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‘La felicidad debe ser esto’, espetan, a modo de lema, en el que tal vez sea el hotel más pintoresco del Bajo Empordà. Una masía catalana de 1751, reconvertida en un lujoso alojamiento con toques que beben nada menos que de la Toscana italiana y la Provenza francesa. No faltan, claro, extraordinarios jardines donde hallar serenidad, a lo que se unen los tratamientos del masSPA para proporcionar el bienestar absoluto. Con esto, nada extraña que haya sido el nido de amor de algunas celebrities bien mediáticas, como la desafortunada pareja de Kylie Minogue y Andrés Velencoso. Y es que la Costa Brava, a cuyas playas se llega en apenas diez minutos, no puede ser más apropiada para una aventura inolvidable. Para empacharse sin pudor de romanticismo mediterráneo.
Afores de Torrent s/n. Torrent (Girona)
La cosa va (como dicen del amor) de mezclar los polos opuestos. La naturaleza con la arquitectura de vanguardia, la tradición con el confort contemporáneo. Así se las gasta este hotel emplazado en el discreto (y tal vez por ello olvidado) Matarraña, una comarca asentada en los confines de Teruel, fronteriza ya con Castellón y Tarragona. Allí, fotogénicas como ellas solas, se erigen sus habitaciones Kubes sin hacer interferencias al entorno. Se trata de cubos individuales revestidos de madera y diseminados junto a una ermita del siglo XVI. Dentro, encontramos una cristalera gigante con vistas sobre el acantilado, una bañera de pizarra excavada en el suelo, una chimenea colgante y mucho, mucho encanto sutil. Por todo ello este idílico hotel ha ganado premios de diseño. Y también ha aparecido en prestigiosas revistas extranjeras. Lo merece.
Carretera Nacional 232. km 96. Monroyo / Mont-roig (Teruel)
Es su privilegiado emplazamiento en plena naturaleza, su marco bucólico de río y montaña, lo que hace de este hotel sencillo un remanso de silencio y soledad. Aquí nada perturbará la paz de una escapada para dos. Porque lo que se ofrece son unos diez mil metros cuadrados de verde gallego, para sólo ocuparse de descansar y de darse arrumacos. Luego, si por un momento se quiere escapar al discurrir del agua como banda sonora y al trato cálido que brindan sus propietarios, la opción más cercana es Caldas (apenas un kilómetro), una de las villas termales que gozan de mayor tradición. O si no la Ría de Arousa o, ya puestos, un circuito por la Islas Cíes. Aunque esto, como decíamos, sería escapar demasiado al placer de este alojamiento.
Baxe nº1 San Andrés de César. Caldas de Reis (Pontevedra)
Porque el amor, qué duda cabe, también sabe de guerra y armisticio, nada como una noche belicosa en una auténtica fortaleza. Encontraremos historia, campo, sosiego y gastronomía rica, con delicias locales tan típicas como la carne de ternera morucha. Pero sobre todo, hallaremos singularidad, la que le confiere el hecho de ser el único hotel de Europa enclavado en un fuerte original, con su patio de armas impecable. Un fuerte que fue levantado en el siglo XVII y por cuyos gruesos muros se cuela el tira y afloja que vivieron España y Portugal. Resulta además que, en contraste con la aguerrida arquitectura, sus habitaciones y suites (algunas de ellas abovedadas y con vistas a los puentes levadizos) son rabiosamente modernas.
Avda. de Portugal s/n. Aldea del Obispo (Salamanca)
¿Por qué no una escapada romántica pasada por vino y cava? ¿Un viaje para dos con enoturismo de fondo? Porque éste es, sin titubeos, el lugar ideal. Un hotel atípico de cinco estrellas, cuya arquitectura emula un conjunto de botellas recostadas. Además su sinuoso tejado, para añadir originalidad, rinde homenaje a Gaudí. Si a ello sumamos que está en pleno corazón del Penedés, rodeado de viñedos y bodegas, y que brinda múltiples actividades relacionadas con el universo vinícola, nada puede salir más perfecto. Bueno sí, la experiencia de comer en su Espacio Gastronómico En Rima, con su cocina de kilómetro cero. Después, ahora sí, ya no hay excusa para quererse mucho.
