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El camino que conduce hasta el 'Hotel Boutique Carrasqueta' de Jijona (Alicante) se adentra en las entrañas de la montaña por un sendero ascendente que se abre paso entre pinos carrascos y coscojos. La sorpresa no llega hasta el final, cuando alcanzamos una gran explanada donde se ubica este pequeño hotel y, junto a él, una singular construcción de planta circular. Es el Pou de la Neu del Surdo, un antiguo pozo de nieve del siglo XIX conservado para recordarnos la importancia que tuvo en el pasado la producción y comercialización de hielo en el Levante español. Esta explanada, alejada del mundanal ruido, se abre al valle como un gran balcón desde donde se pueden divisar las sierras de Serrella y Aitana, y picos emblemáticos como el Puig Campana y el Cabeçó d’Or.
En los días despejados, la panorámica se completa en el horizonte con el perfil de la bahía alicantina, incluyendo el faro de Santa Pola y la Isla de Tabarca. Estamos en la cima del Alto de la Carrasqueta, a 1.100 metros de altitud sobre el nivel del mar. Este puerto de montaña, incluido en la red del Camino de Santiago, es uno de los que deberá superar el pelotón de figuras enmalladas de la Vuelta Ciclista a España 2021.
Conocida sobre todo por sus playas y calas, Alicante es a su vez una de las regiones más montañosas de la península. El interior de la provincia, menos explotado turísticamente, ofrece una experiencia muy diferente al visitante. Hay en él auténticos remansos de paz y entornos naturales perfectos para la práctica de deportes de montaña como el senderismo y el ciclismo.
Es un entorno natural lleno de contrastes, con un paisaje en constante transformación cromática y con una importante diversidad de fauna y flora autóctonas. En estas amplias zonas forestales y montañosas viven búhos reales, jabalíes, zorros, ciervos, cabras hispánicas y arruíes. El 'Hotel Boutique Carrasqueta' es uno de los iconos de un pujante turismo rural que trata de poner en valor toda esta riqueza natural.
La reciente rehabilitación integral de este hotel, que cuenta únicamente con siete habitaciones, está enfocada hacia un objetivo: recrear la sensación de que estamos en nuestra casa. El diseño neorústico impregna todos los rincones de esta antigua construcción de muros de piedra, que originalmente servía de residencia para la persona que se encargaba del mantenimiento del pozo de nieve aledaño.
El proyecto de interiorismo combina la calidez de la madera y los colores vivos, con amplios ventanales que permiten capturar toda la luz natural posible e integrar visualmente el interior con el paisaje. Las habitaciones, situadas en la primera planta, son sencillas pero muy acogedoras, con amplios baños completos y camas de muelles ensacados de dos metros de ancho.
En la planta baja destaca un salón con chimenea, ideal para disfrutar de la lectura en una gélida noche de invierno, y un restaurante con vistas al valle, perfecto para regodearse por la mañana con un desayuno copioso y prolongado –que además se incluye siempre en el precio de la habitación–. Estamos en un hotel donde todo invita a tomarse las cosas con calma. El bar-restaurante cuenta también con una terraza que es un auténtico lujo cuando el frío invernal da paso a las temperaturas amables de la primavera.
El restaurante no solo da servicio a los clientes que pernoctan en el hotel. Es también un lugar idóneo para los senderistas que quieren hacer una "parada técnica" donde reponer fuerzas con un buen esmorzaret antes de reanudar su excursión.
Al frente del restaurante encontramos al cocinero coruñés Chano Luengos, que desembarcó en este pequeño hotel rural después de trabajar durante años en las cocinas de otros establecimientos de Alicante como 'Raïm', 'Mauro & Sensai' y 'Spoon'. Su propuesta gastronómica mira siempre –pero no únicamente– al terreno y se alinea perfectamente con la filosofía del hotel: sencillez, calidad y atención al detalle.
