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“En cualquier otro lugar esto no tendría sentido”, explican los hermanos Molleví. En tiempos de la turismofobia que asola buena parte del corazón de la Ciudad Condal, sacar a la luz un proyecto hotelero puede parecer ambicioso. Sin embargo, este no es un alojamiento cualquiera, “es un homenaje a nuestros bisabuelos y también a la ciudad de Barcelona, a lo que ha sido y a lo que es”. Así lo expresan Àlex y Guille Molleví, propietarios del hotel ‘Antiga Casa Buenavista’ y cuarta generación de una familia dedicada a la hostelería, cuya trayectoria empezaría en este mismo lugar hace más de cien años.
Su objetivo: “Que se respire esa esencia de Barcelona”. Puede parecer un cliché si te lo dicen antes de llegar al hotel. Si te lo dicen después, el huésped enseguida descubre que todo tiene sentido y que nada está al azar en ‘Antiga’. Situémonos. En la confluencia del Raval y el Barrio de Sant Antoni, frente a la plaza Goya, aparece este hotel-boutique de cuatro estrellas y 43 habitaciones que abrió sus puertas el pasado mes de julio. Lo haría después de cuatro años de reformas y de espera de concesión de permisos.
Los esgrafiados y los balcones de forja del exterior rinden tributo a aquella estética modernista que primaba en 1873, cuando se levantó este edificio; mientras que, en el interior, ese diálogo entre el siglo XIX y el XXI continúa con los suelos hidráulicos, las molduras recuperadas, los techos con volta (bóveda) catalana, los materiales nobles o las cristaleras de tonos azulados y verdosos que separan distintos espacios. “Partimos de la base de que el cliente se sintiera en su casa en un ambiente cálido y atemporal”, explican los Molleví. El proyecto tiene dos partes que se entrelazan y separan al mismo tiempo. “La parte del hotel es interiorismo a través de arquitectura, de estilo sobrio y elegante, mientras que la del restaurante es más rompedora”, añaden.
Gener Arenas, manager on duty del hotel, nos da la bienvenida en la recepción situada justo al lado de la entrada al restaurante ‘Casa Buenavista’. Es este punto gastronómico el origen de todo el proyecto que estamos a punto de descubrir, pero de ello hablaremos más tarde. “Volver a esa idea romántica de recuperar un proyecto familiar es difícil de ver ahora en el centro de Barcelona”, comenta Arenas, justo antes de presentarnos el hotel en un recorrido por sus diferentes ambientes. El sótano es como un espacio secreto que alberga una sala para reuniones y cenas privadas, donde se muestra la interesante colección pictórica de la familia Molleví.
De la recepción destaca que no está conectada con el lobby. Para crear mayor intimidad y tranquilidad, este se encuentra en una entreplanta superior, abierta como una gran sala con elegantes sillones, butacas, sofás y mesas alargadas rodeada de estanterías con libros y revistas. Aquí el mobiliario parece sacado de una revista de diseño porque así es. Todos estos elementos constructivos se combinan con piezas únicas proyectadas por artistas como José Antonio Coderch, Oscar Tusquets o André Ricard además de grandes figuras internacionales como Finn Juhl, Mies Van Der Rohe o Michael Thonet.
“El lobby es una zona exclusiva para los huéspedes”, explica Gener. Aquí, algunos trabajan desde sus portátiles en el bureau mientras otros leen y encargan un café desde una tablet. El hotel está comprendido como un gran conjunto de diseño cambiante y enseguida uno se da cuenta. “En cada planta hay un espacio específico que hace referencia a diferentes años del diseño catalán”, explican los propietarios.
El cliente lo descubre en el mobiliario y los diferentes elementos de iluminación en cada una de sus cuatro plantas entendidas como “galerías”. ¿La quinta? Revela otro elemento secreto del ‘Antiga’, que es su piscina y su zona de hamacas como un pequeño oasis con vistas al skyline de Barcelona. Este abre desde las 10:00 horas de la mañana hasta las 22:00 horas de la noche.
Ese diálogo entre lo modernista y lo contemporáneo, entre el diseño y la comodidad, continúa en las habitaciones, donde el huésped descubre su particular refugio en el corazón de Barcelona. “Tenemos diferentes categorías”, explican los Molleví. Raval, Galería, Ronda, Goya o Buenavista son los nombres de los distintos rangos que indican hacia dónde están orientadas estas habitaciones de entre 19 y 24 m2, de camas king o queen size, de colores suaves que potencian el descanso y grandes ventanales que iluminan cada uno de sus rincones.
Estos dan paso a terrazas soleadas. ¿Las más exclusivas? “Las habitaciones superiores, en la quinta planta, que cuentan con acceso directo a la piscina y con terraza privada con bañera”, explican los hermanos Molleví. El precio de hospedarse en el ‘Antiga Casa Buenavista’: desde 140 euros la noche.
¿Su huésped? “Sólo llevamos tres meses abiertos, pero estamos recibiendo a un cliente con poder adquisitivo medio-alto, de entre 30 y 55 años, con interés por la cultura, la arquitectura y el diseño”, apuntan los dueños. Su procedencia, “centroeuropeo, nórdico, americano y asiático, pero no de cruceros”, recalcan.
