Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Si uno pone en el buscador de Google los términos Matarraña y Toscana aparecen decenas de referencias que asocian los dos territorios. El Matarraña, la Toscana española o aragonesa es el titular que más se repite, como queriendo acercar la singularidad de la comarca turolense a la belleza natural y patrimonial de la región italiana. Pero son bastante diferentes.
La Toscana en Italia, como la Provenza en Francia, o las visitas a Venecia o Florencia, casi podrían describirse como parques temáticos donde el turista y el entorno difícilmente llegan a sintonizar del todo. La comarca del Matarraña, sin embargo, es más fácil vivirla de otra forma: involucrándose y sintiéndose partícipe de lo que sucede en ella.
A conocer este Matarraña es a lo que invita el hotel 'Torre del Marqués' desde su privilegiada ubicación en la provincia de Teruel, colindante con las de Tarragona y Castellón. Está en uno de los parajes mejor conservados del Sistema Ibérico: el Parque Natural de los Puertos.
Lujo, diseño y sostenibilidad para huéspedes exigentes. Es la carta de presentación de este hotel de 5 estrellas que tiene 18 habitaciones y pertenece al sello Small Luxury Hotels. Da igual si llegas desde Madrid, Barcelona, Zaragoza o Valencia. A medida que se acerca el destino la carretera se estrecha hasta hacer los últimos kilómetros por un camino privado de hormigón.
En una finca de 150 hectáreas, colgada en una montaña y rodeada de pinos autóctonos, olivos y almendros. Allí se encuentra la masía del siglo XVIII reconvertida en hotel que pertenecía al marqués de Santa Coloma de Monroyo. Era su casa de campo con unas vistas de ensueño al valle del río Tastavins. Si uno busca un remanso de paz, una invitación al descanso y la desconexión, es el lugar. Óscar García lo descubrió hace seis años, se enamoró de él y empezó a soñar con una rehabilitación ecosostenible. “Hemos utilizado materiales naturales de proximidad para reducir al máximo la huella de CO2 del edificio”, comenta.
Las obras duraron más de dos años, con la pandemia poniendo todo tipo de trabas. El resultado: una curiosa mezcla de tradición y modernidad. Es lo que sugieren los llamativos muros de tapial levantados con argamasa de tierra y paja de la propia finca. O los suelos de yeso pulido de Albarracín, las paredes de arcilla y piedra arenisca de los Puertos de Beceite, los alicatados de mármol Macael almeriense y las estructuras de pino de bosques ibéricos. “Todo realizado por artesanos y constructores locales -asegura Óscar-, hemos buscado que sea un ejemplo de economía circular”.
En su funcionamiento también se apuesta por la sostenibilidad: crear un edificio de bajo consumo energético mediante corrientes de aire naturales e invernaderos interiores. Además, la escasa energía que necesita el hotel es 100 % renovable con placas solares y calderas de la biomasa extraída de los pinares de la finca.
Sobre estas ideas que ejercen de sólidos pilares se levanta la nueva 'Torre del Marqués'. En su interior la cocina se ha reconvertido en una apetecible sala de estar que mantiene la pileta de agua, el horno de piedra y una chimenea. Algo parecido sucede con la capilla, transformada en cafetería. En la sala de catas la piedra de los cimientos de la casa está a la vista. Hay un poco de humedad, como si fuera una cueva. Judith Borrás es la responsable del espacio donde muestra los vinos de la prestigiosa y cercana denominación de origen Terra Alta y los de elaboración propia, ya que el hotel cuenta con viñedos.
Salones privados, biblioteca con vistas y spa -zona de aguas, jacuzzi, baño turco, sauna y cabinas de tratamientos y masajes con productos firmados por Natura Bissé- completan las zonas comunes. Pero la joya del hotel es otra: el comedor con sus tres salas para utilizar unidas o independientes. A través de grandes cristaleras de casi cinco metros de altura el paisaje del Matarraña se mete en el comedor. Según te coloques cambia el encuadre, el marco y, por supuesto, el escenario. La hora del día también influye. Por la tarde, los farallones calizos del Parque Natural de los Puertos se tornan anaranjados por la acción del sol; hacia abajo, en el valle, los verdes viñedos, y, en breve, la paleta de colores crecerá con nuevos cultivos. Por la noche toca disfrutar de las estrellas en un entorno de nula contaminación lumínica.
