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El ‘Parador de Muxía’, en plena Costa da Morte, se sumerge en un entorno verde en cada espacio, incluso en las propias estructuras que sustentan el edificio, y que da protagonismo al mar de la playa de Lourido, cuyas aguas casi parecen mezclarse con las del spa. La tierra e identidad gallegas se palpan en el parador, que redobla su ímpetu con una cocina que redondea la experiencia gracias a los mejores productos del mar de Galicia como percebes, centollos o congrios, creando un recuerdo perenne en quien se aloja.
Enclavada en el paso del Camino Inglés, esta casa rural no está pensada solo para que los peregrinos recuperen las energías invertidas durante la etapa. Ni mucho menos. Sus seis habitaciones únicas dan descanso y calidez a todo el que quiera disfrutar de un entorno de cuento en la aldea de Outeiro. Esta casa familiar, gestionada en la actualidad por Nuria Castro, su marido José Manuel y su madre Inmaculada, nieta e hija respectivamente de la primera propietaria, ha cambiado su antigua identidad labriega por la de alojamiento con encanto. La lareira, la estufa y la mecedora dan ese aire hogareño necesario para desconectar sintiéndose como en casa, y la cocina, donde la ternera gallega es protagonista, redondea la inmersión en el territorio.
La rehabilitación de una antigua fábrica de papel del siglo XVIII a las afueras de Santiago de Compostela ha dado como fruto uno de los hoteles más especiales de la comarca. Su nombre es ‘A Quinta da Auga’, y no podría corresponder mejor a la personalidad de un alojamiento en el que el río y los canales que lo rodean se perciben en cada rincón de su entorno. La voluntad de sus propietarios de hacer de este espacio una oda al lujo reposado ha hecho que puedan presumir de formar parte de la marca Relais & Châteaux, un exclusivo club del que este hotel es su único representante en Galicia.
La decoración, que combina estilos clásico y moderno, transmite un aura de relax y comodidad pensada para que las familias que se alojan no echen de menos la calidez del hogar. Por otro lado, su circuito de aguas es otro de los grandes alicientes, destacando la separación entre el spa para parejas y el dedicado a familias con niños. A nivel gastronómico, su restaurante ‘Filigrana’ condensa algunos de los mejores ejemplos de la cocina tradicional gallega en su menú degustación, especialmente de sus mares, con elaboraciones como las zamburiñas al aceite de ajo y perejil o la merluza de pincho al vapor con cremoso de guisantes y agridulce de tomate.
En uno de los puntos más septentrionales de la península, allí donde confluyen el Atlántico y el Cantábrico, se erige un edificio que en su día actuó como semáforo para los barcos que transitaban por estas aguas. Hoy, tras años de abandono y una rehabilitación que devolvieron la vida al inmueble, el hotel ‘Semáforo de Bares’ da la bienvenida a todo aquel que quiera inmortalizar una puesta de sol de ensueño, disfrutar de unas temperaturas suavizadas por las corrientes de aire y las marinas o, simplemente, escapar de la masificación propia de otros destinos.
Los muros de piedra sobre los que descansa el hotel albergan un total de cinco habitaciones cotizadísimas en temporada alta, más aún la habitación de las banderas, suite privilegiada en la que los ventanales abren la mirada al mar desde la estancia circular. La terraza se ha convertido en un lugar de referencia en la zona para observar cómo el sol se pierde en el horizonte o el paso de aves migratoria, ya que Estaca de Bares es uno de los puntos más frecuentados en estas itinerancias. También lo son las playas y calas de sus alrededores, en las que la intimidad está garantizada y es complicado experimentar aquello de tocar la toalla del vecino.
Existen alojamientos en los que lo que más destaca no son las habitaciones, a pesar de ser estancias de ensueño, únicas y, además, con un recuerdo muy especial por parte de los anfitriones. En ‘Entre os Ríos’ -ya que la casa rehabilitada que conforma el hotel se asienta en una isla fluvial- la hospitalidad y cariño mostrado por José Crusat y sus padres no solo se limita al libro que regalan a cada huésped que se aloja en este hotel rural, sino que se multiplica cuando muestran las virtudes de la bodega que alberga el complejo a través de las visitas guiadas.
Estamos en tierra de albariño y los vinos que aquí producen han entrado de pleno en un mercado competido en el que la singularidad no siempre es garantía de éxito. Sin embargo, los diferentes KomoKabras -con los que José ha experimentado con diferentes fermentaciones y matices- han conquistado los paladares más exigentes y son algunos de los más populares en los bares de vinos más modernos. Aunque también otros vinos, como su Altares de Postmarcos o Vulpes, vulpes, forman parte de diferentes rankings vinícolas.
No siempre se tiene la posibilidad de alojarse en un hotel que combina dos tendencias arquitectónicas tan dispares y, aún así, tan compenetradas. ‘La Pesquería del Tambre’ aúna el carácter industrial que le da la propia central hidroeléctrica que alberga y la mano del arquitecto que diseñó el complejo, Antonio Palacios, representante del modernismo madrileño que volvió a su tierra para diseñar esta -en realidad- aldea que ha dado lugar al complejo hotelero.
