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Escondido entre los campos de San Antonio, para llegar hasta el hotel 'Pikes' hay que recorrer en coche un estrecho y polvoriento camino. La travesía merece la pena. Hay muchas cosas que llaman la atención de este alojamiento nada más cruzar sus puertas.
Lo primero es su enrevesado jardín, salpicado de casetas, jacuzzis y detalles extravagantes: unas ovejas de plástico, una mesita de té, una nariz gigante... casi sorprende no encontrar un conejo blanco con reloj o a un sombrerero loco escondidos en algún recoveco. Si salimos en su búsqueda lo más probable es que nos demos de bruces con una cancha de tenis de un fucsia y verde intenso. O con una piscina con una mesa incrustada en sus márgenes que invita a tomar un mojito. O dos. Son todos estos detalles los que hacen difícil de clasificar a 'Pikes' y compararlo con cualquier otro hotel de Ibiza.
"Es que tiene personalidad", explica Andy McKay, propietario, junto a su mujer Dawn Hindle, de este lugar. "Este no es un hotel de lujo", continúa, "pero compite en ese mercado. Y es que tenemos algo que el dinero no puede comprar: tenemos actitud, somos auténticos". Esta autenticidad de la que hace gala McKay puede apreciarse en las historias que conforman el presente de este hotel, las que se siguen sucediendo día a día tras sus paredes. Pero empecemos esta historia por el principio. Y hagámoslo con nombres propios.
En los años 80 Julio Iglesias pasaba aquí románticas y discretas veladas (su habitación tenía, y tiene, un acceso escondido para garantizar que así fuera), Grace Jones frecuentaba sus fiestas, George Michael grababa en su piscina el videoclip de Club Tropicana, el que fuera su primer éxito con Wham!.
Dicen que Elton John se sentaba a componer en el piano de su recepción. Muchos popes de la música recalaron entre las paredes del 'Pikes', pero si hubo una personalidad determinante en el devenir de este lugar, ese fue Freddie Mercury. El cantante de Queen celebró aquí su mítico 41 cumpleaños, una fiesta que aún se recuerda como una de las más salvajes que se hayan sucedido por estos lares. Y recuerden que estamos hablando de Ibiza.
Conscientes de su alargada leyenda, cuando hace siete años los actuales dueños tomaron el control del hotel decidieron convertir la habitación de Mercury en una sala de fiestas. "Era demasiado bonita para ser una simple habitación", explica McKay. Desde entonces han hecho de este lugar uno de los imperdibles de la noche ibicenca. Y es que 'Freddie’s', que así se llama el local, es un espacio pequeño; pero sus fiestas se miran de tú a tú con las de los mejores clubes de la isla.
No tienen pantallas de LEDs gigantes, ni los mejores equipos de sonido, pero tienen una cama en la que se puede saltar y bailar. Al principio tenían la original, aquella en la que durmió Mercury, pero acabaron por retirarla. "Rompíamos tres o cuatro colchones por temporada", explica entre risas McKay. "Ahora hemos puesto una mucho más dura".
Tampoco tienen un megatron apocalíptico, ni un aforo desmesurado, pero tienen una piscina de bolas donde es posible marcarse un karaoke, un agradable jardín, una sala llena de vestidos de colores y un DJ, el mítico Harvey, que coloca lirios en la sala para perfumarla en lugar de tirar confeti. Aquí no hay gogos. Aquí no se paga entrada. Aquí no hay zona VIP. Y es que, incluso para la fiesta, las cosas funcionan de forma distinta en 'Pikes'.
Si hay que reponer fuerzas después de una larga noche de fiesta, puede hacerse sin salir del recinto. Cualquier día es bueno para desayunar en su agradable patio, pero los domingos se han convertido, por mérito propio, en el día estrella. Es entonces cuando se celebra el Sunday Roast, una costumbre muy british, pero que atrae tanto a turistas como a residentes. La carta de 'Pikes' no es excesivamente refinada o presuntuosa.
Se basa en las bondades de los productos locales para ofrecer una cocina variada e internacional sin grandes pretensiones. Pero ello no desmerece, para nada la calidad final. Hamburguesas, tacos, falafels y sandwiches se convierten en auténticas delicatessen en las manos del chef Lee Mines. Al llegar la noche la carta se viste de elegancia, como lo hace el agradable patio, adornado con una iluminación de lo más evocadora. Y es que los rockeros también tienen su lado romántico.
Pero a pesar de sus fiestas y su restaurante, 'Pikes' es, eminentemente, un hotel. Tiene 25 habitaciones. Bueno, en realidad 24, pues una de ellas está ocupada por Tony Pikes, playboy, leyenda y socialité de la isla que solo accedió a vender su hotel con una condición: quedarse a vivir en esta habitación. Ignoramos pues esta estancia, permanentemente ocupada, y pasamos a recorrer el resto. Todas son diferentes, no solo en decoración sino en tamaño y orientación, se diría que han sido encajadas en el intrincado laberinto de esta casa payesa, cuya estructura original tiene más de 500 años.
Su decoración destaca por su originalidad. 'Pikes' sería algo así como lo opuesto al minimalismo, un pastiche de estilos y colores que funciona a la perfección. Piezas casi de coleccionista, de firmas reconocidas como Seletti o Rockett St George, se conjugan con antigüedades y objetos rescatados de mercadillos de media Europa. El resultado es rompedor, divertido, y extrañamente estético.
También como hotel, 'Pikes' se diferencia de sus competidores. Es impensable localizarlo en otro sitio que no sea Ibiza, pero aún así resulta bastante diferente al resto de alojamientos de las Pitiusas. Parece más vivido, más rockero, más divertido. "No todos los hoteles tienen que ser blancos.
No todos los chiringuitos tienen que ser beach clubs", defiende McKay, alegando que este lugar ha renunciado al lujo en pos de mantener el auténtico espíritu de Ibiza. "Yo creo que la gente tiene unas ganas tremendas de conectar con esta isla, pero cada vez hay menos sitios donde puedan hacerlo", explica. 'Pikes' pretende ser uno de esos sitios.
PIKES - Camí Sa Vorera, Sant Antoni de Portmany. Ibiza. Tel. 971 34 22 22.
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