Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Olvídate del madrugón intempestivo, de la ventisca gélida, del vértigo y la velocidad. El esquí, definitivamente, no está hecho para todos. Pero tal vez sí el bucolismo invernal, la sensación de refugio, el dress code de la montaña. Por ello no es cuestión de renunciar a una escapada de nieve. Que practiquen el deporte blanco quienes logren darse maña con las botas aparatosas. Para los que no, siempre quedarán estos hoteles a tiro de piedra de las pistas. Estos templos del après-sky donde entregarse a una espera tan larga como reconfortante.
Ha vuelto a ser lo que era: un auténtico estandarte del lujo de montaña, un objeto de deseo para aquellos que esquían… y para aquellos otros que se niegan a intentarlo. El mítico Lodge de Sierra Nevada, el que fuera devorado por las llamas en enero de 2014 y reabierto con todo su esplendor hace apenas un año, es la perfección hecha hotel de la estación granadina. Un establecimiento meticulosamente concebido en estilo alpino e ntegrado en la naturaleza de tal forma que casi pueden acariciarse las montañas.
Revestido en su totalidad con madera finlandesa, puertas adentro no puede ser más cálido, más coqueto, más sugerente. Enormes ventanales, decoración nórdica, edredones de pluma, tapicería de piel… y, por supuesto, un servicio ideado para mimar al huésped hasta el delirio. Desde una piscina al aire libre (con agua calentita, claro), hasta un tentador spa especializado en tratamientos para aliviar las piernas cansadas. Desde una terraza-restaurante con mantas y estufas independientes, hasta un Kids Club para los más pequeños con juegos y manualidades. Eso, claro, para quien decida quedarse, que los deportistas también disfrutarán del alquiler prêt-à- porter de equipos y material de esquí y hasta de un revitalizante calentamiento de botas a pie de pista.
Lo que fuera un pequeño refugio de montaña acabó convertido en el primer hotel de la entonces inexplorada estación de Grandvalira, a día de hoy uno de los mayores dominios esquiables de los Pirineos. Una ubicación sobrecogedora a más de dos mil metros de altura, allí donde el camino ya sólo puede continuarse a pie. Y donde los remontes, dicho sea de paso, se encuentran a sólo unos minutos. Por eso, y por su atmósfera neorústica, tremendamente absorbente, es ideal para matar el tiempo mientras nuestro(s) acompañante(s) se entrega(n) al deporte rey.
Podrás renovarte en el spa con un tratamiento corporal o relajarte en el salón de lectura o exprimir el placer de no hacer nada en la exquisita Jazz Room, con música de fondo y copa de champán en mano. Y si el hambre aprieta, no temas, que también tendrás donde elegir: la cocina tradicional de La Mamita, los platos de montaña de La Vaquería o los fogones creativos de El Teatro del Vino, con las catas y los maridajes de su inabarcable bodega.
Vale, quieres disfrutar de la nieve, pero sin deslizarte por ella. ¿Y por qué no vivirla de lleno? Así, literalmente. Nos referimos a pasar al menos un día inmerso entre su blancura. Para ello está este alojamiento exclusivo, que es único en el sur de Europa. Un iglú situado a 2.350 metros de altura también en la estación de Grandvalira. A priori puede parecerte algo frío, pero nada más lejos de la realidad: cada estancia (cinco en total) está equipada con una climatización especial que garantiza calidez. Además, para mantenerte entretenido, el hotel dispone de una zona de spa con dos jacuzzis, sauna y duchas donde poder disfrutar del contraste entre frío y calor. Y también áreas para socializar (romper el hielo, nunca mejor dicho) tales como un bar, una terraza y un restaurante. Todo construido al cien por cien de nieve y decorado por artistas andorranos que van cambiando la temática al inicio de cada temporada. Una experiencia fuera de lo común… y sin necesidad de sufrir agujetas.
Se autoproclama, y con razón, todo un ejemplo de la hotelería de autor, un concepto diferente de hospedaje que apela a la exquisitez de los detalles, a la personalidad en cada rincón, lejos del lujo estándar de los grandes espacios. Por eso esta casona del Pirineo Aragonés, ideal para quien quiera descender por las pistas de Astún y Candanchú, es también una delicia para quien simplemente ande buscando una romántica excursión invernal. Sí, este hotelito enmarcado por cumbres nevadas, ibones de agua cristalina y bosques propios de cuento, es muy de parejitas, que para eso se acoge al Only Adults que favorece un mayor descanso y privacidad.
Por si fuera poco, además de unas originales habitaciones y de unos deliciosos fogones que dan pie a desayunos consistentes y a cenas inolvidables, el Barosse brinda también paquetes especiales (estancia relax, estancia detox…) con masajes y tratamientos personalizados, siempre con productos naturales. ¿Qué más se puede pedir?
No podía faltar el más exclusivo hotel de la más glamourosa de las estaciones de esquí. Ambos conforman un binomio perfecto. Y es que todo en este alojamiento, desde las habitaciones con espectaculares vistas al Valle de Aránhasta el Occitania Spa, pasando por ese catálogo de actividades tan peculiares como el heliesquí (acceso en helicóptero hasta los picos más altos para después descender por la nieve virgen) está pensado para el público exigente que frecuenta Baqueira, entre el que figura la Familia Real.
Pero La Pleta es, más que un hotel al uso, un oasis de confort. Detalles tan entrañables como un caldito casero al cruzar el umbral, el crepitar del fuego en la chimenea o los cristales ahumados destilando calidez anticipan una estancia placentera incluso para quien no se ha subido al telesilla.
Y ello sin mencionar el apartado gastronómico, que es donde pega más fuerte. Cuatro restaurantes donde degustar cocina catalana tradicional (Del Gel al Foc), sofisticada gastronomía japonesa (La Pleta Sushi Restaurant), suculentos quesos suizos (La Racletterie) o platos informales de temporada (La Petita Borda). Y a los que este año se ha unido Beluga Oyster Bar, un espacio en el que atiborrarse a ostras y caviar acompañadas de champán y vodka.