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Ya han pasado casi 45 años desde que el viejo molino harinero que hoy ocupa 'Fuente Aceña' dejara de funcionar. Entre sus ruinas de más de tres siglos, los chavales del pueblo solían lanzarse al agua para nadar cerca del puente renacentista de cuatro arcos cuyos muros hoy casi tocan las habitaciones. Su restauración la llevó a cabo un empresario vallisoletano que se enamoró del lugar. Primero quiso convertirlo en restaurante, pero pronto se dió cuenta de que el entorno tenía tanto encanto, que proyectó también un hotel boutique que ya cumple 19 años. Aunque la buena integración de los espacios y su decoración minimalista no te hacen pensar que haya superado la edad adulta. Parece recién inaugurado.
El edificio del viejo molino alberga hoy la recepción, donde dos clientes franceses terminan de hacer el check in junto a su mascota, un obediente shar pei. En la misma planta, una barra invita a sentarse y picotear algo tomando una copa de alguno de los vinos de la zona. Su carta propone bodegas afamadas como Vega Silicia o Villacreces, pero también productores más pequeños como Canto de la Alondra o Sarmentero.
La primera sala del restaurante –la misma donde sirven los desayunos– se deja entrever subiendo unos peldaños desde la recepción, mientras el gran salón, en la parte superior, disfruta de las mejores vistas hacia el río. "Se ha respetado siempre la estructura original del antiguo molino, tanto en columnas, como vigas de madera y paredes de piedra", cuenta Azucena Casas, directora del hotel, sentada en una de las salitas de estar con chimenea de acero negro.
Las 22 habitaciones forman la parte más moderna del alojamiento: situadas en un cubo anexo de dos plantas con paredes de cristal que miran al Duero, su decoración es discreta y su mobiliario se basa en materiales y textiles de tonos naturales que no desentonan con el entorno. Todo está tan bien integrado que apenas te das cuenta del cambio de ambientes cuando paseas por el hotel. "Las estancias se encuentran en la zona donde antiguamente los carros cargaban los sacos de harina", añade la palentina, que cada día recorre los 30 kilómetros de la N-122 que separan Quintanilla de Onésimo de Valladolid.
Una gran puerta acristalada en las habitaciones de la planta inferior da acceso directo a la terraza con suelo de madera que, envuelta entre vegetación, te deja ver el cauce del río. Solo te separa del agua una barandilla. Provista de mesas y sombrillas, es una gozada sentarse a leer un libro con un café, o pedir –como servicio especial– un desayuno romántico con vistas al Duero.
El desparpajo de Azucena es contagioso. La palentina habla con especial cariño de este lugar, en el que lleva trabajando casi desde su apertura. Es su segunda casa y sus empleados son su segunda familia. Junto a ella está Pedro de Rodrigo, el cocinero que dirige los fogones del restaurante, galardonado con 1 Sol Guía Repsol.
Pedro lleva también desde los inicios y sus platos son un homenaje a la gastronomía local. "Nuestra cocina es tradicional, se basa en el mejor producto de la zona, pero elaborado de otra manera. Nos gusta que la gente sepa lo que está comiendo", cuenta Azucena.
Destacan platos como su lasaña de morcilla de Burgos, elaborada con pasta fresca que hacen diariamente, tinta de calamar, base de pimiento verde, espárragos y pimientos de padrón; el bacalao con setas, migas, manitas de hueso deshuesadas y espuma de piel de limón; o el cochinillo confitado a baja temperatura, tierno y desgrasado, con la piel crujiente marcada a la plancha. "Un plato que no se ha movido de la carta nunca", puntualiza Azucena. También proponen productos más alejados de la Ribera del Duero, como la parrillada de pulpo con puerro al aceite de ajo arriero, que "curiosamente tiene tanto éxito que nunca me dejan quitarlo", bromea la directora.
Su ubicación en plena "milla de oro" de la Ribera del Duero convierte al hotel en un punto de encuentro de muchos bodegueros de la zona, que vienen aquí a conversar o cerrar negocios entre semana. Cuando llega el viernes, el cliente cambia, es más familiar, más turístico. Muchos senderistas lo toman como punto de partida en la etapa 12 del Sendero GR14 que empieza justo al otro lado del río, dirección Peñafiel; mientras las parejas buscan aquí una escapada íntima y romántica.
'FUENTE ACEÑA' - Calle Molino, s/n. Quintanilla de Onésimo, Valladolid. Tel. 983 68 09 10.
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