Estas son las postales más buscadas, que se contemplan desde distintas atalayas: la piscina exterior climatizada, los miradores o las 18 habitaciones exclusivas diseñadas para aprovechar al máximo la luz natural y apreciar las hermosas panorámicas. Suite, junior suite y standard. Son las tres categorías de las estancias, elegantes y acogedoras. En ellas se muestra la personalidad de la madera original, el suelo de yeso de Albarracín o las picas de los baños diseñadas por una ceramista de Monroyo. Lujo sin estridencias y autenticidad en cada detalle buscando que los espacios más íntimos también se mimeticen con el entorno.
Lo normal en un establecimiento de estas características -tiene el sello de Small Luxury Hotels desde el minuto uno de su puesta en funcionamiento- es que hubiese tardado al menos un año en recibirlo. Pero la masía, la reforma y el entorno fueron suficientes para quienes tomaron la decisión. Debió quedar claro que era un sitio de verdad.
En la mano de cada cliente está decidir cómo lo disfruta. Una opción es decantarse por el relax máximo sin alejarse demasiado de la masía. Piscina, bicicleta o un paseo circular por el bosque son algunas opciones. También se puede hacer una excursión hasta la punta de la Sierra Molinera, en cuya falda se encuentra el hotel. Óscar García contrató a ingenieros forestales para señalizar el camino y a la cima se llega después de un agradable paseo. Desde arriba, la cautivadora postal se magnifica con una vista de 360 grados.
Si se decide ampliar el foco hay alternativas. Por ejemplo, disfrutar de un turismo emocional en un entorno seguro y sin masificaciones. Casi todo lo que se puede hacer en la comarca del Matarraña responde a este perfil. Es lo que sugieren las rutas senderistas por las aguas cristalinas del Parrizal de Beceite y el Salt de la Portellada, o el viaje al medievo visitando Valderrobres y Calaceite.
Si la inquietud es gastronómica hay que acercarse a las cercanas bodegas de la Terra Alta y a las almazaras que elaboran aceites con variedades autóctonas. Desde el hotel también se organizan pícnics y cenas secretas individualizadas en parajes espectaculares. Y a una hora de viaje están las cálidas playas del Delta del Ebro, un paraíso ornitológico europeo.
“Este segundo perfil de visitante más aventurero, que se implica y deja seducir por el entorno, es el que termina volviendo al Matarraña”. Así de claro lo tiene Óscar García. A él le sucedió y hoy ejerce de prescriptor emocional. Se enamoró de sus espacios naturales; de su patrimonio arquitectónico, histórico y cultural, y, sobre todo, de sus gentes: del agricultor que le ayuda con el huerto ecológico en la masía; de la artesana que diseña cosmética 100 % bio en Peñarroya de Tastavins o de los panaderos de los pueblos cercanos.
A la mesa también se intentan crear sinergias con el entorno y los productos de kilómetro cero. Se ha apostado por una cocina que involucre a clientes de los alrededores que buscan un restaurante de referencia, desechando la opción de un menú gastronómico de corte internacional.
El recetario tiene detalles innovadores, pero mira al territorio. Ternasco de Aragón a baja temperatura con patatas violeta, chalota y espuma de mostaza verde; canelón relleno de pollo de corral con toques de vino rancio y parmesano, o arroz meloso de Alcañiz de calamares y gamba roja son algunos de los platos más sugerentes.
A modo de colofón, el relato de lo que ofrece este hotel concluye con un apunte histórico. Y es que allá por el año 1090, la finca donde se encuentra fue escenario de la batalla de Tévar, protagonizada por El Cid. Hay documentos que describen la disputa entre el Campeador y el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, que tuvo lugar en la ladera de la Sierra Molinera. Un pasado histórico que aporta carácter a las tranquilas tierras de la ‘Torre del Marqués', donde la naturaleza parece olvidarse del paso del tiempo.