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Desde la cama de la habitación número 11 del ‘Hotel V…’ solo hay que abrir un ojo para, sin moverse del sitio, ser testigo de cómo el sol asoma tímidamente en el horizonte. Probablemente la curiosidad pueda más que el sueño y el huésped acabe por levantarse, abra de par en par las puertas de su terraza privada y se acomode en una de las hamacas para ser testigo de excepción del momento. Un nuevo día ya está aquí.
En esos instantes todo es silencio en Vejer. En su amalgama de callejuelas, las que se despliegan colina abajo repletas de casas encaladas y pequeñas azoteas, apenas hay aún movimiento. Una quietud que solo queda rota por las bandadas de pájaros que no dudan en apuntarse al espectáculo: el cielo, de tonos amarillos y anaranjados, recibe de repente sus siluetas, regalando la estampa del amanecer perfecto. Es hora de comenzar.
No tardarán las campanas de la vecina iglesia Divino Salvador en anunciar la hora. Una ducha para espabilar y, en tan solo unos minutos, se estará disfrutando de un desayuno de lo más completo en el noble patio del siglo XVI -eso si no se opta por hacerlo desde las alturas en cualquiera de las terrazas repartidas por la azotea del edificio-. De compañía un puñado de majestuosas columnas y varios árboles centenarios. “Picamos las paredes de la cal y salió a la luz todo esto. Las maderas que ves son todas originales. El resto lo vaciamos, solo dejamos los muros”.
Quien habla es Margarita Behrendt, gerente desde hace dos años del ‘Hotel V…’ de Vejer. Austríaca de nacimiento -gaditana de adopción-, lleva vinculada al proyecto, de un modo u otro, desde siempre: fue testigo de su nacimiento allá por 2008, cuando, como propietaria de una inmobiliaria, fue precisamente ella quien tramitó la venta de esta casa señorial a su actual dueño, el belga Jean van Gysel. “Vendí la casa, después hice un curso de gestora de proyectos y el dueño del hotel me dio la oportunidad de estrenarme con ese trabajo. Es un edificio de finales del siglo XVII, una casa señorial en la que siempre ha vivido gente. Una de las habitaciones, que da a la rampa exterior, es donde se guardaban las bestias antiguamente”, añade.
No resulta complicado, mientras se le da un bocado a la deliciosa tostada de pan de cúrcuma con aguacate y tomate o se da un sorbo al exquisito zumo de frutas, imaginar cómo debió de ser la vida entre estas paredes en sus orígenes. Se cree que, probablemente, la propiedad perteneció a alguna personalidad relacionada con el castillo de Vejer, debido a su cercanía a la fortaleza. Incluso no se descarta que en ella se guardara parte de la caballería. Según queda registrado en las escrituras, desde el principio siempre constituyó una sola vivienda. Y qué fantasía de vivienda.
El coqueto ‘Hotel V…’ lo componen 12 habitaciones -más un apartamento en un edificio al otro lado de la calle-, cada una de ellas con su propia personalidad. El hecho de que en este pueblito de postal las cuestas sean parte de su esencia, se traduce en que la construcción del edificio tuvo que realizarse adaptándose a la orografía del terreno. En otras palabras: en el hotel no existen dos dormitorios iguales, aunque todos tienen algo especial, ya sea un pequeño patio privado, una bañera integrada en la habitación o una terraza con vistas.
Habrá que subir y bajar escaleras, desplazarse por pequeños pasillos y alcanzar terrazas inesperadas para explorar en su totalidad el alojamiento, donde cada rincón, cada pequeño recoveco, se encuentra diseñado y decorado con el gusto más exquisito. Los muebles fueron traídos en su gran mayoría en grandes contenedores desde India. Los cuadros y objetos que completan la imagen forman parte de la colección de arte y antigüedades obtenida por el propio Jean van Gysel alrededor del mundo.
En la planta baja, un acogedor salón con mullidos sillones, chaise longes y butacas invita a dejarse llevar por el placer de desconectar; por el goce de no hacer nada más allá que servirse un licor del mueble-bar y empaparse de la esencia del lugar. Un biombo de madera hace volar la mente a exóticos y lejanos lugares mientras que, junto a las escaleras, un antiguo cartel de farmacia añade un toque vanguardista al espacio. Detalles que, como defienden desde la dirección del hotel, hace del ‘Hotel V…’ un lugar en el que se entiende la vida de una manera muy distinta.
La llegada de la pandemia supuso un varapalo para el sector turístico que, claro, también afectó al hotel. Sin embargo, las adversidades hicieron tirar de ingenio y ayudaron a darle una vuelta al concepto defendido hasta entonces. ¿La manera? ‘Hotel V…’ pasó a ser algo más que un alojamiento. “El inicio del covid nos puso la vida patas arriba a todos. El propietario vive en Estados Unidos y yo aquí. No parábamos de reunirnos y de darle vueltas a qué podíamos hacer, porque todo pintaba bastante feo”, confiesa Margarita. “Y así, entre los dos, le dimos forma a Vivir by V…”.
