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Un pasillo con espejos y pesadas cortinas, homenaje al Gran Teatro Falla, abren el telón al ‘Hotel Olom’ confirmando que entras en un lugar diferente, donde la luz y el bullicio bajan de intensidad para cortar el ajetreo y regalarte paz. La calma invade a quien traspasa sus puertas. “Cuando entras aquí el espacio cambia. Jugamos con las luces para provocar la sensación de llegar a casa, de bajar las pulsaciones, al mismo tiempo que sigues callejeando por Cádiz con un giro en el pasillo”, explica Jorge Rodríguez, general manager del hotel y máximo representante de la amabilidad que caracteriza a todo el equipo. Un espejo refleja lo que dejas atrás, la Plaza de la Catedral, lugar de tránsito obligado en una visita a la ciudad, y al mirar al frente ves el pequeño oasis que da paso a un sofá y una mesita como recepción.
El alojamiento, con sus 14 habitaciones, podría encajar en la definición de hotel boutique, sin embargo, ‘Olom’ se sostiene sobre detalles que marcan la diferencia en el sector hotelero y todo con el único objetivo de hacerte sentir especial. Una nota de bienvenida manuscrita en la mesilla, tu música favorita seleccionada en vinilos para el tocadiscos de tu habitación, aminities sostenibles, el olor a azahar que envuelve el ambiente o la habitación atribuida según los gustos artísticos del cliente. Porque es el arte, que salpica todo el conjunto, lo que de verdad hace de este hotel un lugar único.
Íñigo Lorenzo, uno de los fundadores del Grupo Origen, dueños del alojamiento, cuenta el objetivo que moviliza a sus proyectos. “Nuestro ADN como compañía es restaurar edificios históricos devolviéndolos a su máxima expresión de cómo fueron construidos originalmente, por eso, nuestra empresa se llama Origen, porque regresamos al origen de los edificios”, explica el mexicano. Y han ido más allá: su finalidad es colaborar de alguna manera al lugar en el que se afinca el proyecto y en Cádiz lo han hecho de mil formas.
Desde el despacho de arquitectura andaluz que se encargó de la rehabilitación del edificio, pasando por los artesanos locales que se encargan de las necesidades del hotel -botijos para el agua, estuches de piel de la cubertería, mieles o joyas- hasta las obras de arte que hacen del hotel una auténtica galería donde dejarse arrastrar por la belleza que desprenden estos trabajos. Origen quiere dejar un legado en Cádiz: “La idea es invitar a la comunidad para que sea parte del proyecto”.
Con un cartel en la entrada del hotel cuando se estaba remodelando se lanzó una convocatoria singular: “Se buscan artistas gaditanos”. Con este llamamiento, un total de 90 autores de artes plásticas quisieron sumarse al proyecto de ‘Olom’. Con libertad absoluta para trabajar, partiendo de una única premisa, que era interpretar lo que para ellos es o simboliza la ‘eternidad’ (como guiño al nombre del hotel), los artistas gaditanos se pusieron a trabajar. Un jurado, compuesto por expertos en arte - como el presidente de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz o el director del Centro Pompidou de Málaga, entre otros-, decidió el grupo de seleccionados que hoy exponen su obra en las habitaciones y zonas comunes de ‘Olom’. “Se les pagó una cantidad promedio por su trabajo”, asegura Íñigo, quien además garantiza que cada huésped interesado en un trabajo concreto se le pone en contacto directo con el artista.
La conexión con México, a través de los socios iniciales de Origen, es muy fuerte. Los guiños salpican todo el proyecto. “Queríamos hacer algo fuera de nuestro país y buscamos diferentes lugares, pero al final tenía que ser Cádiz. Desde Huelva salieron las carabelas para ir a América pero luego Cádiz se convirtió en la conexión más importante” con el nuevo continente, cuenta Íñigo, quien valora esa historia que nos une y espera abrir más proyectos en España.
Regresando al descanso, que al final es lo más importante en un alojamiento, las particularidades de ‘Olom’ no cesan. Una domótica bien pensada en las habitaciones facilita la estancia en los cuarto, que están pensados solo para adultos, aunque se puede venir con mascota. De hecho, todos los espacios gastronómico -incluso la coctelería de la azotea- cuenta con cartas específicas para los animales de compañía.
Para olvidarse uno de todo, el concepto del tiempo juega un papel muy importante. Olom, es eternidad en fenicio; Ettu, el espacio gastronómico, es tiempo; la terraza ubicada en la plaza de la Catedral se llama Momento... Aquí la división de los espacios del conjunto hotelero está muy diferencia. Pero, incluso, los que comparten sala se reinventan en diferentes momentos del día. El espacio del jardín es ‘Ettu’ para comidas y cenas, por ejemplo, y se transforma en ‘El Patio’ por las mañanas para servir unos desayunos, preparados por el chef Álvaro Vela, capaces de saltar las lágrimas de pura felicidad. Divinos para arrancar el día.
Y, por si fuera poco, la piscina de la azotea con vistas a la catedral es la máxima expresión del concepto de tranquilidad y belleza que aflora en cada rincón del alojamiento. Si disfrutas de ella con un cóctel preparado por Benjamín Libreros o Susana Gordillo, que se esfuerzan por lo que ahora se conoce como “cocina líquida”, una coctelería más cuidada y elaborada aquí, ya sentirás que la eternidad se disfruta más si tienes la suerte de estar en el edén.
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