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La historia está tan aferrada a esta vieja casona que, a cada paso que uno da, asaltan recuerdos del pasado, momentos de aquella España aún en blanco y negro que despertaba entonces de su letargo para emprender la senda de la democracia. Estamos en el corazón de la ciudad de Ávila, en la que fuera la residencia de verano de Adolfo Suárez desde los años 70 hasta los 90. Allí donde se fraguaron algunos episodios que engrasaron el motor de la Transición española.
Hoy, esta vivienda de emplazamiento privilegiado, a los pies de la legendaria muralla medieval, es desde hace menos de un año 'La Casa del Presidente', un exquisito hotel boutique de cinco estrellas que, sin empañar la pátina del tiempo y la solera monumental, ofrece todo el confort de un retiro de lujo.
Poco ha cambiado la estructura de este palacete de piedra que está pegado al palacio de Núñez Vela y a escasos metros del convento y casa natal de Santa Teresa de Jesús. Un lugar que tuvo también para el mandatario del Gobierno su buena cuota de luces y de sombras.
Acechado por los problemas de salud que fueron quebrando a sus seres más queridos, se vio obligado a desprenderse de él. Cuando el inmueble pasó a manos de la familia Ortega, propietaria del grupo Fontecruz, la idea estuvo muy clara: convertirlo en un alojamiento especial, pero respetando el concepto de casa.
"Con la renovación y actualización de esta vivienda, hemos tratado de poner en valor parte de la historia de nuestro país", señala Diego Ortega, director del hotel, quien incide en la fidelidad a la esencia. "Tanto, que hay clientes que hasta confiesan imaginar que se cruzan con Suárez en los pasillos", bromea.
Del trazado original le quedan los huesos sólidos, como buena casa castellana, recia e imponente. Incluso la planta baja se ha mantenido idéntica en su disposición y en algunas de sus dependencias. Es la que conserva el carácter institucional que algún día tuvo esta residencia. Cuentan que fue aquí donde este presidente, que supo como nadie superar los tropiezos del pasado, recibió a Santiago Carrillo a su llegada del exilio.
Intacto está también el zaguán de piedra que da la bienvenida a los huéspedes, así como el despacho del propio Adolfo Suárez, que no solo es hoy el lobby sino también el alma del hotel. Porque nada resulta más emocionante que hacer el check in en este marco de aire setentero que debió ser testigo de conversaciones transcendentes: reuniones sobre la constitución, acuerdos para sentar los cimientos de la nueva era.
De sus paredes de color verde oscuro cuelgan fotos de la agencia Efe con retratos del presidente. Y, tras la librería, lo más llamativo: una puerta secreta. Cuentan que era un sistema de evacuación por si ocurría alguna emergencia en aquellos tiempos convulsos. "Hay que tener en cuenta que esta casa debió ser algo así como un Camp David español, por lo que es un aliciente para el público. La huella de este personaje tan querido por todos es un plus en el hotel", explica Ortega.
Componentes históricos aparte, a 'La Casa del Presidente' se viene sobre todo a descansar, a desconectar del ritmo trepidante de vida, a disfrutar de las pequeñas cosas. Como leer un libro junto a la chimenea, en el salón social, sobre un sofá tipo Chester. O tomar un cóctel en la terraza acristalada, en un ambiente más informal, al lado de un fotogénico futbolín de 1924. O, si el tiempo acompaña, darse un baño en la deliciosa piscina enmarcada por una muralla que es Patrimonio de la Humanidad.
Después, en las plantas superiores, todo será entregarse al confort absoluto en cualquiera de sus diez habitaciones (dos deluxe, cinco junior suites y tres suites). Todas llevan nombres que son valores universales relacionados con la figura de Suárez (la concordia, el diálogo, el coraje, la paz…) y que dentro se refuerzan con fragmentos de Virginia Woolf, Pablo Neruda o Nelson Mandela, presentados en una urna de cristal.
Algunas cuentan con terraza y vistas al jardín, otras son abuhardilladas y tremendamente espaciosas. En cualquier caso, todas resultan exquisitas en su estilo contemporáneo (aquí ya nada de clasicismo), en su cama king size, en sus elegantes baños decorados con imágenes de cine y equipados con bañera de pie, ducha de aromaterapia y amenities de Chopard.
Un capítulo especial merece la propuesta gastronómica, comandada por el joven chef Darío Del Monte, natural de Cebreros como el propio Suárez. Él mismo la define como "una cocina local muy directa, basada en los productos de la zona y sin mucha escenificación". Lo cierto es que degustarla en la cocina, en ese pintoresco espacio revestido de azulejos de Talavera (tan queridos por Amparo, la mujer del presidente) que hace las veces de comedor, resulta una grata sorpresa para el paladar.
El desayuno casero es un despliegue de delicias. Zumos naturales y fruta recién cortada, mermeladas caseras y miel de El Barco de Ávila, quesos de la Sierra de Gredos, jamón ibérico de bellota seleccionado por Florencio Sanchidrián (el mejor cortador del mundo) y yogur natural de vacas abulenses. Además, huevos escalfados del Presidente, y una gran variedad de bollos y panes artesanales (ojo al de patatas revolconas) de la 'Tahona del Sotillo', un obrador local con más de 100 años de antigüedad.
Para la cena, la opción pasa por platos tan sugerentes como el bloody mary de remolacha con berberechos, el chuletón de tomate rosa con ventresca de bonito, los corazones de alcachofas con quinoa y espinacas o los tacos mejicanos de bacalao, guacamole y pimientos rojos.
Todo ello mejora regado con los vinos procedentes de la pequeña bodega emplazada en el sótano de la casa (en ella se hacen catas para los huéspedes), en la que además de referencias nacionales e internacionales, destacan los caldos de la provincia (Cebreros, El Tiemblo, El Barraco…), así como los apreciados monovarietales y coupages de Pinot Noir de la bodega vallisoletana Alta Pavina.
'La Casa del Presidente' recoge el espíritu que caracterizó al propio Adolfo Suárez, su esencia de hombre sencillo que, incluso en sus tiempos álgidos de mandatario, cuando su agenda se apretaba de almuerzos y cenas en los mejores restaurantes del país, no encontraba mayor placer que el de cenar una tortilla francesa en la cocina de este hogar.
Su hijo, Adolfo Suárez Illana, visitó el hotel el pasado mes de septiembre. No lo hacía desde los años 90, cuando entre estos sobrios muros transcurrieron sus veranos. Su impresión fue tan emotiva que en el libro de visitas alabó "el aroma de la familia que se conserva en muchos rincones".
A Illana lo acompañaba Pablo Casado, con quien mantuvo una comida privada. Cuentan que fue precisamente aquí donde el líder del Partido Popular le propuso oficialmente convertirse en su número 2. Otro secreto más para esta mítica casa.