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Si la mezcla de los vestigios históricos y la decoración minimalista os eriza el vello, este palacio construido entre los siglos XVI y XVIII con elementos decorativos de diseño, colores neutros y lámparas de cristal de Murano, en el castizo barrio del Realejo, no os dejará indiferentes. Tiene un tamaño mediano y es la opción más sofisticada para los que prioricéis por encima de todo el servicio personalizado. Aunque la recepción resulte a veces un poco caótica, el espacio os irá ganando poco a poco (vosotros pedid por esa boquita). Los amantes del detalle podréis brindar con champán en la habitación contemplando las pinturas originales del siglo XVIII con escenas de El Quijote, o las pinturas murales del Gran Capitán de Córdoba, uno de los militares más prestigioso del reinado de los Reyes Católicos quien, se rumoreaba, fue amante de la reina Isabel La Católica.
El patio con piscina y naranjos es otro espacio delicioso pero el tiempo ha de acompañar para disfrutarlo (en Córdoba todo es posible). Pero sobre todo, el spa Bodyna es el único en la ciudad con carta de tratamientos cinco estrellas. Sus rituales de 80 minutos o de una hora y 50 minutos son una puesta a punto para el amor infalible (orientales, polinesios, ayurvédicos, sensoriales, terapeúticos…) con productos de la marca francesa Cinq Móndes. “Otro de nuestros platos fuertes es la gastronomía. Tenemos menús de degustación exquisitos en el restaurante Arbequina, y opciones más tradicionales de cocina cordobesa, revisada, y más cosmopolitas”, nos comenta Marta Aguilar, responsable de marketing del hotel.
Nada más entrar a su grandioso zaguán con carruaje decimonónico aparcado en el mismo, entenderéis que aquí la estética que manda es el romanticismo clásico -el de toda la vida-. Si es el que os pone, no dudéis. Penetrad en sus laberínticos espacios es hacerlo en un universo colonial y refinado, donde el personal del servicio aún viste de uniforme, y las luces y las sombras hacen sus juegos en los pasillos, las zonas comunes y en los patios andaluces. “Somos el hotel donde más novias se visten y se fotografían de Córdoba”, nos informa la directora de ventas del hotel. Toda una declaración de intenciones. Así que si sois de los que adoráis veros sumergidos en los valores del clasicismo atemporal, bienvenidos.
Sus 64 habitaciones están distribuidas en diferentes niveles, que se asoman a patios con fuentes -uno de ellos con piscina- todos muy apetecibles cuando el tiempo lo permite y, que en invierno, recuerdan más a una corrala, exclusiva, eso sí. La mejor habitación es su penthouse con vistas, porque la ubicación del hotel es realmente su apuesta más fuerte, ya que se encuentra en el original corazón de la Judería, a unos pasos del Alcázar, de la Mezquita o la Sinagoga, y con un entorno realmente romántico tanto de día como de noche. Además, si sois de los que viajáis con vuestra mascota, aquí son 100% bienvenidas. Por cierto, para los amantes de la poesía clásica recitar los versos del poeta y dramaturgo cordobés Luis de Góngora, quien vivió en esta casa, puede formar parte de vuestros ‘prolegómenos’.
El último hotelito boutique en abrir en Córdoba homenajea la cultura andalusí y su nombre hace honor a la Medina que fue Córdoba y cuya esencia aún se respira vista desde los tejados, y desde la coqueta terraza con limonero del hotel. Cuatro mesitas y unas vistas de 360º que invitan a brindar al caer la noche (aunque tendréis que subiros vosotros el vino). Desde allí podréis ver casas en ruinas, ropa tendida, la iglesias de Santa Anta, Santa Victoria, La Compañía, torres, palacios, la cercana iglesia de San Francisco, la plaza del Potro…
Pensaréis que estáis en Tánger o en Tetuán hasta que oigáis las campanas para daros cuenta de que realmente estáis en el corazón del casco histórico, en la legendaria calle Cabezas, en una casa burguesa restaurada desde donde se llevaron a cabo las primeras emisiones radiofónicas de Córdoba en 1929. De sus 11 habitaciones, la que llaman "el palomar" o Hamama (paloma en árabe) es realmente romántica, con tres ambientes en una habitación diáfana, con bañera. Un hamman “pequeño pero matón”, carta de almohadas y rincones perfectos para leer o dejarse mimar, todo ello, rodeados de un modernismo ecléctico dibuja una opción perfecta para parejas que buscan el romanticismo en los cielos con estrellas. Cuentan, además, con un tour por el casco histórico cuyas aportaciones voluntarias van a parar a una asociación de ayuda a jóvenes inmigrantes en riesgo de exclusión.
Dio el pistoletazo de salida al florecimiento de este tipo de alojamientos con encanto en el casco histórico de la ciudad. En este sentido, su experiencia es decana en Córdoba. Además, la callejuela donde se ubica tiene un entorno romántico y sugerente, ya que se encuentran a tiro de piedra de la Mezquita. De ahí su nombre, y las espectaculares vistas que regala desde una pequeña terraza común abierta al público general.
Pero lo mejor realmente de este hotelito de 10 habitaciones son sus patios empedrados, con fuentes y naranjos, perfectos para tomar un té o cenar a la luz de las velas (con servicio todo el año) y el coqueto restaurante. Si sois amantes de la arqueología, sus fuentes, decoradas con lápidas y columnas romanas e hispano musulmanas y otras piedras talladas, de interés arqueológico, os harán recorrer estos espacios repartidos por todo el hotel. La joya de la corona es la habitación Ruzbahan (un nombre persa que significa ‘buen día’). Saludar al sol desde su terraza privada con vistas a la Mezquita es un regalo.
Minimalista y relajante, en la misma y solicitada zona de la Ribera, este hotel de ocho habitaciones es como aquel refrán de “los buenos perfumes se guardan en frascos pequeños”. Su propietario, Gerardo, que siempre tuvo alma de posadero, vio cumplido uno de sus sueños al trasformar en un hotel con encanto esta casa que formaba parte del Hospital de los Santos Mártires, de los siglos XV y XVI alrededor de un patio mudéjar que conserva las columnas originales.
Después de un intenso día callejeando por la ciudad, os esperan un pequeño jacuzzi de uso privado, sauna, solarium en la terraza y sala de estar, todo abierto a los huéspedes. Espacios pequeños pero diseñados para el relax. Así que si sois una pareja funcional y práctica -a la que no le importa estar prácticamente sin wifi en el hotel: un hecho que puede ser un aliciente-, esta es vuestra opción.
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