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El camino hasta ‘La Vella Farga’ ya vaticina que estamos en un territorio protagonizado por la naturaleza más privilegiada. Grandes extensiones de cultivo, montañas y bosques van apareciendo por la ventanilla del coche. Paisajes que esconden innumerables masías históricas, tesoros de la arquitectura rural catalana entre los que se encuentra nuestro destino.
Tras desviarnos por un camino frondoso aparece al fin el alojamiento. Tres edificios de piedra adornados con flores y rodeados de vegetación que se prolonga hasta un bosque prepirenaico. Originaria de 1036, fue inaugurada en 2015 después de que sus actuales propietarios, Gemma Ribera y Martí Angrill, la rehabilitasen por completo.
“No se parece en nada a lo que había aquí cuando entramos la primera vez”, cuenta Gemma. “Tuvimos que reformarla casi entera y añadir luz por todos lados”. Se refiere a los enormes ventanales abiertos ante la naturaleza en los extremos de los salones principales. Bajo sus techos abovedados, acogedoras chimeneas de leña calientan los días de invierno.
El establecimiento pertenece a la exclusiva familia Relais & Chateaux desde el año 2020. “Estamos muy orgullosos porque fueron momentos muy complicados para el sector y ‘La Vella Fraga’ fue el único hotel que se incorporó ese año”.
‘La Vella Farga’, traducido al castellano como La Vieja Fragua, debe su nombre a los orígenes del edificio, en el que se fabricaban las herramientas de hierro y forja necesarias para el campo, así como las herraduras de los animales. Orígenes que hacen este lugar, de más de nueve siglos de antigüedad, especial. Pero, ¿cómo dieron con él? “Fue paseando cuando nos lo encontramos”, aclara Gemma. “Ya teníamos otros alojamientos rurales más pequeños por la zona, pero cuando vimos éste nos pareció un sueño por todas las posibilidades que planteaba su espacio”.
Gemma y Martí, además de dirigir con gran dedicación el hotel, fueron los artífices de su apariencia actual. “Tiene el don de ver un espacio en ruinas y proyectar en su cabeza cómo va a quedar”. Una impecable pasión por el interiorismo que, sumada al mimo que estos repentinos hoteleros dedican a sus huéspedes, da como resultado un auténtico paraíso de bienestar.
A pesar de la gran rehabilitación, la masía aún conserva muchos elementos arquitectónicos originales como la piedra, el suelo o los techos de madera. “Queríamos que los componentes originales fueran en consonancia con un diseño contemporáneo”, explica Martí.
Diseño al que se unen un sinfín de refinados detalles de decoración, otra afición de la que ambos son también amantes, según dejan constancia en las diferentes salas y 15 habitaciones del hotel, cada una con una distribución y diseño distinto, pero provistas de chimenea, grandes espejos, sábanas de algodón egipcio y fabulosas bañeras redondas para que el relax envuelva siempre al cliente. Muebles restaurados y piezas de anticuario visten sus paredes. “Nos encanta visitar anticuarios” confiesa Gemma.
Un retablo barroco a modo de cabecero, camas con dosel que evocan otros tiempos, un armario del año 1784 o una bañera de mármol de 1900 engalanan algunas de las habitaciones. Auténticas joyas con las que la exclusividad va un paso más allá. “Es una decoración que vamos cambiando para hacerla más viva”. Piezas que también venden junto a accesorios de diseño propio en L’Heritage Boutique, una pequeña tienda junto al hotel que abrieron ante la insistencia de sus clientes.
Todas las estancias fluyen armoniosas entre orquídeas, la flor favorita de los propietarios, y en contacto con las terrazas y jardines. Silencio y sosiego llenan los espacios en blanco. Un edificio secundario alberga los salones hechos para el disfrute colectivo entre cuadros que invitan a otros mundos, obras de arte y muchos libros, los de su biblioteca diseñada a doble altura sobre un comedor.
En el jardín, una piscina infinita climatizada se desborda ante el bosque. Un entorno espléndido a los pies del Pirineo Catalán que Gemma y Martí aprovechan para realizar actividades y tratamientos de belleza. “En verano ofrecemos masajes bajo una pérgola y junto a olivos centenarios”. La amplia carta de terapias abarca masajes de todo tipo, reflexología, quiromasajes y hasta pilates.
Para aquellos que prefieran estar al resguardo a la hora de disfrutar de este tipo de propuestas, las antiguas caballerizas de la masía disponen ahora de salas con amplias ventanas para no perderse la naturaleza que se desliza delante y que muta según la estación.
El comedor de ‘La Vella Farga’ es otra muestra más de un interiorismo exquisito. A la entrada se exhibe una colección de vajillas repartidas entre dos estanterías. Varias mesas se dispersan por la sala, creando una atmósfera discreta que es capitaneada por el chef Carles Esquerrer. “Aquí elaboramos platos basados en la cocina catalana, pero con un toque atrevido y personal”.
Una carta inspirada en los orígenes de la masía, siempre teniendo en cuenta los productos de temporada de la zona en platos tan sabrosos como las costillas de cerdo ecológico marinadas con soja y miel.
“Me gusta que la miel tenga gran protagonismo en mis recetas”, asegura el chef, que siempre recomienda a los comensales un itinerario gastronómico con seis pases, además de aperitivo y postre. Un recorrido delicioso por las tierras en las que nos encontramos a través del arroz de montaña con butifarra o el canelón con calabacín relleno de pollo de corral con vinagreta de pistachos.
Los contundentes desayunos también se concentran en los productos de la tierra: tablas de quesos y embutidos, frutas, pasteles, panes y croissants artesanos. Todo dispuesto ordenadamente sobre una mesa vestida con el mismo esmero y gusto que el resto de los rincones de ‘La Vella Farga’.
‘LA VELLA FARGA’ - LV-4241. Lladurs, Lleida. Tel. 973 29 92 12.
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