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El antiguo trull de Can Palau, con sus vigas y jácenas de sabina a la vista y sus paredes encaladas decoradas con capells –esos sombreros de paja con los que se protegen los payeses–, sirve ahora de vestíbulo de bienvenida a los clientes de 'Casa Maca'. A los pies del pinar de Puig d'en Palau, y rodeado por campos de lavanda, almendros, algarrobos, higueras, olivos y naranjos, este hotel rural ofrece al turista uno de esos placeres que escasean en Ibiza: la tranquilidad.
Amanece y el sol va asomándose tras la silueta de la catedral de Santa María de las Nieves, coronando la ciudadela amurallada. El silencio, roto por la brisa que agita la copa de los pinos, contrasta con el bullicio que a esta hora ya se intuye por las calles empedradas del centro de la ciudad y en las playas, donde la fiesta no tiene visos de acabar.
"Aquí los clientes vienen buscando una experiencia diferente, recuperando unas costumbres de vida más ibicencas. Muchos quieren descubrir la cara más desconocida de la isla, aquella que está más apegada a la naturaleza", apunta Elodie Wrights, responsable de comunicación del Grupo Mambo, propietarios del hotel desde abril de 2018.
A escasos metros de la entrada, en una finca contigua, Pedro Ventura y su familia se afanan, encorvados con el cesto amarrado a la cintura, en la recolección de azafrán, que aquí brota a principios de noviembre. Durante un descanso en la agotadora jornada, recuerdan que lo que hoy conforma la recepción y restaurante del hotel era la antigua casa donde nació la abuela Antonia Palau. "Allí se dedicaban al cereal, las colmenas de abejas, las sitges de carbó (carboneras), la extracción de cal y la molturación de aceite en el trull", explica este joven, al que el nombre de maca (hermoso en el dialecto ibicenco) que le han dado al alojamiento "le viene como anillo al dedo".
Los primeros rayos hacen relucir más las paredes blancas de las diez villas individuales que conforman el hotel. Dos son amplias suites, El Trull y S'Estay –bautizadas como el antiguo molino de aceite y como las salinas de Ibiza–. Están decoradas con elementos típicos de la isla, como el hierro forjado de lámparas, marcos y cabeceros de cama, la madera de pino y sabina de vigas, armarios y escritorio o los detalles de esparto y terracota. Además, cuentan con un pequeño jardín privado con pérgola para disfrutar de cierta intimidad al aire libre.
Las otras ocho suites junior, que reciben el nombre de los distintos vientos que soplan en la isla –Tramuntana, Gregal, Llevant, Xaloc, Mitjorn, Llebeig, Ponent y Mestral–, también presumen de detalles de casa payesa en su interior, como los tonos blancos, beige y anaranjados, que dan mayor amplitud al espacio, los suelos de arcilla pulida y madera, la sencillez y austeridad de su decoración, con varios objetos en mimbre.
Todas cuentan con un pequeño espacio de sala –con cafetera expreso, televisor, radio vintage Marshall y sofá–, que da acceso a un pequeño jardín con vistas al Mediterráneo. Los amenities del baño siguen la estela ecológica del recinto y son de origen botánico, de la marca australiana Grown Alchemist y los clientes –"la mayoría parejas"– pueden reservar clases de yoga, entrenamientos personalizados, rutas de senderismo y cicloturismo por los alrededores. Los precios de las habitaciones oscilan entre los 150 euros/noche en temporada baja y a partir de 280 euros en temporada alta.
Además, el hotel ofrece todo el año el servicio de su restaurante, con desayunos, comidas y cenas de estilo mediterráneo, bajo la batuta el chef colombiano Álvaro David Ospina, que ha trabajado en las cocinas de Martín Berasategui y Quique Dacosta. "Vamos acondicionando nuestra oferta a la temporalidad, aprovechando incluso lo que el entorno nos da, como los higos, las naranjas y limones de la propia finca. La idea, en un futuro, es abastecernos de nuestro propio huerto", asegura Wrights.
En la carta se encuentran esos guiños latinoamericanos del cocinero, fusionados con la gastronomía local: como la burratina con compota de papaya, el ceviche de pargo con leche de tigre y mango, el pulpo a la brasa con crema de hinojo, espuma de espárrago y rocoto o el tradicional flaó casero (tarta de queso fresco de cabra con menta o hierbabuena). Los precios oscilan entre los 10 y los 28 euros y el menú del día es de 18 euros.
Los viernes y sábados, esta oferta se completa con la parrillada al aire libre, junto a la piscina –que para los más valientes está disponible todo el año– y amenizada con música en directo. Se hace difícil no rematar la velada disfrutando de un cóctel –en los que son especialistas en el Grupo Mambo– mientras se contempla en el horizonte el puerto y Dalt Vila iluminados.
'CASA MACA' - Can Palau de Dalt, s/n. Eivissa - Ibiza. Tel. 971 80 68 64.
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