Y bien, ¿de qué se trata esto? Pues de un cuidado y completo proyecto que apuesta por el bienestar en todas sus facetas, ya sea desde la alimentación, el deporte, la meditación o el contacto con la naturaleza, y que trata de trabajar junto a los huéspedes en una mejora de su calidad de vida basada en rutinas para que las apliquen, no solo durante su estancia en Vejer, sino también cuando regresen a casa. “Con la pandemia la gente estaba -y sigue estando- tan asustada, tan encerrada, que necesita de este tipo de propuestas”, afirma Margarita.
Una propuesta que ofrece estancias en el hotel de diferentes tipos, incluyendo todas aquellas actividades que moldean la experiencia. “Tenemos varios programas: el Embark, que son tres noches, dos días; el Revive, que son cuatro noches y tres días, y el Vivir, que son siete noches y seis días”, apunta la gerente. Y continúa: “Cada uno de ellos incluye todo: la recogida desde el mismo aeropuerto de Jerez, toda la estancia, clases de yoga al amanecer, desayunos, rutas de senderismo por la mañana que cambian de itinerario cada día y almuerzos tipo pícnic-safari en la naturaleza”, comenta. “Es un programa de resistencia, por eso tenemos un cuestionario que mandamos a los posibles clientes, que nos avisan de su estado físico, sus gustos, etcétera... Así nos amoldamos a todos”.
Y el planning sigue, porque de eso se trata: de adaptarse a un día a día que asegure el bienestar. Tras unas horas de descanso, después de almorzar, los huéspedes practican body tonning con Blanca, la monitora con la que trabajan mano a mano en Vivir by V… y que hace uso del propio casco histórico de Vejer para llevar a cabo sus clases. ¿Después? Una de las sorpresas del programa: tras bajar unas estrechas escaleras de caracol, y a diez metros de profundidad, se accede al impresionante aljibe del siglo XIII, situado en el propio hotel. Un espacio único, místico, en el que, en total intimidad, Daniel se encarga de parar el tiempo con un masaje restaurador. ¿Lo mejor? Es un servicio disponible también para el resto de huéspedes del alojamiento.
Pero la pandemia trajo consigo muchas otras cosas positivas en este rinconcito de Vejer. Entre ellas las sinergias, siempre buenas cuando de crear proyectos bonitos se trata. Así fue como un día de finales de 2020, cuando aún la restauración debía cerrar sus puertas temprano, Margarita habló con Alberto Reyes, propietario del popular restaurante ‘4 Estaciones’, y surgió la luz. “Le dije a Alberto: tú tienes que cerrar a las 18:00 horas, y yo tengo clientes que me llegan a esa hora al hotel a los que tengo que dar de comer. Y él dijo: vale, yo preparo un menú semanal. Salió todo perfecto”.
Fue esa primera colaboración la que provocó que, cuando se moldeó Vivir by V…, fuera de nuevo Alberto, con 25 años de experiencia en la hostelería, quien se encargara junto a su equipo de la parte gastronómica del programa. Los clientes, a la hora de cenar, se desplazan en un corto paseo hasta su local para disfrutar del mejor de los banquetes… saludable, claro. “Hay una programación semanal donde se controlan las calorías y el contenido de los platos, que depende siempre de las rutas, porque hay días que son muy potentes y otros que son más livianos” comenta Alberto.
“No tenemos reglas, lo que buscamos es que sea comida equilibrada y del entorno. Hacemos muchos guiños a la tradición, aunque luego le demos una vuelta, pero al final los clientes son casi siempre personas extranjeras que vienen a Vejer y queremos introducirles un poco en la gastronomía local. Pero, sobre todo, lo que buscamos es que esté rico: que no sea una comida monótona”, afirma.
Así es como, en el plato, se presentan propuestas en las que se juega mucho con los fermentos, probióticos y potenciadores de sabor. También con las verduras: “Trabajamos con una huerta de Vejer que se llama ‘Viviendo en el Campo’, que es un agente forestal que se retiró de la vida cotidiana. Tenemos una base muy influenciada por Ricard Camarena en el desarrollo de los fondos de los caldos, vamos muy en esa línea”, sentencia Alberto.
En el plato, delicias como unas papas aliñás típicas de Cádiz, pero al estilo Vivir by V…, “las confitamos en aceite de oliva y le añadimos su perejil, aunque lo interesante del plato es que las acompañamos de un gazpachuelo que hacemos con grasa de albur, que es uno de los túnidos que se crían en las marismas junto con las lubinas de estero”, añade. ¿Otro ejemplo de propuesta? Los sam con guacamole de El Tesorillo, cebollitas encurtidas, algas y un poco de fermento de verduras al estilo del kimchi coreano, o el pad thai vegetal con atún, edamames, judías en juliana, bimi y cacahuete. Para chuparse los dedos.
Todo, eso sí, acompañado de vinos ecológicos de la tierra y en el ambiente más encantador. En la terraza de ‘4 Estaciones’, donde es inevitable contagiarse de esa esencia especial que desprenden las noches vejeriegas, la velada se alargará sin remedio. Aunque, cuidado, porque temprano arrancará de nuevo el espectáculo del amanecer desde la cama… y será seguro, de eso no hay duda, que nadie se lo querrá perder.
‘HOTEL V…’ - Rosario, 11. Vejer de la Frontera, Cádiz. Tel. 956 45 17 57.