Ctra. De Vilafranca a Sant Martí Sarroca, Km 0,5 (Barcelona)
Oculto en el laberinto del casco antiguo de uno de los pueblos más tentadores de la provincia, encontramos este hotel emblemático, tan pulcro, tan coqueto, tan mimetizado con la atmósfera moruna propia del sur. Aquí el amor está más que servido, pues sólo hay que abrir una ventana para ver la blancura cegadora de esas casas que se desparraman en cuesta. Incluso los días claros el mar asomará al fondo con su horizonte marroquí. Un mestizaje precioso (andaluz-africano) que está presente en el mobiliario plagado de antigüedades y también en la filosofía, puesto que se ha tratado de mantener intacta la estructura de antaño: las ocho casas que conformaron el complejo del califa con sus aljibes, patios y cuevas. Después está el restaurante de cocina medio-oriental en un jardín de palmeras. Pero esa es otra historia…
Plaza de España, 16. Vejer (Cádiz)
Seis años les llevó a sus propietarios de origen británico convertir esta casa señorial del siglo XV en un exquisito hotel-boutique de apenas nueve habitaciones. Emplazado en el centro histórico de la localidad amurallada de Alcudia, el resultado de tan arduo trabajo es todo un alarde de buen gusto. Unos interiores contemporáneos y elegantes, y unos exteriores que conservan la arquitectura original (la vinoteca de antaño, la torre, los detalles góticos…) para lo cual se implicó incluso a un equipo de arqueólogos. Su piscina con spa y zona de chill-out es casi un delirio. Y en sus habitaciones, algunas de ellas con acceso a través de una pasarela de cristal, las noches son prometedoras.
Carrer del Lledoner, 15. Alcudia (Mallorca)
Decir que esta joya de la hospedería está ideada para aquellos a quienes no les gustan los hoteles no es caer en una paradoja. Es sumar virtudes a un adorable alojamiento que, sin escatimar en confort (e incluso lujo), tiene alma de casa de campo. Tal vez sea esa cosa etérea que nuestros sentidos reconocen como ‘hogar’. Y es que todo en este hotel escondido al pie de la Sierra de Gredos, en la encrucijada de las provincias de Toledo, Cáceres y Ávila, es una declaración de amor. A la tierra, con sus maravillosas vistas al pico Almanzor. Al descanso, con las habitaciones ataviadas con camas king size y sábanas de algodón egipcio. Y a la buena mesa, con una cocina que va mudando sus recetas con productos de temporada. Tal es la sensación de estar en casa, que los muebles (todos de anticuario) están a la venta. Para hacerlos nuestros también.
Ctra. Candeleda-Oropesa AV-910, Km 5. Candeleda (Ávila)
Entre el mar y la montaña se debate el que fuera un palacio del siglo XVI reconvertido hoy en un agradable hotel de Relais & Chateau. Porque desde su posición altiva en la vertiente colunguesa del Sueve no sólo se obtienen vistas a la sierra del mismo nombre, sino también a los Picos de Europa y al embravecido Cantábrico. Y todo ello amparado por zonas boscosas donde crecen los hayedos y los tejos, los cerezos y los acebos. Puertas adentro también existen rincones especiales para sentirse a cuerpo de rey. Una muestra es su restaurante gourmet El Balcón del Sueve, donde se garantiza una memorable experiencia culinaria. Cocina tradicional asturiana con toques de innovación y una presentación minuciosa. Lo que se viene llamando calidad en la forma y el fondo.
Ctra. As 257, Luces / Lastres / Colunga (Asturias)
La piedra que domina este establecimiento parece querer contarnos mil historias. Al menos así lo entienden los lugareños de Villar del Maestre, un discreto pueblo de la Alcarria Conquense al que se conoce como ‘nido de golondrinas’. Y es que el hotel, que pudo ser la morada de un ilustre personaje local, es uno de sus monumentos más queridos. Nada extraña, a juzgar por la belleza de su fachada, que se extiende también al interior gracias a una restauración esmerada. Todas las estancias, incluido un jardín de 1.500 metros distribuido en terrazas, muestran el celo por preservar la intimidad, lo cual lo hace idóneo para parejas. Qué decir de su jacuzzi exterior (cuando el clima apremia) y de sus habitaciones con nombres tan sugerentes como Leonardo Da Vinci, Frida Khalo o Fellini. Dicen que han sido elegidos por su capacidad de hacer soñar.
Calle Real, 51. Villar del Maestre (Cuenca)
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