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No importa el rincón, en cada uno de los 10.000 metros cuadrados del hotel 'Torre do Río' se escucha el agua correr. Construido en un meandro natural que forma el río Umia, la propiedad está totalmente rodeada de agua excepto por el camino de acceso, conformando una península en la que el sonido del río crea una atmósfera envolvente nada más llegar al recinto y ya no deja de mecerte hasta que te vas. No solo le confiere una belleza casi insólita, propicia la sensación a la que aspira la práctica totalidad de la clientela: relajación y tranquilidad.
"Tiene todas las comodidades de un hotel y todas las ventajas de tener una parcela de 10.000 metros cuadrados rodeada por el río; por verde, por tranquilidad, por sosiego", resume Rodrigo Rey, el propietario que, desde que se ha prejubilado tras una vida trabajando en banca, ha dedicado cada día a mimar este proyecto. Se trata de una combinación de casa rural y hotel con encanto que, pese a estar a tan solo un kilómetro de Caldas de Reis (Pontevedra), ofrece la sensación de estar totalmente aislado del resto del mundo.
Aunque lleva funcionando desde 2007, sus orígenes se remontan a finales del siglo XVIII o principios del XIX. 'Torre do Río' nació como 'La Concepción', la primera fábrica de papel continuo en funcionamiento en Galicia, que empezó a trabajar en 1862 valiéndose de la fuerza del agua del río. En 1899 se convirtió en una fábrica de hilado de algodón y, tras la Guerra Civil, llegó la inactividad y Rodrigo y Begoña compraron la propiedad recién estrenado el siglo XXI, totalmente abandonada y necesitada de una rehabilitación integral.
El agua del río, que hace siglo y medio ayudaba a mover las turbinas, ahora surte de agua la piscina. La entrada fue esculpida en piedra, creando una cascada desde la que el agua cae de forma natural en la piscina, por su propio peso, sin recibir ningún tratamiento. Una vez utilizada, regresa a su origen, el cauce fluvial. "Son sensaciones maravillosas, tanto estar mirando la cascada y la piscina como más maravilloso es bañarse y estar debajo de la cascada", recrea Rodrigo. La impresión es la de estar dándose un baño en el propio río.
El río Umia "no solo rodea toda la parcela, es un actor principal en toda la propiedad". 'Torre do Río' tiene 13 habitaciones y desde todas se ve y escucha el agua, la zona de comida está orientada al propio cauce con un gran balcón y los jardines se han preparado con cuidado para que permitan, desde cualquier rincón, dejarse mecer por el sonido del agua al correr.
La parcela está declarada de Especial Interés Paisajístico por la Xunta de Galicia y se ha preparado para respetar su alma. No faltan el viejo molino, un mirador esculpido en piedra que se eleva sobre la propiedad, un puente de madera que da la sensación de estar sobrevolando el cauce y mesas en cada recoveco para sentarse a leer un libro, tomar un tentempié o, simplemente, sentarse a charlar o ver la vida pasar. Siempre con el Umia de fondo.
Cuando la propiedad llegó a manos de Rodrigo y Begoña "estaba todo en ruinas", pero ellos quisieron mantener su esencia, los materiales en los que había sido edificada 200 años atrás, de modo que madera, forja y piedra se han convertido en sus materiales principales. A la hora de decorarla, Begoña "pensó: voy a hacer una casa para mí y luego voy a recibir visitas". El resultado es que, además de mantener esa esencia de su época industrial, crearon una "atmósfera cálida".
Cada habitación es diferente, pero todas tiene esos nexos comunes, la declaración "cálida y hogareña" que hace que "se esté muy a gusto en ella" y que no tienen número, sino un nombre de planta bordado a mano en la propia entrada del cuarto. Están decoradas cuidando mucho los detalles, con papel pintado acorde a su flor y en armonía con la naturaleza que las rodea, pues sus dueños se preguntaron: "¿Hay cosas más bonitas que las flores?".
Paisaje. Tranquilidad. Y no podía faltar la gastronomía. Una vez logrado este entorno de fantasía, se adereza con una buena comida. Dan servicio de desayuno y cena y también un pequeño tentempié a mediodía "para personas que por cualquier circunstancia no quieran bajar al pueblo o quieran pasar aquí el día en la piscina o en las instalaciones". Todo a base de productos de calidad y cercanía "y primando la elaboración casera y la calidad suprema".
Destaca sobre todo lo demás el desayuno, tipo buffet, pero con la singularidad de que la inmensa mayoría de los productos los elaboran ellos mismos. Tarta de queso, brownie, tarta de manzana, bizcocho, membrillo casero, filloas, mermelada de fresa y melocotón… todo casero y acompañado por quesos, embutidos, frutos secos, fruta, tostadas y, la estrella de la carta, los huevos de Maruja. Hay clientes que vuelven año tras año tan solo para disfrutarlos.
Nos los prepara con mimo Rosana Ferreirós, encargada de la casa, y le da la definición perfecta. "Te devuelve a cuando vas a casa de la familia, saben a familia". Y es que, como explica Rodrigo, "los huevos de Maruja tienen mucha historia y sobre todo tienen mucho sabor y dan muchas satisfacciones". El secreto es el propio huevo –aunque también el aceite de máxima calidad que se cambia con cada par– de gallinas que se pasan el día al aire libre y consumen solo productos naturales: maíz típico de la raza gallega, verduras sin ningún tipo de tratamiento y leche de las vacas que tienen en su establo.
Los huevos de Maruja resumen la propia esencia de esta casa rural. "Saben a familia, saben a hogar, saben a rústico, saben a natural" y preparan al huésped ya para lo que les espera el resto del día, descanso en un entorno acogedor y familiar, en el que, además del jardín, tiene a su disposición un salón acogedor, de muebles rústicos y elegantes, con libros y una chimenea en la que resguardarse del frío del invierno. Y también le prepara para la cena, en la que no faltan el capón casero, el lacón con grelos, los pescados frescos que aprovechan la proximidad del mar o platos de solomillo o entrecot de Ternera Gallega Calidad Suprema.
'Torre do Río' no se entendería sin su relación con el Camino de Santiago. El Camino Portugués pasa por el centro mismo de la villa termal de Caldas de Reis y el hotel recibe cada día muchos peregrinos a los que ofrecen, como servicio adicional, recogerlos en taxi en el propio camino y devolverles al día siguiente al mismo punto, ya repuestas las fuerzas necesarias para seguir la ruta.
Se ha convertido en refugio de peregrino pero también en oasis para viajeros que huyen del ajetreo y el ruido de la vida en la ciudad o buscan descubrir la Galicia más auténtica y natural. "Buscan paz y tranquilidad" los muchos clientes extranjeros que han llegado hasta este rincón de Caldas de Reis desde Australia, México, Japón, China, Estados Unidos o Rusia; pero también turismo nacional, que en verano "huye del calor y la masificación".