Tiene los mimbres de una casa de comidas rural, con menús de mediodía y noche a precios razonables. Los platos de cuchara, los arroces y los productos autóctonos tienen mucho protagonismo. Uno de los fijos es la tabla de embutidos artesanales de Torremanzanas. Esta población, situada a 15 kilómetros de distancia, es conocida por la calidad de productos como el blanquet, la marineta, la botifarra, la morcilla de carne, la longaniza de Pascua o la sobrasada seca.
Chano nos cuenta que la gastronomía local es un eje vertebral de la cocina de este restaurante, pero defiende un concepto más abierto. En sus menús conviven sin mayor problema unas alubias con almejas, un gazpacho manchego, un cordero estofado a la vainilla y una tapa tan de la tierra como la coca de escalibada de verduras. Él, como buen gallego, no renuncia tampoco a incluir de vez en cuando el pulpo –cocido sin agua y solo con su propio jugo, bien tapado y sin sal, siguiendo la técnica desarrollada por el conocido chef Pepe Solla (3 Soles Guía Repsol)–. Tampoco se impone un discurso estrictamente localista en los postres: brownie con ganache de chocolate blanco o una tarta pavlova de frutos rojos. Lo importante es disfrutar.
El 'Hotel Carrasqueta' reabrió sus puertas hace poco más de un año tras un proceso de rehabilitación integral que ha insuflado de vida este edificio tras años de abandono. Los responsables de esta remodelación y cambio de filosofía son Luis y Juan Carlos Castilllo, dos conocidos empresarios alicantinos a los que el Ayuntamiento de Jijona otorgó la concesión para la explotación del hotel. Para desmarcarse de la oferta habitual de las grandes cadenas, ellos apuestan por un concepto diferente. Pequeños hoteles con encanto enclavados en edificios con alto valor arquitectónico o histórico.
"Tenemos un hotel en la Isla de Tabarca, junto a la playa, que ocupa la antigua casa del gobernador, del siglo XVIII. En Alicante, estamos en otro hotel enclavado en un palacete del siglo XVII. Y estamos ya trabajando en otro similar en el casco antiguo de la ciudad de Alicante; un hotel boutique de cinco estrellas situado dentro de la Concatedral de San Nicolás –nos cuenta Luis Castillo–. Nos faltaba redondear nuestra oferta con un hotel en la montaña. Cuando dimos con el Pou de la Neu vimos la oportunidad de llevar a cabo un proyecto que, en mi opinión, es único y muy especial. Es ideal para parejas, para jubilados o incluso para familias".
El Pou de la Neu del Surdo es uno de los pozos mejor conservados que se pueden encontrar en la provincia de Alicante. Estas neveras artificiales son pozos excavados en la tierra y cerrados con techumbre que se utilizaban desde la Edad Media para conservar el hielo.
Alrededor de la casa reconvertida hoy en 'Hotel Carrasqueta' pueden distinguirse todavía varios ventisqueros, pequeños muretes hechos de piedra donde se acumulaba antiguamente la nieve. El trabajo consistía en trasladar esa nieve al pozo cuando se acercaba la primavera y terminaban las nevadas. La nieve se prensaba y distribuía en capas de grosor uniforme y separadas por paja, hojas o tierra.
En verano cortaban esas capas de hielo en barras para transportarlas por la noche en burros o caballos hasta núcleos urbanos cercanos –como Jijona, Alicante o Alcoy– donde eran comercializados. La conservación del hielo era esencial en esa época: se utilizaba para conservar alimentos perecederos como el pescado o la carne, pero también para refrescar a los enfermos o para la elaboración de helados. No es casualidad que Jijona, conocida por su paisaje de almendros y por ser la cuna de la industria turronera, tenga además una tradición centenaria en la producción de helados.
Los pozos de nieve quedaron obsoletos cuando empezó a producirse hielo de forma industrial a principios del siglo XX –el primer paso antes de la invención de los primeros frigoríficos domésticos–. Hoy en día muchos han desaparecido, pero otros como el del Surdo se han conservado como importantes ejemplos de patrimonio histórico y etnográfico.