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El ‘Parador de El Saler’, situado en un entorno idílico entre la Albufera de Valencia y el mar Mediterráneo, traslada a sus huéspedes la esencia de este rincón levantino con habitaciones repletas de detalles para el confort y una cocina a la altura del alojamiento.
El complejo se caracteriza por albergar una gran parte de la fauna y flora más icónica de la zona, donde habitan unas 300 especies de aves autóctonas, combinada con espacios hechos para el disfrute como la piscina o el campo de golf. Además, hay que destacar el compromiso del parador con hacer de esta apuesta hotelera un ejemplo de sostenibilidad y respeto al medioambiente.
Por otro lado, su habitación Xaloc (la nº 122), es una oda a la desconexión con su jacuzzi en la terraza y sus del complejo y al Mediterráneo al fondo. Tal y como revelan los responsables del Parador de El Saler, es habitual que los clientes no quieran ni oír hablar de la hora de salida, algo comprensible tras haber degustado una copa de cava mientras se sienten las burbujas del jacuzzi. Su propuesta gastronómica destaca por un clásico de la zona como el arroz bomba de La Albufera, servido en diferentes recetas como la del senyoret, el arroz de pato con pimientos o con bogavante.
Alojarse en el ‘Parador de Lleida’ significa descansar en uno de los edificios más importantes de la ciudad. El rehabilitado Convent del Roser ha sido el espacio elegido por la cadena hotelera pública para albergar este parador, aunque, a lo largo de sus casi tres siglos de historia, el inmueble ha ejercido como museo, biblioteca e incluso Facultad de Letras de la Universidad de Lleida, institución cuyos exalumnos ocupan hoy día algunas de las 53 habitaciones.
Las obras de remodelación han respetado la estructura original adaptándose a las necesidades de un alojamiento del siglo XXI, disponiendo los distintos espacios entre el convento y la iglesia. Es en esta última donde se ha ubicado el comedor, donde Paco Vidal muestra su experiencia en los fogones de otros paradores de España al concretar en los menús todo el sabor de la comunidad catalana. Así podemos encontrar recetas clásicas como escalibadas, xatonadas con romescu o salteados de setas del Pirineo, al tiempo que pescados mediterráneos o carnes de proximidad son los protagonistas de los platos principales.
No es habitual que, cuando un turista llega a la recepción del hotel en el que ha reservado una habitación, tenga la sensación de estar entrando en un auténtico museo. El ‘Parador de León’ no es solo uno de los alojamientos más especiales de la ciudad, si no que es una auténtica galería de arte en la que la propia fachada del edificio es ya una obra maestra. Se trata de una de las joyas del estilo plateresco construida en el siglo XVI para remodelar la del antiguo Convento de San Marcos (siglo XII). Cada rincón del interior conforma un decálogo de estilos artísticos en los que los techos forrados de artesonados, suelos colmados de mosaicos y paredes cubiertas con tapices y decenas de piezas esculpidas conviven creando una atmósfera propia de las mejores pinacotecas del mundo.
En cuanto a las habitaciones, la fina remodelación del antiguo parador ha reducido el número a 51 -antes disponían de 207- para ofrecer estancias el triple de amplias en las que la luz de las mañanas leonesas entra a raudales. La decoración se basa en la predominancia de la herencia artística de un edificio palaciego, aprovechando mobiliario de la época como bargueños, arcones o doseles, combinados sutilmente con elementos modernos y minimalistas que generan una armonía de estilos adaptada al siglo XXI.
Si algún establecimiento puede presumir de mostrar la idiosincrasia de su ciudad en cada rincón es el Parador de Ferrol. En esta casa típica gallega, reconvertida en alojamiento, con vistas a la ría y a los astilleros se respira la esencia marinera que siempre ha estado ligada a la localidad coruñesa. Los detalles vinculados al mundo del mar se distribuyen tanto por las 38 habitaciones como por los espacios comunes, pudiendo observar faroles de barcos o lámparas en las que se distingue a la perfección la silueta de un navío.
Al ubicarse en el inicio del Camino Inglés, muchos peregrinos deciden acomodarse en el parador antes de empezar el recorrido, ya que, además, existen tarifas especiales para quienes se dirigen a Santiago de Compostela. Uno no puede irse de aquí sin haber subido a la terraza y contemplar el mar desde la barandilla, donde los vientos y el olor a salitre hacen sentir a quienes se alojan parte de la histórica personalidad de Ferrol.
El ‘Parador de Chinchón’ ha visto cómo su uso cambiaba con el paso de los siglos. Convento agustino, cárcel y, en la actualidad, alojamiento privilegiado en esta localidad al sur de la Comunidad de Madrid. La historia se palpa en cada ventanal y en cada muro, aunque si hay algo que destacar es su habitación única, una capilla desacralizada en la que el protagonismo lo ocupa su enorme cama con dosel no quiera abandonarla y la bañera que se encuentra bajo la cúpula de ocho metros. Especial atención merece el patio interior del parador, donde durante los meses en los que el calor comienza a hacerse patente el aroma de las flores inunda el aire que se respira.
El parador más antiguo de Galicia -fue inaugurado como tal en 1955- hunde sus raíces hasta el tiempo en el que la comarca formaba parte del Imperio romano. Entonces una villa, el paso de los siglos ha hecho que este pazo haya formado parte de las posesiones de varias de las familias más notorias de la nobleza -algunas sin descendencia- e incluso haya tenido funciones como depósito de sal, orfanato o escuela. Actualmente se yergue como uno de los primeros hitos relacionados con el desarrollo turístico de la comunidad autónoma y de España.
