Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Nos hemos vuelto unos ecoxquisitos. En tiempos del ecoturismo, del slow food y hasta del hygge, o disfrutar las cosas sencillas, nos hemos convertido en unos escépticos a los que cada vez les cuesta más asombrarse con cualquier establecimiento que lleve el sello "rural". Parece que todo está establecido en el mundillo, que casi todo se repite (excepto el paisaje) y que se ha vuelto muy complicado encontrar algo que podamos proclamar auténtico. Más si cabe en nuestra geografía. Sin embargo, nos encanta cuando no tenemos razón.
Extraviada entre los bosques y colinas de la comarca del Ripollés, en la puerta de entrada del Pirineo de Girona, encontramos 'Mas El Mir'. Una antigua masía catalana del siglo XIV, cinco habitaciones y unas vistas de cuento de todo el valle. Benvinguts al templo de la desconexión.
Con la mente puesta en la primera escapada campestre del otoño conducimos rumbo norte hacia Ripoll (C-17) para desviarnos justo antes de la capital de la comarca por la C-26 y tomar el sinuoso camino que sube hasta lo alto de la colina. Acudimos ansiosos por descubrir ese hotel "con alma" y por fin, después de unas cuantas curvas, llegamos a 'Mas El Mir'.
Nos recibe Eva Arbonés, su propietaria, que empezó con este proyecto en marzo tras nueve años de búsqueda de un lugar especial donde establecer el hotel rural que tanto anhelaba. "Estuve mucho tiempo buscando una casa así en Asturias, Galicia, Cataluña..., en diferentes lugares en los que viví. Encontré 'Mas El Mir' hace poco más de un año; en marzo empecé las obras y en tres semanas cambié todo. Para Semana Santa ya estábamos abiertos", explica.
Nada más entrar en la masía sientes que aquí pasa algo especial. Sin tópicos. Se respira paz, no se escucha más que el silencio solo alterado por el lejano cacareo de las gallinas, el cencerro de las vacas y algún que otro rebuzno del burro que campa a sus anchas por las cuatro hectáreas de finca. La naturaleza marca su ritmo aquí y eso se siente. Las vistas también ayudan. Desde el patio central, donde se encuentra la coqueta piscina con hamacas y espacio chill out, se contempla todo el valle dibujado por campos donde pasta el ganado, colinas verdes y bosques que se preparan para el festival de colores del otoño.
En cuanto a la masía, con su estructura de piedra, sus 1.500 m2 y estupenda conservación despierta en el visitante un nuevo gusto por lo austero, como si acabase de aterrizar en otra época. La disposición de las estancias sigue siendo la misma que se encontró Eva al llegar a la masía, ahora con un aspecto renovado fiel a su estética campestre.
Durante esos años de búsqueda, Eva ha ido comprando mobiliario y piezas de anticuario allá donde fuese y el resultado es una cuidada colección de interiorismo que se aprecia nada más cruzar las antiguas cuadras decoradas con bodegones o al subir las escaleras del porche de piedra. El minimalismo rústico en su máxima expresión. "En realidad no me ha costado nada decorarlo porque casi todos los muebles que hay estaban en mi casa. Armarios, baúles, lámparas… la gente me pregunta: ¿y esa mesa tan bonita? Mira, esa mesa la tenía en mi comedor. Simplemente me mudé y puse las cosas", reconoce Eva, a quien le encanta ver que la gente se siente aquí como en su propia casa.
"Me gusta que la gente se relaje, que desconecte, pero sobre todo que todos estén tranquilos. Había seis habitaciones y dejé cinco por eso. Unos están en la sala de estar tumbados escuchando música, otros leyendo en el porche y otros haciéndose un gin-tonic junto a la chimenea. No quiero que piensen que están en la habitación de un hotel y no pueden salir. Aquí hacen lo que quieren", concluye. Si el visitante viene acompañado con su mascota también es bienvenido, eso sí, con un pequeño suplemento (15 euros).
Civada, Espigol, Espernellac, L'Hisop y Milfulles. Los nombres de las habitaciones (entre 125 y 145 euros) de 'Mas El Mir' hacen honor a diferentes plantas autóctonas del Ripollés; los cojines de plumón y sábanas de lino natural visten sus camas y la grifería de época, las pilas de mármol y baldosas antiguas sus baños. Tampoco faltan las amenities ecológicas ni las vistas de la casa del abuelo de Heidi, faltaría más.
Aparte de las cinco habitaciones, el hotel cuenta con un apartamento al margen, 'La Casita' (220 euros), con dos cuartos, salón, cocina y jardín particular; además de varios espacios exteriores donde han colocado camas con cojines, mantas y velas a modo de rinconcitos chill out.
La propuesta gastronómica es otro de los fuertes, con una apuesta por el producto de proximidad y de temporada. "Normalmente compramos todas las verduras y frutas a Nuria, una chica que tiene un huerto en la Garrocha, todo ecológico", comenta Eva. "Muchas de las mermeladas son suyas, otras las hacemos directamente aquí". En los pequeños pueblos de alrededor se surten de diferentes panes y dulces, quesos, leche fresca y yogures de Las Llosas, además de embutidos de Ripoll. Los huevos los ponen ellos, o más bien sus gallinas, y todo este catálogo aparece exquisitamente dispuesto en los desayunos de 'El Mir' (hasta las 13:00). Es común también que el huésped se encuentre con tartas, bizcochos y pasteles que ellos mismos elaboran o frutos del bosque que recolectan. "Menos la Nutella y los croissants, todo es de proximidad", presume la dueña.
Además de los desayunos, se hacen cenas con menú cerrado (28 euros, bebida aparte). Si le preguntas a Eva qué va preparar de cena mañana te dirá: "Aún no sé, depende de lo que encuentre en el mercado".
En este entorno, el alojamiento se convierte en la excusa del viaje en sí para deleitarse con las cosas sencillas, con la tranquilidad de vivir en el campo y de hacerlo al margen del mundo real. Al menos unos días. Sin embargo, los huéspedes también disponen de un amplio abanico de actividades a realizar. Obligatoria es la visita de Ripoll, aunque solo sea para contemplar el monasterio románico de Santa María de Ripoll (siglo IX), uno de los principales centros culturales de la Alta Edad Media, situado a cuatro kilómetros del hotel.
Siguiendo al norte el curso de río Freser, aparecen pueblos de montaña como Ribes o Queralbs, a 30 minutos de Ripoll, desde donde sale el tren de cremallera hacia el Santuario de Nuria, situado entre cumbres de casi 3.000 metros o las rutas para coronar el emblemático pico Puigmal (2.913 metros de altura).
Los que no quieran ir tan lejos, pueden tomar la senda que sale desde el hotel hacia el río Vilardell y caminar por el frondoso bosque para descubrir sus cascadas y pozas (gorgs).