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Cuando el Puente de Vizcaya se inauguró en 1893, ya existía la antigua casa colonial que alberga hoy el hotel boutique ‘Puente Colgante’, de 4 estrellas. Se levantó en 1871, 22 años antes que este puente transbordador considerado el más antiguo del mundo. Muchas de las habitaciones de su fachada azul se asoman a esta plataforma metálica que se eleva a 45 metros y une los márgenes de Portugalete y Getxo. Es una gozada disfrutar de sus vistas desde la cama.
Testigo de los devenires vividos en Portugalete durante el siglo XIX, las paredes de este hotel tienen muchas historias que contar. Su propulsor fue el indiano Manuel Calvo que, con 17 años, viajó hasta la Habana para trabajar en la ferretería de su tío. La suerte le acompañó y pronto hizo fortuna con la caña de azúcar, dinero que invirtió en su villa natal con numerosas donaciones, la apertura de una fonda y este 'Gran Hotel', que años después también sería su residencia.
De alma benefactor, Calvo quiso llamar a este antiguo palacio “la casa de los pobres” y “dedicar sus rentas al pago de la caritativa costumbre que hay en el pueblo de repartir raciones de olla y pan”. En su testamento dejó dicho que el hotel debía pertenecer al pueblo de Portugalete y, a su muerte, en 1904, tomó la gestión el Ayuntamiento. Poco después se creó la fundación de Manuel Calvo que hoy sigue al frente de la propiedad con Ricardo Campuzano como director.
“Manuel Calvo era un hombre muy querido, tanto en Cuba como en Portugalete, y este hotel ha mantenido parte de su espíritu”, cuenta Campuzano, tercera generación de hosteleros. Lo cuenta señalando la decoración colonial de los espacios, con papeles de estilo victoriano y motivos tropicales de Cole & Son que cubren paredes y techos, lámparas de enea, moquetas de sisal y textiles de colores cálidos y vibrantes en amarillo, verde, azul y gris, todo escogido por los interioristas de Lázaro Estudio.
Su recuerdo continua en la sala Cronwell, donde varias filas de botellas de vermut decoran las baldas con la etiqueta 1871, año de fundación del hotel. En este espacio que recuerda a los antiguos locales clandestinos de la Habana de los años 30, preparan sugerentes cócteles de autor. Sobre la pared, varias fotografías en blanco y negro dan más pistas sobre la agitada vida que vivió este alojamiento a lo largo del siglo XIX y XX. También hay guiños melómanos -sugerencia de Campuzano- como una batería completa y un pequeño "museo" dedicado a los Beatles.
El hotel sufrió los asedios de las guerras carlistas y los bombardeos de la Guerra Civil, pero siempre resurgía de sus cenizas. Con cada renacer, volvía a convertirse en el centro neurálgico de la vida de Portugalete. La burguesía bilbaína celebraba en sus salones banquetes de boda, fiestas y otras reuniones sociales que quedaron inmortalizadas fotos de elegantes señoras y hombres con sombrero canotier. Entre sus clientes más célebres estuvieron el indiano portugalujo Gregorio Izquiano y la emperatriz austriaca Zita de Borbón-Parma.
El edificio por el que paseamos en la actualidad se restauró en 2002 tras sufrir un grave incendio en 1993. Intentando mantener la estética de antaño, con sus balconadas de madera y su fachada neoclasicista de color azul, este hotel conecta pasado y presente en 74 estancias que cuentan con todas las comodidades del siglo XXI. Cortinas venecianas cubren los grandes ventanales por los que se cuela la luz natural, mientras los sillones de terciopelo y los amenities ecológicos de la marca Rituals son otros detalles que suman confort.
En la recepción, un antiguo ascensor restaurado alberga la máquina de café a disposición de los huéspedes. En su placa se lee: Ascensores IDEAL, Madrid, Fabián Rojas y Compañía. Junto a él se accede al restaurante ‘Txakolí’, donde cada mañana se sirve un completo desayuno buffet con vistas a la ría y la Plaza del Solar. Buen café, embutidos ibéricos, fruta fresca, quesos, bollería casera, goxuas, zumos naturales... no falta de nada para disfrutar de un buen comienzo del día.
Al mediodía, las mesas se visten de manteles de cuadros amarillos, vajillas duralex, cartas con tapas de cuero y antiguos portavelas que recuerdan el paso de la Reina Victoria Eugenia por la villa y que hoy sirven de vasos. No hay copas y el vino se sirve en una jarra de barro -a los portugalujos les conocen como jarrilleros- mientras sirven como bienvenido el tradicional "grillo", un pintxo de patata, lechuga y cebolla.
“Txakolí' es pura tradición vasca. En la carta recuperamos las cuatro salsas vizcaínas -pil pil, negra, vizcaína y verde- que borda la chef Zuriñe García", anunca Campuzano. Recetas de siempre como la sopa de pescado, las patatas en salsa verde, guisantes y huevo duro, el marmitako de bonito, los morros y callos a la bizkaina, el pollo lumagorri guisado o los txipirones en su tinta son algunos de sus hits. También proponen un menú diario por 33 euros y unos pepitos -de ternera, jamón o calamares y alioli- con pan de cristal para quienes no les importe mancharse las manos.
También está ‘Txokoa’, un txoko íntimo y acogedor para eventos privados donde cocinar -o que te cocinen-; y ‘El Paladar’ (Recomendado Guía Repsol), la apuesta gastronómica de Zuriñe García que juega con las raíces vascas en platos más creativos como la kokotxa de merluza sobre ijada de bacalao con su gelatina y crujiente de verde de perejil; o el salmonete a la plancha de Bermeo que sirve con un caldo reducido de sus espina.
“El hotel siempre ha sido un referente en restauración. Como anécdota, decir que Manuel Calvo era muy amigo de Emilio Lardhy y su hijo Agustín; y en varias ocasiones el cocinero madrileño viajó hasta Portugalete para cocinar en este hotel”, desvela Campuzano. Era tal su importancia en la época, que una de sus visitas quedó reflejada en la reseña escrita por el gastrónomo inglés Nathaniel Newnham-Davis en la Gourmet's Guide to Europe (1908). Que siga la tradición...
'PUENTE COLGANTE BOUTIQUE HOTEL'. Calle de Doña, Maria Diaz de Haro K., 2, 48920 Portugalete, Biscay Teléfono: 944 01 48 00
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