La antigua cocina lareira fue el foco sobre el que desarrollaron decenas de conversaciones señoriales durante siglos al fuego de la chimenea, un rincón en el que aún se respira ese espíritu medieval. Las 47 habitaciones que componen el parador dan muestra de que este es uno de los establecimientos pioneros de la cadena hotelera, algunas de ellas con vistas al magnífico jardín que rodea el inmueble. Por cierto, es habitual que los peregrinos que transitan por el Camino de Santiago visiten o se alojen en el ‘Parador de Pontevedra’, ya que su ubicación en el centro de la ciudad y su bella estructura llaman la atención hasta de quien recorre el camino hacia la tumba del apóstol.
El Palacio de Lerma, inmueble en el que se ubica el parador, proyecta la misma autoridad que en su día tuvo su impulsor, el Duque de Lerma, valido de Felipe III. Tan destacable edificio en medio de tierras castellanas ha acogido a eminencias tales como Quevedo, Lope de vega o el mismísimo monarca ya mencionado. En la actualidad son los turistas gustosos de los alojamientos pensados al milímetro quienes deambulan y se alojan en el palacio reformado en 2003 por el arquitecto Carlos Fernández-Cuenca, quien ha sabido adaptar las necesidades actuales del sector manteniendo las notables características del estilo escurialense que se imprimió en la construcción del siglo XVII.
Posiblemente se trate del nombre más apropiado para el ‘Parador de Santiago de Compostela’, ya que fue la misma Isabel la Católica quien dio la orden para construir este edificio como un hospital en 1501 -sin embargo, no se empezó a construir hasta 1511-. La fachada da una idea de la importancia que tenía en la época, una obra renacentista cargada de imágenes talladas que representan diferentes santos e, incluso, a Adán y Eva, los primeros pecadores. Por aquí han pasado desde las esferas más altas de Iglesia Católica, a Emilia Pardo Bazán o Mick Jagger, aunque eso no quita para que haya quien decida descansar en alguna de las habitaciones después de haber completado el Camino de Santiago.
El antiguo convento de San Pablo en Cuenca alberga el Parador de la ciudad, un edificio del siglo XVI en el que las historias no han dejado de sucederse desde que se concluyeran las obras de construcción. Las más acutales están vinculadas a la familia real, ya que el rey Felipe VI y la reina Letizia pasaron su noche de bodas en una de sus habitaciones, y al cantante José Luis Perales, muy vinculado con el parador, aunque también las hay que hablan de esclavitud y tiempos oscuros siglos atrás. Hoy en día este alojamiento, ubicado en plan Hoz del Huécar, sirve a mejores propósitos al conferirse como uno de los hoteles más atractivos de la ciudad y disponer de algunas de las exposiciones de arte más singulares de Cuenca.
La última de las aperturas de la cadena hotelera es un ejercicio brillante de integración de la naturaleza en un alojamiento dispuesto para el disfrute. El ‘Parador de Muxía’, en plena Costa da Morte, abraza un entorno en el que el verde se siente en cada rincón, también en las propias estructuras que sustentan el edificio, y el azul del mar de la playa de Lourido parece mezclarse con las aguas del spa. Una sensación gallega 100 % en la que la cocina redondea la experiencia al valerse de algunos de los mejores productos gallegos como percebes, centollos o congrios para que quien se aloja mantenga un recuerdo imborrable del parador.
Alejado de cualquier signo que denote masificación o alboroto, el ‘Parador de El Hierro’ se convierte en el espacio idóneo para desconectar de la rutina y dejar que los pensamientos se silencien con el sonido de las olas. Una ubicación casi única en la actualidad, ya que, cuando el viento golpea con fuerza, es posible que incluso llegue a mojar con algunas gotas a quienes se han despistado en el muro que divide el parador de la playa. Relax y reposo isleño acompañado de una gran oferta gastronómica en la que predomina la cocina española y la herreña, en la que no faltan iconos de las papas arrugadas, el queso herreño ahumado o las viejas, pescado insigne de la isla.
El bosque que cubre la Ribeira Sacra y llega hasta las riberas del Sil esconde uno de los lugares más mágicos de todo Ourense, el Parador de Santo Estevo, un convento medieval en el que la fachada barroca confunde a quien no sabe que se trata de uno de los mejores ejemplos del románico gallego. Los claustros y habitaciones trasladan a los huéspedes al tiempo en el que eran los monjes quienes paseaban por estos pasillos, aunque las enormes camas y cómodas duchas no pertenezcan al universo monacal.
La enorme alcazaba árabe que es el castillo en el que se ubica el ‘Parador de Sigüenza’ cuenta con una dosis de misterio mayor de la habitual. La razón: un fantasma. No se trata de un fantasma cualquiera, si no del de Doña Blanca de Borbón, esposa repudiada por Pedro I el Cruel, cuyos años encerrada en el castillo y posteriores traslados le acabaron costando la vida a una edad temprana. La causa de la muerte sigue siendo un misterio, aunque los testimonios de sollozos y ruidos extraños por los pasillos del castillo sí que están claros, llegando incluso a implicar más de un susto para el personal del parador.
Las monjas franciscanas que habitaban este convento se mudaron enfrente para dejar que el lugar fuese el ‘Parador de Trujillo’, pero su aura de paz y armonía permaneció dentro de los muros. Las 50 habitaciones que componen el alojamiento son una oda a la calma y la serenidad propias de las actividades espirituales, eso sí, con todo lo necesario para disfrutar de una estancia adaptada a estos tiempos. El claustro renacentista se ha convertido en una terraza en la que probar un gin-tonic, la piedra original se ha mantenido en una gran parte de los muros y el mobiliario transmite una sensación hogareña. Además, a nivel gastronómico se ha procurado vehicular el sabor de Extremadura a los comensales con preparaciones como las albóndigas de cordero o el cochinillo.
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