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La ría de Muros y Noia es la gran desconocida de las Rías Baixas gallegas. Flanqueada por montañas y más angosta que sus vecinas del sur, por momentos puede hacer pensar en un fiordo escandinavo.
Es un lugar de arenales infinitos, miradores impresionantes y paisajes difíciles de olvidar, un entorno a medio camino entre el clima templado de la Galicia meridional y el carácter indómito de la Costa da Morte, que comienza justo donde la ría termina. Es todo aquello que esperas de las rías gallegas, pero con un carácter propio, un ritmo más tranquilo y bosques que, en muchos casos, se extienden hasta donde alcanza la vista.
Al fondo de la ría escasean las playas. A cambio, el lugar en el que el río Tambre se encuentra con el Atlántico esconde paisajes que hay que ir descubriendo poco a poco. Es un lugar único, un entorno que no es ya totalmente fluvial, pero que tampoco es marítimo; una tierra de nadie con cosas de los dos mundos en la que se esconde uno de los secretos mejor guardados de la provincia, un alojamiento que es un remanso en el que perderse por unos días y desconectar de todo: el hotel ‘Atmos’.
La llegada te va preparando, de alguna manera, para ese cambio mental de ritmo; para relajarte, dejar las prisas y el ajetreo atrás, y empaparte de este entorno verde que parece fundirse con una ría de aguas de color cambiante.
Nada más abandonar la AC-549, la vía de alta capacidad que nos trae hasta la comarca desde Santiago de Compostela, apenas a media hora, o desde la Autopista del Atlántico, se cruza el puente sobre el Tambre. A un lado, el río que avanza lento mientras va ganando anchura entre juncos, cañas y bosques que parecen llegar a hundirse en sus aguas. Del otro, la ría que se abre lentamente, con embarcaderos centenarios, barcos de pesca salpicados aquí y allá, como manchas de colores sobre el agua, y bancos de arena que se llenan de aves en la bajamar.
La carretera serpentea un par de kilómetros. Atrás queda el puente medieval de Ponte Nafonso, con sus 18 arcos góticos y, tras una breve subida entre pinares, pasando al pie de la iglesia barroca de San Tirso, llegamos a nuestro destino.
La arquitectura sorprende, con sus líneas esenciales, pero no desentona en el lugar. Tras atravesar varias aldeas a la orilla del río, llama la atención el diseño limpio de un edificio que destaca en el entorno. Sin embargo, un segundo vistazo, más pausado, deja clara la voluntad de integrarse, de hacer suyo el legado arquitectónico de la zona: un emparrado en el acceso, un hórreo que dialoga con las formas modernas del edificio principal o las ruinas de antiguas construcciones -la fecha de 1923 aparece grabada en uno de los viejos dinteles- se integran para dar al conjunto un aspecto contemporáneo y atemporal al mismo tiempo.
El verde del entorno se cuela a través de las grandes cristaleras en cada rincón del complejo, porque aquí el paisaje es un elemento más de la arquitectura, una parte fundamental de la experiencia del viajero.
La piscina, una infinity pool, mira de frente al bosque, al igual que la terraza del restaurante y buena parte de las habitaciones. El interior te arropa con sus líneas básicas y una selección de materiales inspirados en la tradición, aunque con una estética actualizada. Maderas, pizarra, tonos que contrastan y nada que distraiga del objetivo principal de cualquier estancia en este lugar: relajarse, disfrutar y conectar con el entorno.
‘Atmos’. El nombre del hotel lo dice todo. Su vocación de crear un ambiente, una atmósfera. Pero si aún no lo tenías claro, lo tendrás en cuanto atravieses la puerta de su restaurante. El hotel se llama ‘Atmos’; el restaurante, ‘Fera’. Todo se conjuga aquí, para que esa atmósfera sea única y te envuelva, ya sea en la habitación, en los jardines o, como en este caso, cuando te sientes a la mesa.
Pero Fera, en gallego, quiere decir también fiera. Y algo de eso, de ese atrevimiento, de esa voluntad de ir un paso más allá, sin miedo, hay en la propuesta del restaurante; un menú “sencillo, pero intenso”, tal como ellos mismos lo definen, que bebe de la tradición gastronómica gallega, pero que no se pone fronteras ni corsés.
La carta huye de complicaciones innecesarias y explora sabores de aquí y de allá, siempre con la despensa autóctona como hilo conductor: es lo que ocurre con las croquetas de queso San Simón, con el toque ligeramente ahumado característico, que se acompañan con un tartar de vaca vieja y una mayonesa de sriracha, o con el bocadillo de calamares, que se revisa a través de la incorporación de kimchi y una salsa dijonnaise.
Entre los principales, un pie siempre sobre el terreno y otro explorando cocinas del mundo: fideuá de secreto ibérico con cabezas de chipirón fritas y alioli de lima, brocheta de rape y langostinos con grelos salteados y una beurre blanc al albariño, costilla deshuesada a la parrilla con patatas hasselback y mermelada de beicon…
El producto local brilla, siempre desde esa misma manera global de entender la cocina, en propuestas como la lubina salvaje torchada con arroz al horno y mayonesa ahumada, o los fettuccine en salsa carbonara de queso San Simón con entraña de ternera gallega a la parrilla, uno de los clásicos de la casa.
Y entre los postres, la filloa, la icónica elaboración repostera gallega, que se sirve rellena de crema de pistacho y acompañada de una sopa de chocolate blanco. O, quizás, otro de los clásicos de la carta, la particular versión de la cheesecake, que se prepara con chocolate rubí y un coulis de frutos rojos.
Es posible que dudes, que te apetezca todo. En ese caso ponte en manos del equipo del restaurante y opta por su menú degustación, titulado O Mellor de Fera (lo mejor de Fera), un recorrido por algunas de sus propuestas icónicas en siete pasos.
De regreso a la habitación, las enormes cristaleras que lo inundan todo de la luz atlántica, la terraza abierta al horizonte o el jacuzzi, a nivel de suelo, desde el que disfrutar de las vistas, harán que no quieras marcharte.
A eso hemos venido, a sumergirnos en el entorno, a empaparnos de su atmósfera, a olvidar todo lo que queda más allá de los muros y a zambullirnos en otra manera de disfrutar de la hospitalidad gallega, de sus sabores y de su carácter. Sin prisa, que ese es un concepto que no tiene cabida aquí.
‘ATMOS’ - Pumar, 7. Outes, A Coruña. Tel. 981 07 22 29.
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