La central, aún en uso, aprovecha el cauce del río Tambre hasta la ría de Noia para generar la electricidad, un cauce que para los responsables de ‘La Pesquería del Tambre’ supone uno de los grandes atractivos naturales que hace que lleguen decenas de turistas de toda la península. Es por estos bosques por donde discurre el río en los que se adentran las diferentes rutas de senderismo que rodean el hotel, unas sendas que los empleados detallan con minuciosidad para que los clientes descubran el paraíso natural coruñés. Además, los buenos pescados y mariscos de la ría protagonizan la oferta gastronómica del hotel, homenajeando un producto excepcional con una ejecución impoluta.
Cada cliente que acude a ‘Torre do Río’ tiene la sensación de que su propio hogar se ha trasladado al meandro del río Ulla sobre el que se asienta el hotel. Algo comprensible, ya que la calidez que destila el alojamiento y sus responsables hacen que quien se hospeda se sienta como en casa. La rehabilitación de esta -en origen- fábrica de papel en los alrededores de Caldas de Reis hizo posible que el inmueble se convirtiese en un proyecto a medio camino entre casa rural y hotel con encanta, un espacio en el que disfrutar de la naturaleza y el entorno al tiempo que se cuenta con los mejores servicios propios de un hotel e instalaciones idílicas como la piscina que se alimenta del cauce del río.
El agua, protagonista indiscutible de este espacio, se percibe en cada rincón, ya sean las habitaciones únicas y bautizadas con nombres de flores, o desde la zona de comida, donde el rumor del Ulla se convierte en música ambiental. Ahí es donde cada mañana se sirven desayunos tipo buffet en los que no faltan panes y mermeladas caseras, embutidos y quesos de calidad y proximidad, y los inolvidables -para quienes los prueban- huevos de Maruja. También las cenas, ya placenteras por el mero hecho de estar rodeados de semejante exuberancia natural, y los aperitivos, indicados para quienes prefieren quedarse descansando o bañándose en la piscina en lugar de bajar al pueblo.
La historia de un proyecto familiar destinado al éxito por el tesón se conjuga en ‘Gandarela’, una casa rural dirigida por Olga Penedo, su hermano (Jorge) y su marido (Eloy). Se trata de un alojamiento en la ribera del Miño -el río más largo de Galicia- ubicado a 15 minutos del corazón de Ourense, en Cenlle. Aquí se nota el esfuerzo por recuperar y reutilizar los materiales que sustentaban la antigua bodega que ahora tiene una nueva vida. Las cubas recubren los hidromasajes de tres de las habitaciones, la cantería de las paredes o lass piezas del mobiliario, encargadas a artesanos de la zona.
Además, esa esencia bodeguera de ‘Gandarela’ se ha visto resucitada gracias a la tradición familiar de los gerentes, ya que los propios bisabuelos ya se dedicaban a la viticultura. Ahora son Elixir de Gandarela o el Ánfora los vinos que reposan en la bodega y que encandilan los paladares de los clientes y los dueños. A la oferta vinícola hay que añadir un cuidado desayuno en el que no falta el pan y la bollería de proximidad o los huevos que dan las gallinas de la zona, una forma ideal de comenzar una mañana senderista a la orilla del Sil.
‘Abeiro da Loba’ se yergue como el refugio perfecto para abrazar la naturaleza del monte coruñés, donde el castaño prima y hasta parece fusionarse con el alojamiento. El inmueble, antigua casa labriega, ha experimentado una reforma integral debido al mal estado en el que se encontraba. La estructura, construida en madera, piedra y vidrio, se integra perfectamente en el entorno y garantiza una experiencia idílica a sus clientes, que se dividen entre los peregrinos que recorren el Camino del Norte a Santiago y grupos y familias que buscan desconectar de la rutina.
Por otro lado, este es un lugar en el que los testimonios históricos pueblan cada rincón, ya que aquí se llevó a cabo uno de los golpes -afortunadamente, desdichado- de la famosa bandolera gallega del siglo XIX Pepa A Loba. La cocina es otro de los argumentos con los que el refugio conquista a quien se hospeda, ya que tienen una producción propia de setas shiitake y la emplean en la elaboración de tostas junto a pan de pueblo, jamón y queso con Denonimación de Origen Arzúa Ulloa. Esta es una de sus estrellas, pero no la única, ya que ofrecen desayuno y cenas para quien lo desee.
Ofrecer las comodidades de un hotel bajo el paraguas de la acampada es lo que ofrecen en el ‘Glamping A Illa de Arousa’, un complejo en el que la privacidad y el contacto con la naturaleza primigenia no está rendido con el confort y los mejores servicios. Las 17 bell tends están equipadas con todo lo necesario para maximizar el disfrute, incluyendo camas de 1,5 metros de ancho y un espacio exterior en el que disfrutar de los desayunos que sirven cada mañana.
Uno de los grandes atractivos de este glamping es, sin duda, el entorno en el que se asienta. A apenas unos metros se puede disfrutar de diferentes playas en base a las apetencias de cada uno, desde las indicadas especialmente para niños o aquellas con los atardeceres más hermosos de la isla. Otra de las virtudes de este espacio es la disposición de diferentes rutas senderistas que bordean el litoral y que se pueden realizar, incluso, a pedales, ya sean propios o con bicicletas alquiladas en el alojamiento.
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