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"No es el típico hotel vacacional que se te viene a la cabeza cuando piensas en las Islas Canarias". Así lo asegura Rubén Llach, director del 'Innside'. Los hay que podrán dudar de ello antes de venir a este complejo playero de cuatro estrellas, al amparo del todopoderoso Meliá. Sin embargo, desde hace dos años este alojamiento ha buscado su lugar en medio de las dunas del jable, ese desierto que hace de puerta de entrada al Parque Natural de Jandía. Y lo ha encontrado, al menos para quien sepa buscar. Hablamos de la parte más virgen de la isla de Fuerteventura, donde asoma en mitad de la nada este oasis de 140 habitaciones y un sello propio: domador del sotavento.
Los culpables son el windsurf, el kitesurf y una laguna que aparece y desaparece, pero luego hablaremos de ello. El 'Innside' se esconde de la carretera durante el día y durante la noche, aún más. El trayecto desde el aeropuerto insular hasta el hotel supone algo menos de una hora por la FV-2 en un recorrido fantasma en la más absoluta oscuridad. Sabíamos que Fuerteventura era una isla tranquila, pero hasta que no llegamos aquí no lo corroboramos. El pueblo se llama Costa Calma.
"Estamos en medio del desierto", explica Llach. Una acumulación de dunas oculta el océano y el hotel, que se erige silencioso bajo un cielo estrellado. Ni el descampado que hace de aparcamiento del mismo es sencillo de encontrar aquí entre tanta oscuridad natural.
De puertas adentro el hotel se ilumina en una propuesta que muestra "la sencillez máxima de los elementos", en palabras de Llach. "La arena, la madera, el hormigón, el fuego, el agua…", añade el director. Hablamos de una decoración sencilla dispuesta en grandes espacios abiertos donde rompe la frescura del cemento gris y la piedra volcánica negra; del cristal que muestra este entorno remoto y el leño desnudo que da calidez en una composición sencilla y juvenil, como la da el equipo hispanoitaliano del hotel.
Porque así es la firma 'Innside', que nació como propuesta urbana y desenfadada para venir a formar parte aquí de un lugar salvaje, la playa de Sotavento. "Te puede enamorar como te puede no gustar nada", advierte el mánager del hotel. Para salir de dudas, el cliente cuenta con dos opciones de habitación dentro de las 140 que componen el complejo.
Las mañanas del 'Innside Fuerteventura' empiezan con una visión panorámica de la playa de Sotavento, justo delante. Tanto las Estándard como las Suites son amplias, luminosas y todas ellas con vistas al mar desde una terraza ideal para el primer café acostados en la hamaca. Un jardín subtropical camufla el hotel y da paso a la famosa laguna de Sotavento y a esos nueve kilómetros de arenal, famoso por su viento constante.
"Cada habitación está equipada con un baño completo, amenities, ropa de cama y toallas sostenibles, además de tecnología Chromecast que te permite conectar el contenido de tu móvil en la televisión", explica el equipo del hotel. La suite en particular cuenta con una ducha doble con efecto lluvia, además de una bañera interior en la habitación que mira hacia la playa. "Los precios son dinámicos, cambian constantemente", explica el director sobre el rango que abarca desde los 100 a los 300 euros la noche.
El huésped se sentirá como un auténtico rider del viento vistiendo el albornoz estilo "poncho surfer", camino al desayuno. 'The Kitchen' es el nombre del restaurante panorámico, junto a la infinity pool del hotel, con gusto por el producto de proximidad en un recetario que cambia cada día según lo que haya en el mercado.
En el desayuno no faltan los surtidos ibéricos, las frutas tropicales, los cereales y frutos secos además de diferentes tipos de pan en una propuesta capaz de satisfacer a los de la dieta mediterránea o los que no conciben unas vacaciones sin su full english breakfast. En el show cooking se preparan los huevos de todas las maneras posibles entre los crepes, tortitas, churros y demás placeres golosos dentro de una disposición estilo plaza en la que cada comensal busca en cada puesto lo que más le seduzca.