El nombre del establecimiento -Antiga Casa Buenavista- es un homenaje a la casa de comidas fundada en 1918 por sus bisabuelos, Mateo Molleví y Conchita Ribera, en este mismo lugar. “Hemos mantenido el nombre y el logo”, añaden. Las cristaleras separan este rincón gastronómico del resto del hotel. “Nuestros bisabuelos se dedicaron en cuerpo y alma al restaurante, que se convirtió en un punto de referencia en el barrio”, explican los Molleví.
“Empezaron aquí, en la planta baja. Vivían en el piso principal, la gente llamaba al timbre y ellos bajaban a servir las comidas”. Poco a poco, fueron ampliando el negocio, compraron el resto de pisos y el edificio de al lado”, cuentan. Así hasta los años 50, cuando su abuelo tomaría las riendas del negocio. Tras varias décadas cerrado, Àlex y Guille Molleví acaban de darle una nueva vida a ‘Casa Buenavista’.
“La carta está impresa de la misma manera que se hacía entonces”, apuntan. “Hemos reinterpretado platos que había y recuperado frases y refranes catalanes que hoy aparecen en las paredes”, detallan los Molleví. El original estaba especializado en una cocina de mercado con platos populares a precios asequibles. El actual, según los dueños de ‘Antiga’, “apuesta por la gastronomía típica catalana con producto de calidad sin mucha sofisticación, pero bien tratado”, en palabras de los hoteleros. “La propia carta tiene dos tendencias, un producto a la brasa o guisos típicos catalanes, todos ellos con productos de cercanía”.
El resultado es una experiencia gastronómica o un viaje hace cien años, tanto por la estética, la música, la sofisticación y hasta la luz que se cuela por las cristaleras. Su ambiente se muestra tranquilo por la mañana y animado en la noche, sin perder ese punto de elegancia e intimismo que quieren cuidar sus propietarios. Ya en la mesa, ese periplo continúa por el paladar con una carta que prima la cocina local de mercado y de temporada con un toque gourmet, bajo la supervisión del chef leridano Marc Roca, dueño del restaurante ‘Blau’ (Solete Guía Repsol) en Barcelona.
Empezaremos con una coca de vidrio con tomate y aceite de oliva, ostra de Normandía o anchoas de Santoña para abrir boca. Luego llegan las clásicas tapas mediterráneas para compartir como la ensaladilla con ventresca y encurtidos de atún, las croquetas de pollo y jamón ibérico o la famosa tortilla trempó, con chorizo y alioli. Del Verd i Cru (Verde y Crudo) de la carta llama la atención del comensal el carpaccio de calabacín con queso de cabra y vinagreta de avellanas, y la burrata con tomate confitado y albahaca. De la brasa reclama paso el solomillo de ternera con foie gras poêle y la presa ibérica con piquillos y puré de patata. Al mediodía hablaremos de platos de tenedor y cuchara, como los chipirones con garbanzos, las albóndigas con boletus o el arroz meloso de gambas, almejas y sepia en su tinta.
¿De postre? El protagonista es el Cotton cheesecake (tarta de queso) con helado de leche fresca y miel de la Paquita, además del Babá al ron y la Tableta de chocolate Buenavista, rellena de trufa y mermelada de albaricoque.
Los desayunos merecen un capítulo aparte, con un amplio buffet con variedad de croissants, panes, fruta, miel de panal, yogures naturales, además de quesos y embutidos que se complementan con una carta específica que, al título de BON DIA obliga a bajar el ritmo y a tomarse el día con calma, como este desayuno. Comenzaremos con un zumo de naranja natural, seguiremos con una rebanada de pan con aguacate y tomate fresco para acompañar unos huevos, ya sean fritos, revueltos, en tortilla o poché. Bon profit.
El hotel se encuentra junto al teatro Goya, su plaza homónima y a un paso del barrio de San Antonio y el Raval. Todo esto lo convierte en un enclave perfecto para exprimir una escapada por la ciudad condal y explorarla a pie. Quien quiera alejarse un poco más, deberá saber que ‘Antiga Casa Buenavista’ dispone de motos y patinetes eléctricos para sus huéspedes.
Este es un ejemplo del compromiso de este proyecto hotelero con la sostenibilidad. También lo es la plantación de un árbol si el cliente decide que no es necesario que le limpien la habitación cada día o el establecimiento de vínculos sociales de la propiedad con el distrito.
“Queremos integrar el hotel en la ciudad y en el barrio, impulsando acciones en las que los comerciantes, por ejemplo, puedan exponer sus productos aquí para darles un espacio de visibilidad”, explican los propietarios. “Estamos viendo diferentes opciones para crear esa sinergia y en un momento en que Barcelona pasa por una turismofobia es más importante que nunca”, concluyen los Molleví.
‘HOTEL ANTIGUA CASA BUENAVISTA’ - Ronda de Sant Antoni, 84. Barcelona. Tel. 933 30 30 30.
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