alojamiento, contribuyen a esa percepción de estar tranquilo y protegido mientras miras por el ojo de la cerradura.
La marca Almanac Hotels apostó por Barcelona para abrir su primer alojamiento, en el que estamos ahora, en 2018. Lo primero fue elegir el lugar ideal. “Querían ubicarlo en una parte estratégica de Barcelona, que fuera la confluencia de belleza, arte, arquitectura… y, por supuesto, céntrico, que se pueda ir andando a todas las partes originales de la ciudad como restaurantes, monumentos o museos”, afirma Amparo Bordas, Marketing & PR Manager del hotel. El hotel está en el distrito del Eixample, a solo unos pasos del Passeig de Gràcia, obligatorio para los amantes de la arquitectura que deseen disfrutar del modernismo de la urbe, pero que también cuenta con tiendas exclusivas, restaurantes y cafeterías.
Para crear este oasis, unieron dos edificios. Uno mantiene su fachada modernista y otro se ha rehecho completamente. Desde fuera, se mantiene ese eclecticismo que caracteriza a la ciudad y, por dentro, está todo unificado. “Al final, la expresión máxima de Barcelona es su increíble arquitectura. Queríamos mantener la fachada que representa el pasado con otra que muestra lo nuevo, el presente, unificando esas dos versiones”, explica Amparo, para resaltar cómo ha ido cambiando la ciudad y ‘Almanac’ capta esa naturaleza.
Del diseño de interiores, se encargó Jaime Beriestain, quien ha apostado por tonos grises, beige y dorados para imprimir elegancia; introduciendo acentos de roble y nogal para transmitir una sensación de calidez. Y lo consigue en todas las estancias del hotel donde uno experimenta la acogedora emoción de un abrazo.
La sencillez se cuela en las habitaciones (61 habitaciones y 30 suites) para mirar hacia el exterior. La luminosidad del blanco de la ropa de cama que se une a la tela de los sofás, o la sobriedad de adornos acentúan esa percepción de lujo discreto y focalizan la mirada fuera sin perder la amabilidad del interior. Aquí sí merece la pena retrasar adrede la acción de abrir los ojos por la mañana y dedicar unos segundos a imaginar lo que vas a encontrar al abrirlo: Barcelona dentro de la habitación en el más absoluto de los silencios. Aguante. Porque ese impacto matutino es el mejor regalo del hotel ‘Almanac’. Si desde la cama el espectáculo es inconcebible, desde el mirador flotante es una maravilla.
El mármol ibicenco del baño, la ducha de efecto lluvia, con un amplio vestidor -en las suites- encajan con los amenities creados también por el perfumista Jimmy Boyd. La domótica de las habitaciones facilita la estancia dándote la bienvenida cuando entras en el cuarto, las cortinas se abren solas, o poniendo al alcance de un clic toda la iluminación del dormitorio.
Gimnasio, zona wellness y piscina, para aquellos que quieran seguir disfrutando de su viaje sin salir del hotel. Eso sí, la piscina tiene premio: está en la azotea con vistas al Monte Tibidabo. El resto del rooftop lo completa la terraza ‘Azimuth’, con una cuidada coctelería donde deleitarse con el resto de las vistas, que incluye la Sagrada Familia entre otras maravillas, mientras experimentas con la carta de su cocina.
‘Almanac’ ha ido un paso más allá con su gastronomía sumándose a la nueva tendencia plant forward, de la mano del chef Rodrigo de la Calle. En el restaurante del hotel, ‘Virens’, con salida a la calle, su concepto de cocina verde se ha convertido en una de las grandes apuestas del alojamiento. El chef Gio Esteve, el encargado del tema gastro en ausencia de Rodrigo, cuenta cómo el concepto se extiende por el hotel desde el room service, hasta ‘Azimuth’, el servicio de desayuno y, en su máxima expresión, en su restaurante ‘Virens’.
“El 70% de nuestra carta está basado en las verduras”, comenta Gio, sobre el plant forward, que no se trata solo de hervirla o aliñarla con aceite, “ahí entra la magia de Rodrigo, como digo siempre. El nivel de poder trabajar la verdura de otra forma”, subraya el chef francés Gio con una sonrisa siempre, enérgico y totalmente conectado con el proyecto. “Rodrigo de la Calle en eso es el rey, porque es capaz de mezclar cualquier verdura con otra verdura, con especias, aromas… Y crear platos bonitos y diferentes. Al final es lo que somos aquí: diferentes”.
Por la noche, el menú degustación de Rodrigo de la Calle (con un maridaje de vinos catalanes pero que también incluyen bebidas probióticas hechas por él, como hidromiel o kombuchas) explica a través de los sabores todo lo que ha contado Gio Esteve. El primer plato del Menú verde, unos tomates con aceite de oliva, sal y pimienta, que incluyen un cherry pasificado, una crema ácida y un líquido azul hecho con el agua del tomate tintado con espirulina es un buen inicio. Después, llegan unos Pimientos asados con yema de huevo; la berenjena china asada; risotto de zanahoria para seguir con esta oda a las verduras. La corvina con puré de calabaza y la carrillera de cerdo ibérico entran como notas discordantes que encajan en la melodía.
Decía José Saramago que “la felicidad tiene muchos rostros. Viajar es, probablemente, uno de ellos”. Podríamos agregar que alojarse en ‘Almanac’ puede sumarse al viaje y mostrar otra cara de la dicha. Porque aquí, el viajero se acostará soñando con Barcelona con la certeza absoluta de que al despertar ella estará ahí, entrando por la ventana, dispuesta a darle los buenos días. No se puede pedir más.