Para disfrutarlo, dispone de un amplio espacio interior de mesas elevadas, como los techos, o la terraza exterior cubierta para proseguir la mañana con un baño en la piscina. Las palmeras, los montículos de jable, la laguna y la playa de Sotavento de fondo. La foto de rigor no puede faltar aquí.
Quien viene a este lugar viene a que no le encuentren, pero si lo hacen, que sea con todas las comodidades. Porque este es un hotel solo para adultos (mayores de 16 años) donde abundan las parejas, los pequeños grupos de amigos, los jóvenes (o "de espíritu joven" como defiende el hotel), e incluso los que vienen a trabajar en total tranquilidad. Pero, sobre todo, este es "el hotel" para los amantes de los deportes náuticos.
"En 1978 se construyó el complejo en mitad de la nada por el atractivo de la laguna de Sotavento", comenta Iván Mesa, director suplente del 'Innside'. El equipo Meliá cuenta que, cuando se creó el primer complejo aquí, apenas llegaban las carreteras a este páramo de arena que forma parte de la península de Jandía. Está ubicada en el extremo sur de la isla donde, poco a poco, van desapareciendo las construcciones en este parque natural de 144 km2. Engloba dos costas divididas por una cadena montañosa, que conduce hacia una llanura volcánica rodeada de calas vírgenes y nombre propios como la punta de Jandía, la playa de Cofete o Morro Jable.
"La laguna de Sotavento es un fenómeno natural", cuenta Rubén Llach. "Su inundación depende de las mareas y las fases lunares", añade. El hotel se encuentra justo delante de este lago salado que se llena y vacía con cada luna nueva o llena, atrayendo así a miles de amantes del viento, la cometa y la tabla. "Contamos con la escuela René Egli, creada en 1984 que es hoy el mayor centro de kite y windsurf de todo el mundo", cuenta Llach, que invita a cualquier huésped a lanzarse a domar los vientos de la cara sur de la isla. "Tenemos exclusividad para impartir clases de navegación en la laguna. Estrenarte aquí, es un privilegio", concluye añadiendo que se imparten clases para todo tipo de niveles, desde iniciación a experto.
En este mismo enclave, cada año y desde hace 35, entre julio y agosto se celebra el campeonato del mundo de estos deportes marítimos en todas sus modalidades. Este es otro de los imanes del hotel, sin embargo, a quien no le apetezca medirse con ningún viento, siempre podrá pasear tranquilamente por esta playa kilométrica de arena dorada o darse un baño en sus aguas claras mientras contempla el "espectáculo natural de la laguna", o del baile de cometas que llenan el cielo.
De vuelta al complejo, no se concibe atardecer en el 'Innside' sin un cóctel en la terraza del 'Shack', el bar que acompaña la piscina y que cuenta con una buena variedad de zumos naturales. Al mediodía también se preparan aquí ensaladas, carnes y pescados a la brasa, además de hamburguesas, que elevan el concepto de snack.
Ya en la noche la atención la vuelve a acaparar 'The Kitchen' y su cocina abierta con aires canarios e internacionales donde triunfan los pescados como la dorada o la vieja, cocinados en el horno de carbón como las carnes, que acompañan una propuesta saludable acorde con el estilo deportivo del hotel.
La velada se puede completar con una exposición de fotografía o pintura de algún artista local que aquí exponen, o escuchando un concierto acústico en la azotea del 'Ginger Bar', iluminado por las hogueras y las estrellas. Si alguien esperaba encontrar contaminación lumínica, este no es el sitio. "Este es un lugar perfecto para desconectar" explica Marina, huésped del hotel, infusión en mano y manta sobre las piernas, porque aquí refresca durante la noche. Más allá del viento, del kite y del windsurf este es un lugar donde hallar esa "buena vibra" de la que tanto se habla, pero que no es tan sencillo encontrar en una cadena hotelera.
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